(78) 2da parte/Capítulo 10

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—¿Es en serio, chabón? ¡Apúrate!
    Junior se cruzó de brazos cuando solo se había puesto una de las zapatillas.
—Ahora no hago nada.
—¡Dale! —y le tiró un almohada.
   Junior suspiró y se dispuso a ponerse la otra zapatilla. Después, se puso de pie, y entonces sí, fue derecho hacia el playroom

       Junior estaba bajando la escalera hacia el playroom mientras protestaba.
—¡Tío, por qué no hablaste conmigo! ¿Y por qué está la lu…?
   El playroom estaría en la oscuridad si no fuera por varias lucecitas que colgaban de las paredes, del techo y del mostrador. Las bombillas que estaban incrustadas en la pared también estaban encendidas. La mesa ratona estaba preparada con platos, copas y cubiertos. Y había tres velas en el centro.
     Un pasacalles gigante colgaba de un extremo al otro desde la pared que estaba detrás de la barra hasta la pared arriba del televisor. En esta decía: “Feliz primer año de nuestro primer beso, bebé.  29/09”.
  En la barra había pegadas fotos de ellos en esa fiesta de primavera, también había pegadas fotos en el respaldo del sillón y en algunas paredes. Junior las vio por encima porque todavía no caía en lo que estaba pasando.
     Blas llevaba puesto una remera amarilla de mangas cortas con dibujos de diamantes repartidos por el espacio y un traje de baño con algunos dibujos. Junior lo miró de arriba abajo.
—¿Qué es esto? ¿Y por qué empezaste sin mí? —preguntó Junior, mirándolo de arriba abajo otras veces más. Bueno, por cómo estaba vestido Blas, parecía semidesnudo. Pero luego se quedó estático, mirándolo, resultándole familiar la ropa…
    Blas se puso rojo.
—Em… No, no sé por qué hice esto…
—Eso tenías puesto en la fiesta de primavera.
—Hoy es veintinueve de septiembre. Pasó un año desde la fiesta. Solo quería revivir uno de los mejores momentos de mi vida. Pero esto es ridículo, no sé por qué me vestí así, me voy a cambiar… Soy ridículo… Qué ridículo… Esto es cualquiera…
    Junior fue y le rodeó el cuello con los brazos, por lo que Blas tuvo que quedarse quieto.
—No sos ridículo —le dijo y le dio un besito en la nariz.
—Bueno, es una pavada. Lo de siempre. No es gran cosa, pero quería que fuera una sorpresa.
—No es una pavada —Junior lo soltó y se alejó un paso para atrás—. Es hermoso que hayas pensado en esto. Ahora me siento mal.
   Blas arrugó el entrecejo.
—¿Por qué?
—Pensé en hacerte una cena en tu casa, pero vos te pasaste.
—¿Eso es bueno o malo?
—¡Bueno! ¡Muy bueno! Pero a mí no se me ocurrió.
    Blas lo calló dándole un beso en los labios que duró unos segundos.
—Tuviste la misma intención. —Entonces, miró hacia abajo—. ¿Esa es mi remera?
—Sí, ¿te gusta? —bromeó Junior.
    Blas rio mientras decía: “Sí".
—Mmmm…
—¿Qué? ¿Ya tenés hambre? Solo tengo que ir a buscar la comida a la cocina.
—Ya comí, pero igual tengo hambre… La cosa es que había pensado algo especial.
—¿Qué?
—Te lo digo en el postre —Junior le guiñó el ojo.
    Blas rio mientras Junior empezaba a pasearse por las paredes, barra y sofá para ver las fotos que Blas había pegado. Algunas se repetían. Sí, eran fotos de esa fiesta. Los dos con los brazos en el hombro del otro, mirando la cámara. Solos o en grupo. Haciendo caras. Entonces, llegó a una que no recordaba que le hubieran sacado, estaba solo.
—Pará, ¿y esta foto? —el chico pasó un dedo sobre la foto en cuestión, que estaba pegada sobre la madera de la barra.
    Blas se acercó.  Era una foto de Junior, solo, desprevenido, sentado al borde de la pileta con los pies en el agua, mirando a la nada. Fue de esos momentos en que Blas se lo había quedado mirando y él estaba distraído y tan lindo que le había sacado una foto. Aunque aquella no había sido la única. Le había sacado fotos mientras reía con otros de sus amigos, le había sacado foto cuando se pasaba la mano por su pelo mojado después de salir de la pileta. Blas había disimulado haciendo como si se estuviera sacando una selfie cuando había más personas con él.
—Me sacaste una foto sin que me diera cuenta.
    Junior volteó a mirarlo, sorprendido.
—Unas cuantas.
—No lo puedo creer.
—Y vos preguntándome quién me gustaba.
—Yo hice lo mismo.
—¿Eh? —Ahora el sorprendido era Blas.
—No sé.  Sentí que tenía que sacarte una foto riendo, cuando se te arrugaba la nariz, y te saqué una foto. —contó el menor, y luego se encogió de hombros.
—¿La tenés?
—Sí, la tengo… Y vos diciéndome que me gustaba la rubia.
—Te le estabas haciendo el canchero.
—Bueno, sí, me gustaba que me diera bola, nada más. 
—Qué agrandado. Igual, eras muy pendejo para ella.
—¿Me querés medir, a ver qué tan pendejo soy?... Lo dejamos para el postre.
     Rieron.
—Ahora sí, a comer.
—Voy a buscar la comida.
—Mientras yo voy —empezaba a dirigirse hacia el otro lado de la barra y empezaba a buscar algo— a poner esto al pie de la escalera. —El menor sacó un cartel. Era un pequeño pizarrón de pie. Tenía un mensaje que decía: “No molestar, estoy con mi novio”, tres corazones y abajo un “J+B". Estaba escrito con pintura para que no se saliera.
    Blas empezó a reírse, le pareció tierno y divertido a la vez.
—¿Eso cuándo lo hiciste?
—Hace unos días. En algún momento lo íbamos a necesitar.
—Pero ya todos saben que estamos acá, Junior.
—¿Todos?
—Todos.
—Ya entendí —y volvió a dejar el cartel donde estaba.
    Blas sonreía mientras salía del playroom a buscar la comida.
   Durante la comida, canelones de verdura y otros de ricota, charlaron de la desesperación de Blas por el asunto de la sorpresa. Se rieron porque Junior no debería haberse escapado del shopping y ni tendría que haber querido quedarse en la casa de Blas a esperarlo.
—Ya me había puesto cómodo yo.
    Y volvían a reír.
—No quiero saber cómo dejaste la casa.
—Te ordené y limpié todito. Pero puede ser que la haya desordenado otra vez cuando buscaba el paraguas antes de que me fuera. Comprá un paraguas, porque me mojé todo.
—¿Que yo compre un paraguas?
—Y sí, estaba en tu casa, ¿qué sabía que iba a llover? Y no podé estar sin paraguas vos.
     Junior miró a Blas, y de repente, lo veía silencioso, mirando de acá para allá, llevándose comida a la boca.
—¿Qué pasa? Estás inquieto —le preguntó el menor, soltando los cubiertos.
—Es que estoy pensando en algo. Lo estuve pensando mucho estos días, pero parece que quiero seguir pensándolo. Tal vez no es buena idea. Es muy apresurado.
—¿Qué?
—Acá, en este lugar, yo te quería preguntar si te querés comprometer conmigo.
   El corazón de Junior empezó a latir intensamente.
—¿En serio me estás diciendo? —Apenas podía hablar de la emoción.
—Sí —respondió Blas—. No nos vamos a casar ahora. Solo nos vamos a comprometer, un paso más en nuestra relación después de esto —y alzó el brazo para mostrar la pulsera roja. —Si no querés…
—¡No! Sí, sí, quiero. Quiero comprometerme con vos.
   Terminaron la comida con una sonrisa en la cara imposible de quitarles. Y llegó el turno del postre.
—Yo voy a ir a buscar el postre —dijo Junior, poniéndose de pie. —Déjame sorprenderte con el postre, por lo menos.
   Ya que estaba, Junior llevó los platos, cubiertos y la fuente vacía a la cocina. Diez minutos después, el chico volvía con un bol con frutilla y banana cortadas. Pote de crema, miel y salsa de chocolate. Puso los potes sobre la mesita.
      Blas se lanzó a agarrar un pedazo de banana, pero Junior le sacó el bol y lo mantuvo lejos de él. Blas lo miró con las cejas alzadas.
—Estaba pensando en otra cosa. Comer el postre de manera especial.
    Blas pareció entender porque sonrió y lo miró de arriba abajo.
—¿Quién hace el honor primero? —Preguntó Junior alzando el pote de miel. 
       Sin dejar de mirarlo a los ojos, Blas agarró la parte de debajo de su remera y tiró hacia arriba para sacársela, en una clara respuesta, que Junior entendió. Se lamió los labios y fue hasta Blas para agarrarlo de la mano y llevarlo a que se acostara en el sillón. Y después fue a acercar el postre.
     Primero, le puso un poco de miel en la zona debajo de la manzana de adán y un pedacito de banana. Junior se acercó, se agachó al lado del sillón y luego a la garganta del mayor y agarró con sus labios la fruta. Masticó, tragó y después pasó la lengua de abajo hacia arriba llegando hacia la nuez, sintiendo como subía y bajaba en el ritmo del disfrute que estaba teniendo Blas. Blas tragaba saliva. Un disfrute que también se notaba en otra parte del cuerpo.
     Antes de proseguir por otras partes del cuerpo, Junior le dio un besote en los labios con sabor a bananas con miel. Blas se relamió los labios para sentir la mezcla de sabores a miel, banana y a Junior.
     Después, agarró el pote de crema y echó montoncitos de crema por el pecho, el abdomen, el ombligo, abajo del ombligo, hasta la cintura de los pantalones cortos. Luego, en cada montoncito enterró un pedacito de frutilla. Blas esperaba mirando todo.
    Junior acercó su boca  a la frutilla y a la crema que había puesto en el ombligo. Agarró la fruta con los labios, procurando tocar con las boca la piel del mayor. Pudo sentir el sabor de la frutilla, la crema y de Blas. Hizo el recorrido hasta la crema y frutilla que había puesto por arriba de la cintura de sus shorts con la lengua sobre su cuerpo. Para llegar a la fruta de la costilla fue dando pequeños mordiscos, suaves. Otro recorrido lo hizo a los besos, o chupando con el interior de sus labios. Mientras hacía eso, sus manos iban delicadamente arriba y abajo sobre los muslos de Blas.
      Cuando llegó a lo último, el pecho, le dio unos besitos de más y levantó la cabeza para mirar a su novio. Se sonrieron. Blas se levantó un poco, poniéndose contra el brazo del sillón, mirándolo con ternura. A Junior le había quedado manchado la pera, la nariz, la frente y un cachete con crema.
—Vení acá —le dijo Blas y lo agarró del brazo y tiró para que se le acercara. Lo agarró de la cabeza, una mano en cada lado, sobre las orejas y empezó a chupar por cada parte del rostro de Junior que tenía manchón de crema. Junior había cerrado los ojos para sentir mejor. Entonces, sintió los labios del mayor en los suyos y empezaron a besarse, saboreando al otro en cada recoveco del interior de sus bocas, en cada partecita.
   Se separaron y entonces Junior agarró el pote de salsa de chocolate. Le sonrió, agarró la cintura de sus pantalones y tiró abajo para sacárselo.
    Cinco minutos después, Blas solo en cuero, con los pantalones puestos veía cómo Junior se sacaba la remera. Se habían sentado uno al lado del otro en el sillón.  Blas había decidido comer de postre banana con miel y Junior.
      Diez minutos después, estaban acostados en el sillón, desnudos. Junior contra el respaldo, medio subido en Blas. Las piernas enredadas y los pies sobre el brazo del sillón. Blas abrazaba a Junior.
   Junior rio.
—Qué desastre —dijo Blas.
—Estamos pegajosos. ¿Te gustó el postre?
—Me encantó. Lo que dicen es cierto.
    Blas aquello último mirando el techo.
—¿Qué? —preguntó Junior.
—Todas las cosas que empiezan con lluvia, traen bendiciones.
    Junior y Blas se miraron sonriendo, y como Junior  era el que más se podía mover estando en esa posición, se acercó para besarlo. 



Amor en el silencio (Blasnior)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora