28

1.5K 81 1
                                    

Aquel sábado todo el Refugio estuvo alerta durante todo el día, pero no ocurrió nada. Ni el domingo, ni el lunes, ni el martes. Ni ninguno de los doce días que han pasado desde entonces. Teníamos miedo y nos esperábamos lo peor, pero lo peor parece no llegar.

-¿Crees que nos precipitamos al pensar que ocurriría algo?-le pregunto a Sonia, que se apoya en el marco de la puerta al pasar por aquí y verme tirada en el suelo de una de esas salas del refugio que no sirven para nada pero sirven para todo.
-Puede ser-contesta-¿Puedo?
-Claro.

Le paso uno de los cojines que hay a mi lado, y lo coge al vuelo sin problemas. Desde aquel día en la cena, no la he visto mucho más aparte de cruzarnos por algún pasillo o en el comedor, pero no nos hemos parado a hablar.

-¿Qué te trae por aquí?-se acomoda con la cabeza a mi lado, pero con los pies en la dirección contraria a la mía.
-¿Por aquí?-repito, un tanto confusa.
-Cariño, llevas un buen rato aquí tirada. No creo que sea por aburrimiento, ¿no?
-No precisamente, no-admito, con una sonrisa tímida.
-¿Qué es lo que te anda molestando?
-Todo un poco, no sé. ¿Tú qué haces por aquí?
-Natalia, si te crees que vas a engañar a una vieja como yo con los trucos de cambiar de tema, vas lista.
-Hala, pero qué exagerada, tú no eres vieja-me río, viéndome acorralada cuando pilla mi estrategia de lleno.
-Hacer la pelota tampoco va a funcionar, ¿eh?-se ríe-. Mira, yo sé que a veces cuesta sacar lo que tenemos dentro, pero cuando lo hacemos, nos sentimos mucho mejor. ¿Por qué no pruebas?
-Porque no creo que vaya a servir de mucho-admito al fin.
-¡Pero si no lo has intentado! Además, a mí no me engañas. Tú tienes ese caparazón grueso a tu alrededor, no te gusta dejar que la gente vea que te afectan las cosas, pero lo hacen. Bajo esa apariencia de que puedes con todo, con tu uniforme de agente y el rostro siempre impoluto, en el fondo eres un cachito de pan. Y sufres, como sufrimos todos, y te duelen las cosas, porque es normal. Y que te lo guardes para ti solo va a hacer que te duela cada vez más.
-¿Tú estás segura de que solo eres enfermera y no psicóloga o algo así?-Sonia suelta una carcajada al escuchar mi respuesta.
-Ay, cariño, soy enfermera, pero precisamente por eso he tratado con mucha gente. Y ahora dime, ¿qué es lo que anda rondando esa cabecita?
-Pues todo-termino confesando-. O sea, por un lado está todo lo del cargamento y no sé qué, que ya no sé si fue todo un error, si estoy siendo demasiado paranoica, o qué. Pero el último año y pico estaba empezando a ser horrible, y ahora es todo tan maravilloso que estoy segura de que se va a estropear.
-¿Por qué dices eso?
- Mira, Sonia, he pasado años sintiéndome mal con lo que hacía. Cada vez me daba más asco salir al exterior con el maldito uniforme granate, y ponerme a arrestar a gente, quedarme mirando en los juicios hicieran lo que hicieran, ver cómo acababan después. Saber que yo era parte de todo eso me estaba matando por dentro.
-Y es normal que lo hiciera-interviene-, eres de corazón puro. Por mucho que te dijeran que era lo correcto, tú no lo sentías así.
-Claro que no lo sentía así, mi trabajo se resumía en llevar a gente al matadero.
-Bueno, no hay que ser tan brusca.
-Pero es lo que era. Sin embargo, luego conocí a Alba y era todo un poco más llevadero, hasta que aquí la masoquista número uno tuvo que encoñarse.
-¡Yo sabía que aquella mirada significaba algo más!-suelta ella, emocionada.
-Pero eso también ha sido en parte horrible.
-Cariño, ¿pero horrible por qué? Enamorarse es precioso.
-Es precioso cuando no te enamoras de otra chica, Sonia. ¿Cuántas veces crees que me han dicho a lo largo de mi vida que la gente que hacía esas cosas estaba enferma? ¿Que no es lo natural?
-¿Pero quién dice que lo natural es lo óptimo? Mira, hay enfermedades naturales, como el cáncer, que no son buenas, querida, son pesadillas. Y es natural, es un proceso biológico que no podemos impedir, quizás tu cuerpo lo desarrolla o quizás no, pero al fin y al cabo es una enfermedad que te puede matar y que es más natural que tú y que yo. No todo lo natural es lo bueno.
-Nunca lo había pensado así-musito.
-Es que, ¡qué manía tiene la gente con "lo natural"! En vez de dejar a cada persona hacer lo que le parezca, tienen que entrometerse y opinar sobre lo que es normal y lo que no. ¡Sus obsesiones con controlar a todo el mundo sí que no son normales y nadie les dice nada!
-Como para decirles algo.
-Mira, enamorarse es algo maravilloso, sea quien sea la otra persona. Y deberías disfrutarlo sin hacer caso a lo que te diga nadie más. Deberíais disfrutarlo.
-¿Tú has estado enamorada alguna vez?-por primera vez en la conversación, desvío mi mirada hacia ella y observo cómo se reúnen las arrugas alrededor de su ojo cuando sonríe con ternura.
-Sí, pero ya hace muchos años de eso.
-Las cosas hay que hablarlas-le digo, usando el mismo argumento que usó ella antes conmigo-. Venga, cuéntame tu historia. ¿Quién es, le conozco?
-No, no le conoces.
-¿Pero estáis casados?
-Sí, nos casamos. Verás, él era un agente como tú, y yo acababa de llegar a la Residencia de la formación como enfermera.
-¿Tu marido es agente? Pero ahora habrá ascendido, ¿no? ¿Cómo se llama?
-No intentes ubicarlo, querida. A mi Miguel me lo ejecutaron hace ya muchos años. Seguro que tú ni siquiera vivías aquí aún.

Sempiterno || AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora