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Mientras camino hacia el despacho de Manu, el jefe de Víctor, mi mente reproduce en mi cabeza todo lo que sentí cuando fui a reunirme con el señor Barusto. Hace apenas un año de eso, pero hace muchos años. Hace décadas. Siento el mismo nudo en el estómago que me impide respirar con normalidad, y las palmas de mis manos sudan tanto por culpa de los nervios que acabo clavándome la uña del dedo gordo en la yema de cada uno de los otros cuatro dedos. Eso también lo hice el día de aquella conversación; y lo hice el primer día que fui con Alba a comer, después de que le enseñara la azotea; y lo hacía cuando tenía que exponer en clase delante de todo el mundo. Lo hago cuando estoy nerviosa, para distraerme, pero estos nervios esconden también miedo. Y distraerme del miedo es mucho más difícil.

-Vamos allá-susurra Gonzalo, a mi lado, justo cuando Víctor está golpeando la puerta que hay frente a nosotros con los nudillos.

Hemos venido los tres, porque no queríamos exponer a todos los agentes aliados que tenemos en la Residencia pero tampoco queríamos dejar a Víctor solo en esto. Quizás vernos le genera empatía, quizás le damos totalmente igual, o quizás le molesta nuestra presencia. Me aclaro la garganta cuando una voz profunda al otro lado de la madera nos pide que pasemos. Estamos a punto de averiguar cuál de las tres opciones es la correcta. 

-Buenas tardes, Manu.

El hombre que nos recibe es más joven de lo que esperaba, aunque bastante mayor que mi jefe. Tiene el pelo oscuro y las cejas pobladas, y una barba de tres días oscurece su mandíbula.

-¿Víctor?-se sorprende, supongo que las visitas a su despacho no deben ser muy frecuentes-¿Todo bien?
-Sí, todo bien. Estos son Gonzalo y Natalia, de la patrulla XI y de la mía.
-Encantado, chicos-alza las cejas en un gesto interrogante, como intentando averiguar qué hacemos aquí exactamente-. Pasad, sentaos.

Obedecemos en silencio bajo su atenta mirada, y siento cómo el nudo en mi estómago crece aún más.

-¿Y bien?-pregunta-¿Os puedo ayudar en algo?
-Verás-empieza Víctor-, es complicado.
-Me lo imagino.
-Y sabes que no vendría a hablar contigo si tuviera otra opción.
-Lo sé.

No me gustan esas respuestas cortas, me tensan demasiado.

-Manu, necesitamos ayuda.
-Necesitamos... ¿quiénes?
-Desde que salió a la luz el vídeo, cada vez hay más gente que desconfía del gobierno.
-Desde que lo colasteis-corrige él.
-Desde que lo colamos. Pero la gente está alterada, y no solo por el contenido del vídeo. Con cada preso inocente, con cada juicio en el que se os va de las manos... Estáis enfadando a los ciudadanos.
-¿Y has venido a decirme cómo tenemos que hacer las cosas?
-No, para nada. Veníamos a pedirte un favor-Víctor hace una pausa, a la espera de que su jefe le invite a continuar-. Mucha de esa gente se está juntando a hablar, a cuestionar lo que sabemos, a debatir. Y entre ellos están nuestros aliados.
-Estáis entrando en terreno peligroso, lo sabes, ¿no?
-Por eso hemos venido a hablar contigo. Nos gustaría garantizar la seguridad no solo de nuestra gente, sino también de aquella que simplemente está ejerciendo su derecho a hablar con libertad. Y por eso queremos que sean los agentes aliados quienes cubran la vigilancia allá donde se reúnan.
-Y para eso me necesitáis a mí.
-Exacto-responde Víctor, manteniendo una calma envidiable.
-Verás, Víctor, sabes que no me gusta cómo hacen algunas cosas aquí, y por eso nunca dije nada del refugio y os avisé cuando lo encontraron. Pero de ahí a colaborar con vosotros... ¿por qué lo haría?
-Tú mismo lo has dicho-soy la primera en sorprenderme cuando las palabras salen de mi boca sin permiso, pero ahora tengo que continuar-. Nunca informaste de la existencia del Refugio, nos avisaste rápidamente de que lo habían encontrado para que pudiéramos reaccionar y no convertir aquello en una matanza. Sabes que algo de lo que defiendes no es correcto, porque de no ser así no habrías hecho lo que hiciste. Y también hay algo dentro de ti que sabe que no está bien lo que se está haciendo ahora: están convirtiendo a los ciudadanos en marionetas que ni siquiera pueden hablar. Nos están anulando como personas y no te parece bien, y por eso vas a ayudarnos.

Sempiterno || AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora