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Cinco meses más tarde

-¡Nat!-la voz de Alba me llega entre el murmullo general que hay en el hall de la residencia y mi cuerpo se gira hacia ella casi instintivamente.

Durante todo este tiempo, se ha convertido en mi gran confidente, pudiendo recurrir a ella cada vez que he necesitado algo. A estas alturas, hemos convertido en costumbre vernos tras mis redadas, que cada vez se me hacen más y más cuesta arriba. Y más aún cuando pienso en el juicio que conlleva el haber arrestado a alguien. Hoy, al menos tengo la certeza de que ese juicio no va a llevarse a cabo, pero creo que casi lo preferiría.

-¿Cómo estás?-pregunta con suavidad según me acerco a ella, abriendo los brazos.

Por toda respuesta, acepto su abrazo y me dejo rodear por sus brazos firmes, al tiempo que yo busco su contacto. Con ese simple gesto, Alba intuye que algo no va bien y susurra un "ven" a mi oído antes de tirar ligeramente de mi mano hacia el ascensor. En el trayecto hasta la decimosexta planta, se mantiene a mi lado, sin quitarme la mirada de encima, como tratando de decirme en silencio que está conmigo. Un nudo se apodera de mi garganta y empiezo a mover el pie con nerviosismo, impaciente por llegar a nuestro destino. Tan solo me basta un sutil roce de los dedos de su mano sobre el lateral de mi muslo para darme cuenta del bucle en el que estaba entrando y que mis músculos se relajen. Por fin, el melódico pitido del ascensor nos indica que hemos llegado y salimos tras un par de chicas que se bajan junto a nosotras, aunque somos las únicas que tomamos rumbo hacia el hueco de las escaleras.

-Nat-susurra Alba cuando, una vez apartadas del resto de la gente, tiro de su camiseta interrumpiendo su paso para darle el abrazo que tanta falta me hace-. Estoy aquí.

Flexiono mis rodillas para que mi cabeza quede a la altura de su cuello y así poder esconderme en él mientras le abrazo, tratando de pegarla a mí todo lo posible. Durante estos cinco meses que han pasado desde que la invité a aquel café en la azotea de la Residencia, han pasado muchas cosas. Entre ellas, que me he dado cuenta de que Alba me gusta, y me gusta en serio. Al principio me aterró mucho sentirme así, y después se hizo casi insoportable. Tanto que llegué a tomar algo de distancia, porque a veces sentía que incluso me dolían las ganas de besarla y de que ella también quisiera ser mía, y que yo fuese suya. En un primer momento, este distanciamiento pareció fácil porque ella pareció comprenderlo, pareció incluso que también lo necesitaba; pero terminó por ser tan horrible como el estar junto a ella. Quizás incluso más, y quizás por eso me obligué a mí misma a ser capaz de aguantar el ser amiga de Alba. Echarla de menos dolía más que ser su amiga, así que iba a tener que conformarme con lo que podía tener, con lo que me permitían tener. Y de nuevo, todo ocurrió con tanta naturalidad que creí que Alba sentía lo mismo. Desde que tomamos esa decisión han pasado ya cerca de dos meses, en los que he vuelto a acostumbrarme a sus abrazos de limón y color, y a la electricidad que me invade su cercanía.

-¿Quieres hablar?

Cuando acuna mis mejillas con cuidado para alejar mi cara lo suficiente como para poder mirarme, todo lo que me dicen sus ojos sin la necesidad de hablar hace que por fin me derrumbe. He intentado aguantar porque no quería que se preocupase, pero precisamente la preocupación y el cariño en su mirada han hecho que no pueda más con ello. Al ver mi reacción, sus manos vuelven a arrastrarse hasta mi espalda, y aprieta contra sí con tanta fuerza que en otro momento podría incluso dolerme pero que ahora mismo me resulta reconfortante.

-Lo siento-musito con un hilo de voz una vez recupero un poco el ritmo de mi respiración.
-Shhh-me corta-, no me seas. Vente.

Sin apenas soltar el abrazo, da un pequeño tirón de mí hacia el suelo. Se sienta sobre uno de los escalones, con la espalda apoyada en la pared, y me hace un gesto para que la imite. Me siento en el escalón contiguo al suyo y dejo que sus brazos rodeen mis hombros con fuerza, sus piernas alzándose a mi lado como si de un muro protector se tratasen. Dejo caer la cabeza sobre su pecho y cierro los ojos al sentir sus labios posar un suave beso en mi cabeza. Ese beso probablemente me habría hecho delirar en cualquier otra circunstancia, pero hoy no.

Sempiterno || AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora