Cuando salí de la reunión, Javi, Lucía y Marta me esperaban en la habitación, y les conté todo lo que había hablado con el señor Barusto, incluida la parte de que me iban a estar vigilando con lupa a partir de ahora. Ellas se quedaron tranquilas al saber que no habían tomado ninguna medida de mayor importancia que la de vigilarme, pero Javi aún estaba preocupado, ya que me conoce y sabe que voy a tener que disimular muy bien. Y también sabe que me va a resultar difícil, porque a pesar de que llevo años haciendo esto, nunca me ha gustado tener que hacerlo. Y a partir de ahora, gestos como el del otro día de no ir a celebrar con el resto de la patrulla a la vuelta de la redada, podrían ponerme en el punto de mira.
Ahora estoy yendo a hablar con Víctor para comunicarle lo ocurrido, él mismo me pidió que así lo hiciera. Al fin y al cabo, lleva seis años siendo mi jefe, y también estaba preocupado por lo que pudiera pasar. Un fuerte grito hace que se me hiele la sangre y me paralice en medio del pasillo, aunque apenas tardo unos segundos en volver en mí y empezar a buscar el origen de tal sonido. Otro grito. Me apresuro, adentrándome por los pasillos laberínticos a un ritmo rápido, casi corriendo. Sé que me estoy acercando porque escucho una voz masculina, pero aún es demasiado lejana. Un tercer grito, esta vez ahogado, hace que termine por echar a correr. ¿Pero qué coño está pasando? Saco del cinturón mi taser, preparándome para lo que me pueda encontrar al girar una última esquina hacia la derecha. Y es entonces cuando veo a un chico de espaldas, pataleando con fuerza un cuerpo que yace en el suelo. El chico es un oficial, lleva el reconocible uniforme granate; pero hasta que no me acerco más no soy capaz de reconocer a la persona a quién está atacando. Cuando lo hago, frunzo el ceño, sin poder evitar preocuparme un poco.
-¿Qué pasa?-pregunto, sobresaltando al chico, que se gira para mirarme. Genial, es Héctor.
-Hola, Natalia-mientras me habla, posa un pie sobre las costillas de la rubia del bosque, que está de espaldas a mí. La he podido reconocer gracias a su pelo, el color casi blanco y las raíces oscuras, mostrando que no es su color natural, la han delatado.
-¿Qué ha pasado?-insisto, intentando no sonar excesivamente implicada.
-La zorra esta, la he pillado saliendo del despacho de Víctor.¿Saliendo del despacho de Víctor? ¿Que hacía ahí? No tengo ni idea de lo qué haría, pero sí tengo muy claro que entre los planes de Héctor no figura el dejarla marchar sin más. Le conozco lo suficiente como para saber que, para él, cualquier excusa es buena para pegar un par de patadas, dar un puñetazo, e insultar. Insultar todo lo que sea posible y más. Héctor es una persona impulsiva, bastante agresiva y llena de desprecio. Alguna vez incluso he llegado a pensar que, si él no estuviese en la patrulla, mi trabajo me costaría un poco menos; porque por lo menos nos ahorraríamos todos los comentarios desafortunados y gran parte de la violencia durante cada jornada de trabajo.
-¿Me puedo encargar yo?-le pregunto, señalando con la barbilla a la chica con una expresión de puro desprecio.
-¿Tú?
-Venga, llevo mucho sin liberar adrenalina. Me va a venir bien-le pido.Héctor me mira de arriba a abajo, no muy convencido, pero finalmente se encoge de hombros y yo dejo escapar el aire que había estado conteniendo. Da un paso hacia mí y yo aprovecho para acercarme y coger del brazo a la muchacha, que ni siquiera se ha movido para comprobar qué pasaba. La levanto con fuerza y la arrastro hasta la puerta que tenemos al lado.
-¡Te debo una!-le digo a Héctor mientras giro el manillar y deslizo mi mano hasta la nunca de la rubia, agarrándola con fuerza-¡No te preocupes, yo me encargo de que no quiera volver a poner un pie aquí!
Con toda la fuerza que me permite mi brazo izquierdo, empujo a la joven hacia dentro de la habitación vacía, que parece una especie de sala de juntas. Cierro la puerta a mis espaldas y, cuando me giro hacia ella, me cuesta reconocer a la chica valiente y vacilona del otro día, la que me pedía que fingiese no haberla visto en el bosque. Ha caído al suelo con mi empujón, y con manos temblorosas se cubre una cara manchada de sangre. Frunzo el ceño ante esta imagen, por algún motivo que no logro entender, se me encoge el corazón al verla tan indefensa y vulnerable. Doy un par de pasos lentos para llegar a dónde está ella, que se sobresalta cuando las yemas de mis dedos rozan su antebrazo. Enseguida retiro el contacto, que he sentido como una descarga eléctrica en mi piel. Me arrodillo frente a ella, que se encoge aún más, como si al hacerse pequeña yo fuera a dejar de verla.
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Sempiterno || Albalia
Fanfiction"-Nat, ¿tú crees en el destino?-Alba gira su cabeza, apoyada en mis piernas, hacia mí. -¿Y esa pregunta? -No sé. ¿No la contestas? -No sé si en el destino como tal-respondo, arrastrando la manta que cubre su cuerpo hasta su hombro-. Creo que eso es...