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Me pongo los zapatos a saltitos mientras me despido de Queen, que está hecha una bola a los pies de mi cama y apenas me hace caso.

-¡Ya voy!-respondo cuando vuelve a llamar a la puerta, cogiendo mi riñonera y las llaves a toda prisa antes de abrirle la puerta a una Natalia con el rostro tan desencajado que me hace reír-. Tienes cara de haber visto un fantasma.
-Tengo cara de que voy a llegar tarde a la primera comida con mis suegros-me riñe, pero dobla las rodillas para abrazarme mejor.
-Que también son mis padres y no van a matarte. Y no es tan tarde, cariño, solo me he retrasado cinco minutos-le doy un beso mientras sonrío con mi mejor cara de no haber roto un plato-. ¿Vamos?
-Vamos-suspira-. ¿Voy bien así? ¿Me debería poner algo más formal?
-Natalia, elegimos esa ropa hace dos horas-me río, observándola de arriba a abajo sin reparo-. Estás guapísima.
-No eres objetiva-se queja, haciendo que me ría.
-Nat, contigo lo objetivo es que estés guapísima. Y no lo digo yo, lo dice la Mari, que conste.
-Eres lerda-me abraza de lado mientras bajamos la escaleras para salir del edificio, y deja un beso en mi sien antes de separarse cuando cruzamos el portal.

Ayer hizo una semana desde que volvió, por decirlo de alguna manera, pero no habíamos salido a la calle juntas todavía. Nuestra costumbre de fingir y ocultar todo esto mientras estábamos en la residencia nos ha hecho separarnos a una distancia prudencial en cuanto hemos puesto un pie en la calle, porque es lo que hacíamos siempre. Pero aquí no hace falta que finjamos, o eso nos han dicho. Aquí podemos olvidarnos de las distancias prudenciales y tan solo pensarlo me levanta un cosquilleo nervioso en el estómago. Con más miedo que otra cosa, estiro mi mano hacia la de Natalia mientras seguimos andando hacia la parada de autobús. Es solo un momento, un segundo rápido en el que se rozan nuestros dedos, pero siento que me van a fallar las piernas en cualquier momento. Escuchamos a alguien reírse a nuestra espalda y, de nuevo instintivamente, establecemos esa distancia a la que tan acostumbradas estamos. La escucho reírse por lo bajo y giro mi cabeza hacia ella, buscando su mirada.

-¿Crees que nos acostumbraremos algún día?-pregunta, y sé perfectamente a qué se refiere.
-Eso espero-sonrío-. Pero poco a poco.
-Poco a poco-repite mientras se deja caer sobre el cristal de la parada, y luego suelta un suspiro largo-. Dios mío, creo que van a ser demasiadas emociones fuertes para un solo día.

Suelto una carcajada, comprendiendo su acojone por esto de ser nosotras en público pero divertida con el de conocer a mis padres. Le he repetido mil veces desde que mi madre me propuso que fuéramos a comer con ellos hace cuatro días que no tiene de qué preocuparse, pero ella sigue nerviosa. Se justifica con que no está muy acostumbrada a eso de tratar con padres, y que encima los míos llevan diez años sin verme y van a ser más protectores que ninguno, y no hay manera de hacerla entrar en razón.

-Creo que llevas demasiado tiempo mirándome-comenta con cierta timidez, pero sin apartar tampoco su mirada de la mía.
-Bueno, por algo tendríamos que empezar, ¿no?-sonrío un poco, con el corazón disparado entre los nervios de estar así en medio de la calle y los de que me mire con esa intensidad. Sigo sin saber si me acostumbraré algún día a ello-. No vamos a ir poco a poco para comernos la boca de pronto en plena calle.
-Pues ahora mismo tengo muchas ganas de comerte la boca-el viaje rápido de sus pupilas hasta mis labios confirman lo que me acaba de decir.
-Y yo de que lo hagas-trago saliva, con el corazón a punto de salírseme del pecho solo de imaginarme que llega a hacerlo. La taquicardia aumenta cuando se acerca casi imperceptiblemente a mí, hasta el punto de que empiezo a sentir ganas de vomitar.
-¿Estás bien?-se preocupa, probablemente porque se ha dado cuenta del malestar repentino que me ha causado esto.
-Sí, no es nada-doy un paso atrás, suspirando con un enfado dirigido únicamente hacia mí misma, y me apoyo en el cristal de la parada, a su lado pero con cierta distancia.
-Albi-ella separa la espalda del cristal y se gira para mirarme-. Poco a poco, ¿vale?

Sempiterno || AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora