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-¡Nat! ¡Nat, para!-Alba se ríe, retorciéndose entre mis brazos mientras trata de huir de las cosquillas que le estoy haciendo, pero antes de que sea capaz de escapar la rodeo con fuerza con mis brazos.
-No te vayas-susurro, dejándole un beso justo debajo de la oreja, en el punto en que su mandíbula y su cuello se unen.
-Es que no me gustan las cosquillas-se queja, con un tono infantil que hace que suelte una carcajada.
-Is qi ni mi gistin lis cisqillis-me mofo, y ella responde sacando la lengua. Me río de su actitud aún infantil y dejo la barbilla sobre su hombro, soltando un suspiro-. No quiero volver.
-Pero es tarde-dice, mirando hacia el cielo, cuya oscuridad solo se ve interrumpida por el brillo de la luna, que ya ha realizado buena parte de su recorrido a estas horas.
-Pero no quiero volver-vuelvo a quejarme, con el ceño fruncido-. ¿Qué vamos a hacer ahora?
-Ir a dormir, mañana a trabajar, darás una vuelta con Marta... Lo de siempre.
-No me refiero a eso-Alba busca una de mis manos, que está sobre su barriga rodeándola con firmeza, y se pone a juguetear con mis dedos-. Digo tú y yo.
-Ah, pues creía que dormir, pero no sé si estás insinuando otra cosa-le doy un manotazo, riéndome-. También te digo, igual vas un poco rápido.
-¿Rápido? Si seis meses para un beso te parece rápido, no sé qué clase de ritmo llevas tú, Reche.
-Idiota-se ríe, haciéndome pensar una vez más que quiero vivir en esa risa. Se revuelve entre mis brazos para poder darse la vuelta y quedar enfrentada a mí antes de seguir hablando-. Haremos lo que veamos que necesitamos. Obviamente, sea lo que sea, dentro de la Residencia lo mantendremos en secreto, pero mientras estemos fuera no tenemos nada que ocultar, Nat.
-¿Estás segura?
-Completamente-Alba acaricia mi mejilla con suavidad-. Aquí no es como dentro, ¿sabes?
-¿En qué sentido?
-No sé, en que la gente no se mete donde no le incumbe. En la Residencia, es como si hubiera un filtro de la verdad absoluta y todo lo que no pase por ese filtro está mal. Pero aquí no, aquí respetamos la individualidad de cada uno, que es lo que rige su verdad. Quiero decir, si tú quieres hacer algo determinado, ¿quién soy yo para decirte que no debes hacerlo? No soy nadie, no puedo hacerlo. El problema es que en la Residencia eso no es así: si el gobierno dice blanco, será blanco incluso aunque sea negro.
-Y es una mierda-me quejo.
-Ya lo sé que lo es, pero mira el lado positivo: estar aquí te permitirá escapar, aunque sea un rato al día, de todo eso que te imponen. Así es como lo veo yo, al menos. Mientras estoy fuera puedo ser quien yo soy, sin la necesidad de estar encorsetada en lo que me dicen que sea. Aquí soy Alba Reche, con mis derechos y mis libertades, y las disfruto mientras pueda.
-¿Te he dicho ya que hablas demasiado bien?-realmente me deja fascinada la inteligencia de esta persona y cómo se expresa y dice sus verdades.
-Qué exagerada eres-sonríe y me da un toque en la nariz-. De todas formas, nos tomaremos el tiempo que necesites, ¿vale? No hay prisa.

Alba estira el cuello en busca de mis labios, acariciándolos con un beso suave, tranquilizador. Suspiro ante el contacto, que me revuelve entera por dentro. Puedo notar cómo la sangre corre más rápido por mis venas cuando se me acelera el pulso casi desorbitadamente, como si cada célula de mi cuerpo estuviera gritando en mil idiomas sin poder contener la emoción. De forma inconsciente, entreabro los labios y entran en juego nuestras lenguas, que poco a poco parecen empezar una lucha por tomar el control. Mis dedos acariciando su nuca rapada, los suyos viajando por todo lo largo de mi espalda, y las respiraciones entrecortadas de una y otra rompiendo el silencio de la noche. Creía que sabía cuánto necesitaba esto antes de probarlo, pero ahora sé que no tenía ni la menor idea de la falta que realmente me hacía. Alba sabe a paz.

-Natalia-susurra contra mis labios, separándose de mí.
-No-me quejo, alargando mucho la vocal.
-Es que mañana madrugamos-Alba va dejando suaves besos sobre mis labios mientras me habla.
-Me da igual.
-Son más de las tres de la mañana.
-Eso es mentira.
-Nat-me reprende.
-¿Nos vamos a ver mañana?
-¿Aún no nos hemos despedido y ya me quieres ver mañana? A ver si vas a ser de las que se convierten en lapa, tú, ¿eh?
-Alba, llevaba cuatro días sin verte y me estaba costando vivir.

Sempiterno || AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora