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-Así que tenemos incorporaciones nuevas, ¿eh?-María se sienta a la mesa, justo al lado de Marta, dándole un golpe suave con el hombro.
-Hostia, que tú también-la respuesta de Marta nos hace reír a todas, menos a Javi, que también se muestra sorprendido.
-Pues claro, cariño. Yo no me pierdo una movida por nada del mundo.

Aunque los dos siguen sin procesar del todo lo que les hemos contado, ambos han aceptado la propuesta de cenar aquí. En realidad, solo ha bastado con decirles que la comida de aquí está muchísimo más rica que la del comedor de la Residencia. Yo estoy feliz de verles aquí, pero también me siento rara. Llevan siendo mis amigos tanto tiempo que apenas recuerdo mi vida sin ellos; y sin embargo, una vida con ellos en el Refugio parecía tan lejana que ahora creo estar en una especie de sueño. Marta y Javi están en el comedor del Refugio, observando a la gente que nos rodea, pero también concentrados en los platos que tienen delante: filetes de carne en salsa y puré de patatas, con una pinta espectacular. A mi lado, Alba remueve un plato de sopa, esperando pacientemente a que se enfríe lo suficiente como para poder comérsela. Es como si los dos mundos en los que he vivido mi vida durante las últimas semanas se hubieran fusionado.

-Bueno, ¿y qué os parece esto? Yo creo que merece un brindis, ¿no?
-¿Tenéis vino también?-pregunta Javi con los ojos como platos, aún disfrutando del sabor de la salsa.
-¿Qué vino ni qué mierdas? ¡Un brindis con cerveza!

Se levanta casi de un salto y coge cuatro latas de la barra, justo antes de girarse hacia nosotros con una sonrisa de oreja a oreja. Nos reparte una a cada uno, que las abrimos contagiados de su buen humor. Incluso parece que a Javi y Marta se les olvida dónde están y todo lo que acaban de descubrir. Busco la mano de Alba a mi lado, que en cuanto se percata de ello me facilita la tarea y entrelaza sus dedos con los míos. Giro la cabeza para dedicarle una sonrisa, y me encuentro con su mirada puesta en mí. Sus ojos enormes parecen brillar hoy más que nunca, felices, y yo decido que quiero parar el tiempo ahora mismo, para poder vivir en este instante para siempre. En sus ojos, que recorren mi mirada; en su sonrisa que es tan amplia que hace que su labio superior llegue casi a desaparecer; en la sensación de que nunca va a pasar nada malo; en las cosquillas en la boca del estómago y en la felicidad de ser yo, al cien por cien, por primera vez en mucho tiempo. Con un movimiento rápido, termino con la distancia que hay entre nosotras para dejar un beso suave sobre sus labios, y noto cómo sonríe bajo mi contacto. También noto las miradas de Marta y Javi puestas sobre nosotras, pero decido ignorarlas durante unos segundos más, hasta que por fin vuelvo a dirigir mi mirada hacia ellos y las enfrento. Por muy impactados que estén ellos, yo no puedo borrar la sonrisa de mi cara, porque no puedo estar más feliz, y el ligero cambio en sus expresiones me indica que se lo contagio aunque sea un poco. Es María quien rompe el silencio para introducir el brindis. Brindamos por el exterior y por los nuevos, por más cenas aquí, y por las misiones que vendrán. "Y por estas dos petardas", añade, moviendo su lata hacia su amiga y hacia mí. "Y por la libertad", escucho a Alba susurrar a mi lado, justo antes de que las cinco cervezas impacten sobre el centro de la mesa con energía. Por la libertad, sobre todo por eso.

-¡No me jodas!-exclama Marta, después de escuchar que Nacho, el salvaje que murió durante mi turno, en realidad no murió-¿Entonces está vivo?
-Más que tú y que yo-contesta María, divertida ante la expresión atónita de mis amigos.
-Natalia eres una cabrona-sentencia Marta, dirigiendo ahora su mirada hacia mí-. O sea, ¿yo rayadísima por ti y tú haciendo el paripé de que estabas mal por haber visto a ese tío morir y ni siquiera había muerto?

Yo me encojo de hombros, sonriendo con inocencia.

-¿Y la redada del otro día, cuando te fuiste porque habías escuchado a alguien?-interviene ahora Javi, pensativo, como si su cabeza estuviese conectando la información que ahora tiene con cosas que han pasado. Concretamente, está hablando de hace cuatro días, cuando ayudé a dos mujeres a huir de los agentes guiándolas hasta la entrada más cercana del refugio.
-Estaba ayudándoles a huir, sí-vuelvo a sonreír, sin poder evitar sentirme orgullosa de haber hecho bien mi trabajo.
-Joder, es buena tu novia, ¿eh?

Sempiterno || AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora