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-Ya está, creo-susurra al cabo de un rato, sacándome a mí también de mi burbuja-. Te importa... ¿te importa si te pido que no lo leas? Me da un poco de vergüenza.
-Nat, no pensaba leerlo-sonrío para tranquilizarla-. Es algo tuyo. Ahora mira, guardo el móvil y no lo saco hasta que estés en casa para transcribirlo en tu cuaderno, y luego ya lo borras y me lo devuelves.
-Gracias-sonríe.
-No hay que darlas.
-No, pero de verdad. No es sólo por el móvil.
-¿Y por qué es?-pregunto con curiosidad, esperando no tensar demasiado la cuerda.
-Pues-hace una pausa, pensativa, y luego se gira a mirarme y siento que si estuviera de pie me fallarían las piernas por culpa de la forma en que me atraviesan sus ojos, entre rojizos y dorados a la luz del sol-, pues por todo, en realidad. Por enseñarme este sitio, porque es precioso y diría que hasta terapéutico. Y porque se nota que estás teniendo paciencia conmigo, y debe ser difícil todo esto para vosotros, y para ti, y creo que no todo el mundo podría llevarlo así.
-Es difícil, pero creo que tomamos ejemplo de ti para llevarlo lo mejor posible-respondo, aún perdida en su mirada.
-¿Te puedo decir algo aunque igual suena un poco loco?
-Nos acaban de sacar de donde hemos vivido durante veintisiete años para decirnos que hemos sido víctimas de una dictadura que nos tenía engañadas con absolutamente todo-me río un poco-, ¿tú crees que me va a sorprender algo más?
-Mini punto para ti-me dice, y me muerdo el labio al recordar el día que la llevé a comer al italiano y también comenzamos con una batalla de mini puntos de la nada.
-Va, dime.
-Pues es que me suena loco incluso a mí-sus manos se mueven desde sus piernas a la arena y luego a su nuca, nerviosas, y me reprimo las ganas de coger una de ellas-. Pero es que... creo que te quiero.
-¿Cómo?-veinte saltos mortales ha hecho mi corazón en el huequito de mi pecho, y veinte nudos acaban de apretarse a la vez en mis intestinos.
-Es que es raro, pero creo que puedo sentir que la Natalia que te conocía te quería-explica con las mejillas rojizas y los ojos fijos en mis pies-. No sé, da igual.
-No, no-digo, aún sin recomponerme-. Explícalo, explícamelo.
-No me pasa desde el principio-aclara, rascándose la nuca-, es desde hace una semana o así, más o menos. Es como si la Natalia con recuerdos viviese dentro de mí, ¿sabes? Y yo no recuerdo haberte conocido, ni ser tu amiga, ni que me hicieras estos tatuajes-sonríe un poco, levantando la mano con las flores-. Pero esa Natalia con recuerdos me dice que está bien acercarme, que eras una amiga importante para ella. No sé, es que suena loco, pero es como un calorcito aquí-posa su mano completamente estirada en lo alto de su pecho, y por fin me vuelve a mirar-. ¡Ay, jo, pero no llores!

Los nudos en el estómago del principio han ido subiendo mientras hablaba hacia mi garganta, apretando hasta que dolía demasiado seguir aguantando, así que he dejado las lágrimas caer. No me ha dicho que se acuerde de mí, no se acuerda de quién soy ni de cómo nos conocimos ni de que no éramos solo amigas, pero me ha dicho que me quiere. O, al menos, que sabe que me quería antes de que pasara todo esto, y eso para mí es un mundo. Un calorcito en el pecho, dice. Calorcito en el pecho es lo que siento yo ahora mismo, y un nido de abejorros volando dentro de mí y fuegos artificiales, todo junto.

-Perdón-digo, secándome las mejillas-. Perdón, es que no me lo esperaba.
-No, lo siento yo, soy un poco bocazas y me tenía que haber callado.
-¡No!-exclamo casi sin darme cuenta-. No, no, de verdad. Para mí es... es muy importante que me digas eso.
-¿No te parece una locura, entonces?
-¿Y qué es loco y qué no?-respondo con otra pregunta-. Últimamente no sabría decirlo.
-Yo tampoco, si te soy sincera.
-Además, no creo que sea tan raro, ¿no? Quiero decir, ha pasado tiempo y a lo mejor tu cerebro está empezando a recuperarse. Y quizás eso no funciona con los recuerdos apareciendo en tu cabeza uno tras otro, sino que es un proceso más lento, más así, de sentimientos y no de imágenes.
-¿Tú crees?
-Ojalá pudiera saberlo a ciencia cierta y ayudarte mejor-suspiro-. Pero prefiero pensar que eso que me has contado es una buena señal, ¿no?
-Ya, yo también.
-Si te van pasando más cosas como esas me lo puedes contar con total libertad, ¿vale?
-Gracias-me dice, con una sonrisa sin dientes.
-Shh-la riño, con una sonrisa-. De gracias nada, ya te lo he dicho.
-¿Puedo...-vuelve a agachar la cabeza, pero esta vez solo tarda unos segundos en volver a mirarme y continuar con su pregunta-, puedo darte un abrazo?

Sempiterno || AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora