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Abro la cortina del probador despacio para que Natalia se calle, porque si fuera por mí me habría quitado este vestido sin que nadie fuera testigo de lo horroroso que me queda. Hemos venido a esta tienda porque es de las pocas que mantienen los probadores que hemos tenido siempre en la Residencia en vez de tener el coso ese virtual que te pone la ropa sin que tengas que mover un dedo. Bueno, uno sí, para encender la realidad virtual. A pesar de esa comodidad, a mí me gusta más lo de toda la vida, porque por lo menos puedo sentir el tacto de la ropa, saber si hay algo que me molesta, si me aprieta demasiado... Y este vestido en concreto me aprieta demasiado en algunas partes y me sobra muchísimo en otras. Pero es que no sé quién puede ponerse esto, porque una cosa es ser asimétrico y otra llevar ocho metros de tela en un lado y tres centímetros en el otro. Es horrible, pero a Natalia le ha gustado en la percha y me ha hecho probármelo, y no iba a ser yo quien le dijera que no a su carita de chantajista profesional.

-Estás guapa-sonríe al verme, apoyada contra la pared del pasillo de los probadores.
-¿Guapa?-alzo una ceja-. Esta manga está tan abultada que parece otra cabeza, Natalia.
-A ver, es verdad que a lo mejor se ve un poco desproporcionado, pero porque tú eres bajita y eso. Pero estás guapa.
-Un poco desproporcionado-repito-. ¿Y esta cremallera a punto de reventar también está un poco desproporcionada?
-Igual necesitas una talla más, ¿voy a por una?
-Haz el favor de quedarte dónde estás y no ir a por nada-gruño, percatándome de la risa que está intentando aguantarse, y vuelvo a cerrar la cortina para sacarme esta cosa de una vez. El problema es que mis intentos por quitármelo se ven frustrados por la maldita cremallera, así que todo lo seria que soy capaz vuelvo a abrir la cortina y le dedico una mirada de odio cuando no aguanta más y empieza a reírse-. Cállate y ayúdame con esto.

Con la odiosa y a la vez fascinante gracia con la que lo hace todo, le da un tirón a la cremallera como si no me hubiese tenido que pelear yo con ella hace diez segundos, y después de comprobar que no hay nadie más en el pasillo me da un beso rápido en la coronilla mientras me empuja de vuelta hacia el interior del probador y cierra ella misma la cortina. Negando con la cabeza mientras escucho su risilla al otro lado de la tela, me termino de desvestir para volver a ponerme mi ropa y cojo lo demás para devolver a su sitio todo lo que no me voy a llevar y pagar lo que sí. Natalia me sigue por la tienda sin decir media palabra, mientras yo finjo seguir enfadada aunque cada vez con más ganas de girarme a darle la mano. Hace ya unos diez días desde que empezamos con la demanda, yo le conté a Leo lo nuestro y acabamos decidiendo que queríamos sentirnos libres del todo. Desde entonces intentamos salir a la calle juntas todos los días, aunque sea un rato a la playa, o a dar un paseo alrededor de nuestro edificio, para poder coger soltura en este aspecto. Y yo, al menos, lo estoy notando, porque ya no me dan ganas de vomitar cuando estoy demasiado cerca de ella por la calle, ni me tiemblan las piernas tanto que siento que podría caerme en cualquier momento. Vamos despacio, porque es mucho el tiempo que hemos pasado ocultando quiénes somos y escuchando lo mal que estaba ser así, pero avanzamos poco a poco.

-¿Te apetece un helado?-me pregunta cuando salimos de la tienda, y yo la miro como si estuviera loca.
-¿Con el frío que hace?

Apenas estamos empezando marzo, pero aún hay días lluviosos como el de hoy, de los de cielo nublado y viento frío, y no sé a santo de qué quiere un helado ahora mismo.

-Rubia, como me vayas a decir que en invierno no se toman helados nuestra relación termina aquí-sentencia muy seria, cogiéndome la bolsa de la mano para llevarla ella.
-Quizás deberíamos haber tenido esta conversación antes de empezar nada-le digo yo, igual de seria.
-Alba.
-Natalia-me aguanto la risa cuando se planta delante de mí para que deje de andar y la mire.
-Los helados son algo digno de disfrutar durante todo el año.
-Los helados son para cuando hace calor. Ahora mismo te puede dar una hipotermia como te tomes uno.
-Alba Reche-se lleva una mano a la cara teatralmente, y yo no aguanto más la risa.
-¿Qué?
-Esto no es viable-me coge del hombro para apartarnos del flujo de gente que va y viene por la calle, pero el contacto solo dura unos segundos.
-¿El qué?
-Esto. No puedo estar con alguien que no valora los helados como el mejor manjar del mundo, durante todos los meses del año.
-Miralo por el lado positivo-me río-. Más helado para ti.
-Solo te vas a librar por eso-dice con mueca pensativa.

Sempiterno || AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora