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Desde la visita de Alba de hace un par de días, no paro de darle vueltas a lo mismo. Nunca me había fijado de esa manera en una chica, y solo la he visto unas cuantas veces, ¿no será demasiado pronto para saber si realmente me he fijado en ella así? Por favor, Natalia, si te falta babear cuando está cerca. Es que encima es guapísima la jodida. ¿Pero cómo es posible que me guste una chica a la que apenas conozco? A ver, hemos hablado algo, lo suficiente como para saber que tiene la cabeza bien amueblada, y eso me gusta. La hace más atractiva aún. ¿Pero y si ella solo está siendo simpática, como amiga? ¿Cómo demonios puedo averiguar si es así, o si puede llegar a verme con otros ojos también? Dios mío, esto nunca había sido tan difícil. Cuando me ha gustado un chico, solo he tenido que vacilar un poco para que cayeran rendidos a mis pies, pero es que con ellos no tenía dudas de que les gustaba. Ni siquiera creo recordar que me comiese tanto la cabeza con Mikel, la única relación seria que he tenido antes. Una mano golpea la puerta con urgencia, arrebatándome de mis pensamientos para devolverme al sillón de mi habitación del hospital, por la que ya me muevo a mi libre albedrío.

-Natalia, cariño-la voz de Sonia suena nerviosa-. Es tu amiga, acaba de despertarse.

Son tres palabras, tres palabras que hacen que me levante del asiento como si de pronto quemase, que la nube de dudas que habita mi cabeza estos días se disipe, ya que ahora lo único que importa es ver a Marta y que esté bien.

-Ten cuidado-me regaña mi enfermera. Le he cogido muchísimo cariño en estos días-. No va a irse a ningún lado, y tú tienes que cuidar de tu herida. Ven, es por aquí.

Me guía por un pasillo luminoso, que bien podría ser el que lleva a mi habitación de la residencia, con paso ligero pero pausado. Nos acercamos a una puerta entreabierta, en la que se intuye cierto revuelo de enfermeras, y acelero el paso hasta atravesarla, dejando atrás a Sonia.

-¡Marta!-mi amiga está en la cama, la herida de la cabeza envuelta con vendaje, y con mejor cara de lo que esperaba.

Poco me falta para echar a correr hasta ella, y cuando llego a su lado la asalto con un abrazo como nunca le he dado. Mi herida se queja, pero yo la ignoro.

-¿Nat?-dice ella, confusa.
-Aquí estoy, enana. 

Me incorporo un poco, no quiero agobiarla demasiado. Cojo su mano y me fijo en sus uñas, que acababa de hacerse el día de la redada, tan intactas a pesar de todo lo que ha pasado. Una enfermera más seria que Sonia, la cual por cierto nos observa sonriente desde la puerta, comprueba el estado de Marta. Enfoca sus ojos con una pequeña linterna y estudia sus reacciones ante distintos estímulos.

-¿Sabes cómo te llamas?-le pregunta.
-Marta-su voz es débil pero habla con firmeza.
-Bien, Marta. Eres agente en la Residencia XV, ¿eso lo recordabas?-mi amiga vuelve a asentir-Hubo un accidente en la última redada y estás en el hospital de la residencia.

Marta dirige su mirada hacia mí, como buscando una cara conocida en medio de esta situación. Me alegro de estar aquí precisamente en este momento. Aprieto con fuerza su mano en un gesto de apoyo y le dirijo una mirada rápida de agradecimiento a Sonia, por haberme avisado justo a tiempo.

Me paso el resto del día en su habitación, cuando le hacen distintas pruebas, cuando vienen los de la patrulla a verla, cuando se duerme y le dejamos descansar, con el miedo de que de nuevo no se despierte siempre ahí presente. Conocí a Marta cuando entré en la patrulla, de pronto nos forzaron a dormir cama con cama sin siquiera conocernos de nada, y recuerdo que estaba nerviosa porque aquello podría salir fatal. Cuando entró con su maleta llena de ropa y me saludó con la intensidad con la que un niño pequeño saluda a su mejor amigo después de dos días sin verle, hubo algo que hizo que me relajara. Sabía que mal no nos llevaríamos. Y durante todo este tiempo ha sido mi compañera de noches en vela, mi compañera de confesiones. Hemos compartido redadas, historias, risas, hemos hecho mucho el tonto juntas y también hemos llorado. La echaba mucho de menos y estar ahora con ella es lo único que me tranquiliza, así que cuando Sonia me da permiso para dormir en su habitación le doy un abrazo que a punto estoy de dejarla sin respiración.

Sempiterno || AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora