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En todo lo que va de día, mi cabeza no ha parado de darle vueltas a lo que hablaba anoche con Alba sobre la diferencia entre la Residencia y el Exterior. Si nos han engañado durante tantos años sobre los salvajes, ¿quién sabe sobre qué más nos han podido engañar? Incluso me hace plantearme si lo que cuentan sobre la guerra biológica de hace dos siglos es real o no. A veces me da la sensación de que el control extremo que pretenden tener sobre todo el mundo es consecuencia de una gran mentira, o una serie de ellas, que no quieren que sean descubiertas. ¿Por qué si no querrían hacer de nosotros meras marionetas? Ese es el mayor problema que veo hoy por hoy con el gobierno que tenemos: ellos deciden dónde vivimos, cómo, a qué nos dedicamos, dónde comemos, e incluso qué decimos. Y si alguien se sale lo más mínimo de eso, está en problemas. Recuerdo que en las clases que di sobre historia cuando era niña, nos hablaron de las ciudades como las conocían antes de que pasara todo esto, y que nos las pintaban de caóticas y desastrosas, llegando a conducir a una guerra irremediable. Ahora me pregunto si ese caos no significaría realmente libertad. 

-¡Natalia!-María aparece corriendo por el pasillo acristalado-¡Joder, media hora para encontrarte! ¡Ven, es Alba!-su voz suena con tanta urgencia que el nombre de Alba hace que me dé un vuelco al corazón.
-¿Le ha pasado algo?
-Coño, tú ven conmigo y te lo explico-en cuanto está lo suficientemente cerca, da un tirón de mi brazo y yo me dejo guiar, empezando a preocuparme-A ver, no le ha pasado nada. Espero.
-¿Pero cómo que esperas, María?
-¡Tía pues que no lo sé!
-Vale, pues explícame lo que sabes-intento relajarnos a ambas.
-Pues así resumiendo, que nos han pillado estando donde no deberíamos estar, y el agente que nos ha visto ha sido un asqueroso y bueno, tú conoces a la Reche-María me arrastra al hueco de las escaleras, donde seguramente vamos a tener más privacidad para hablar.
-¿Qué os ha hecho? ¿Dónde estabais?-la interrumpo.
-Eso es más largo de explicar. Lo importante ahora es que vayas a buscarla porque se la ha llevado arrestada.
-¿Arrestada? ¿Pero qué coño ha hecho?-me altero.
-Pues que el tío ha tocado más de lo que debía y Alba le ha dado una buena bofetada bien merecida, pero claro, solo ha servido para desatar más la furia y el orgullo del otro.
-Me cago en la puta-me llevo las manos a la sien, tratando de pensar rápido pero viéndome incapaz de hacerlo-. Vale, voy a ir a por ella. Tú avisa a Víctor.
-Vale, date prisa.

Salgo corriendo escaleras arriba, demasiado impaciente como para esperar al ascensor y seguir su ritmo, aunque una vez llego a la vigésima planta, en la que están las celdas y las pequeñas salas de interrogatorio que usamos para los civiles, siento que me falta el aliento. Avanzo por los pasillos todo lo rápido que puedo, tratando de disimular mis prisas pero con el corazón en un puño. No sé con quién se habrá metido en este lío Alba, pero sea quien sea, si ha llegado a arrestarla es porque no tiene buenas intenciones. Al llegar por fin a las pequeñas salas de interrogatorio, tan solo una de ellas tiene la puerta cerrada, así que al menos puedo ir a tiro fijo. No me lo pienso dos veces antes de abrir la puerta de golpe, sin molestarme en llamar ni que sepan de mi presencia hasta que entro. Cuando lo hago, mi corazón se encoge aún más en mi pecho al ver la escena con la que me encuentro, y por un segundo me tiemblan las piernas. Hay dos agentes aquí dentro, y están tan ensimismados en su tarea que ni siquiera se han percatado de mi presencia. La única que lo ha hecho ha sido Alba, que está esposada y atada a una silla en el centro de la habitación, y un rayo de esperanza atraviesa su mirada cuando se cruza con la mía. Su camiseta está hecha jirones, dejando al descubierto todo su torso desnudo; y las rojeces en su cara muestran que le han pegado con poca compasión. Mientras uno de ellos tira de su pelo hacia atrás, el otro acerca peligrosamente la mano hacia su pecho, ambos riéndose de Alba cuando se queja por el dolor del tirón.

-¿Se puede saber qué coño está pasando aquí?-intento que mi voz suene firme, pero no lo consigo. También intento controlar el temblor de mis puños, que gritan por impactar contra las caras de estos dos imbéciles, pero tampoco lo consigo.
-Pues aquí la salvaje en potencia esta, que le ha parecido divertido pegarme y estamos dándole una lección.
-Creo que ya se la habéis dado-estoy tan enfadada que siento que me tiembla hasta el alma, y obviamente, la voz no iba a ser menos-. Largaos.

Sempiterno || AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora