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-¡Mira, nuestra heroína del día!-exclama David al verme llegar.
-Serás exagerado-siempre me ha dado vergüenza eso de ser el centro de atención.
-¿Exagerado? ¡Te has marcado una pedazo de actuación! ¡Víctor, el mejor fichaje hasta el momento!

El resto de la mesa estalla en una carcajada al ver la euforia de David con su vaso en alto, derramando la bebida. Yo acojo con timidez las felicitaciones que me llegan y tomo el asiento que me ofrece Gonzalo, en una silla vacía que hay a su lado.

-Ahora en serio, chicos, habéis hecho muy buen trabajo-interviene Pedro con firmeza y se gira hacia Daniela y Sonia, que están en la esquina de la mesa-. Y nuestras enfermeras también, por supuesto. En nombre de todos me gustaría agradeceros por lo que habéis hecho hoy, sin pensar en el riesgo que estabais corriendo por salvar a uno de los nuestros.

Nacho, que también está sentado en la mesa, se da por aludido y alza la mano para saludar. Yo no lo digo, pero sí que he pensado en el riesgo que corría. He pensado en que era peligroso, en que estaba desafiando a la autoridad. Estaba jugando a un juego que podía acabar por matarme, como si pasease por el filo de la azotea dejando que el viento me golpee con brusquedad, pero me ha gustado. El resto de la cena consiste en bromas, risas, una comida riquísima y un ambiente de festejo que no recuerdo haber vivido nunca antes. Las celebraciones de la patrulla cuando arrestamos a alguien no tienen nada que ver con esta, que es cálida y se siente bien. Aquí estamos porque hemos hecho algo bien, en las otras porque creemos que hemos hecho algo bien cuando en realidad hemos hecho algo horrible. A pesar de lo feliz que estoy y lo bien que me siento, mi mente no puede parar de pensar en cierta rubia que también celebra tan solo dos mesas más allá. Cada poco tiempo mi mirada la busca de manera inconsciente, aunque solo sea para ver cómo está. No me acordaba ya de lo magnética que es: intento evitarlo, pero mis ojos se posan sobre ella una y otra vez, como los mosquitos atraídos por la luz. Me descubro a mí misma sonriendo cuando la encuentro riéndose junto a María y Julia, y encogiéndome en la silla cuando lo que veo es un rostro más serio, triste. Una parte de mí desearía encontrarla mirándome en uno de los repentinos viajes de mi mirada hacia ella, porque eso significaría que también me busca, que puede perdonar la distancia que he puesto entre nosotras, llegando incluso a evitar ir al comedor a la hora a la que sé que tiene su descanso. Venga, mírame. Aunque solo sea una vez.

-Pobre chiquilla-dice Sonia de pronto, haciendo que me sobresalte.
-¿El qué?
-Alba. La pobre lleva unos días duros.
-Ah-susurro-, me lo imagino. ¿Os conocéis?
-Lo justo, de verla por aquí y por allá. Pero es buena chica.
-Sí que lo es.
-¿Vas a hablar con ella?
-¿Yo?
-¿No te creerás que no he reconocido esa mirada?
-¿Qué mirada?-me pongo en tensión, temerosa de lo que pueda haber visto. Sonia es muy buena mujer, pero no quiero que sepa más de lo debido.
-Ay, chiquilla, ¿cuál va a ser? ¿Os conocéis de hace mucho?
-Prefiero no hablar de eso-decido zanjar el tema lo antes posible, para no llegar a terreno peligroso. Ella me dedica una mirada llena de ternura y una sonrisa un tanto traviesa, antes de dejar un beso sobre mi frente.
-Está bien. Pues dime, ¿qué te ha parecido tu primera misión con nosotros?
-Genial, muchísimo mejor que las redadas.
-No me extraña. Ya verás, le acabarás cogiendo el gustillo a esto.
-¿Tú llevas haciendo esto mucho tiempo?
-Veintitantos años, y los que me quedan.

Su determinación me hace sonreír, se nota que le gusta lo que hace, que lo disfruta. Es verdad que es un riesgo, que es muy fácil que todo se vaya a la mierda y que nuestras vidas peligren, pero si cada vez que ayudo a alguien voy a sentirme como hoy, no me extraña que Sonia quiera hacerlo durante el resto de su vida.

-Es peligroso-dice, como si me estuviera leyendo la mente-, pero vale la pena.
-Me da un poco de miedo no ser capaz-le confieso, abrumada por la confianza que inspira en mí.
-¡Pero chiquilla! ¿Tú has visto lo que has logrado hoy? ¿Cómo no vas a ser capaz?
-No sé-sonrío, tímida-. ¿No es muy difícil cuando se os escapa algo y falláis?
-Natalita, claro que lo es-suspira, colocando un pelo rebelde detrás de mi oreja-. Pero lo que no podemos olvidar nunca es el bien que hacemos. La gente que gobierna en nuestro país son unos mentirosos, unos manipuladores que llevan años y años engañando a todo el mundo. Y, déjame decirte, últimamente están haciéndolo todo peor aún. Aquí tenemos una oportunidad de evitar una mínima parte de ese mal que hacen, y esa mínima parte es a la que nos tenemos que aferrar para seguir adelante.
-Ya, eso me han dicho-recuerdo la conversación que tuve el viernes con María, después de la reunión.
-Y ya verás, igual que hoy salvamos a Nacho, la semana que viene ayudaremos a otra persona, y la siguiente a otra, o a otras.

Sempiterno || AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora