-¿Se puede saber en que estabas pensando?-suelta Marta, cerrando la puerta de la habitación a sus espaldas.
Hemos pasado todo el camino de vuelta en silencio, yo porque no me apetecía abrir la boca y ella porque estaba esperando para regañarme en privado.
-¿Pero y qué querías que hiciera? ¿Dejar que la viole en público? ¿Eso también es parte del espectáculo?
-¡Cualquier cosa menos intervenir así! Joder, ¡que se ve a la legua que es un pez gordo, Natalia!
-Me da igual, se estaba pasando de la raya. Y no iba a hacerlo delante mía.
-Claro, mejor que te despidan, ¿no? O lo que es mejor, que le dé por ti y te haga la vida imposible.
-No va a pasar eso, es la primera vez que veo a ese tío interrogando, no creo que tenga tanto poder.
-No sé qué coño te ha dado, pero esa gente son animales, Natalia. Pueden engañarte y hacerte ver que son como tú y como yo, pero no lo son. ¡Pero si ni siquiera viven en sociedad, por favor!Quiero mucho a Marta, y precisamente por eso, no me gusta nada hablar de este tema con ella. Tiene básicamente la misma opinión sobre los de fuera que todo el mundo, una opinión que difiere bastante de la mía. Me parece bien que les arresten si actúan contra nuestro gobierno, pero, ¿de ahí a tratarles como lo hacen? Creo que hay una diferencia bien grande.
-Habría actuado igual si hubiese sido cualquier otra chica de aquí-le digo.
-Ese es el problema, no es ninguna chica de aquí. Si han arrestado a esa chica, será por algo, no creo que sea ninguna santa. Así que la próxima vez, haz lo que se te ordena y no vayas de heroína por la vida, ¿está claro?
-Joder, ¿pero tú quién te crees que eres?¡No tienes ningún tipo de autoridad sobre mí!Me levanto furiosa del colchón, lanzando un cojín a la pared que hay justo frente a mí, y camino con determinación hacia la puerta.
-Eso es, tú vete, que así se soluciona todo.
-Te juro que a veces te mataría.La puerta se cierra con un golpe seco tras de mí, y empiezo a andar hacia los ascensores. El pasillo está casi desierto, ya que a estas horas la mayoría de la gente está o bien trabajando, o bien desayunando los más afortunados. Mis pasos son fuertes, decididos, movidos por el enfado. Joder, ¿se puede saber por qué se pone así conmigo? ¿Qué es que ella prefería dejar que violase a la chiquilla ahí, delante de todos? Resoplando, pulso el botón con impaciencia, ya que el ascensor no parece querer hacer su trabajo, y a mí me está poniendo cada vez más nerviosa lo de esperar aquí parada. Al final, decido tomar las escaleras. Total, es hacia abajo, no puede ser tan duro.
Cuando por fin llego a la planta baja, tengo que parar unos segundos para coger aire. Es hacia abajo, sí, pero no dejan de ser 15 plantas. Me arden los músculos de las piernas, que tiemblan como flanes, pero en realidad me alegro porque he conseguido deshacerme de gran parte del estrés que tenía encima. Cuando por fin recobro la compostura, empiezo mi camino hacia el comedor, que afortunadamente no está lejos de las escaleras. No hay mucha gente, así que no me resulta muy difícil encontrar el pelo rizado de Javi, y camino hacia él.
-¡Hola, Natalia!-saluda Héctor, que está sentado frente a mi amigo. Yo correspondo con un movimiento de cabeza.
-¿Podemos hablar?Javi, que no me ha quitado la vista de encima, asiente con rapidez mientras se termina el zumo de su vaso de un sorbo. Me doy la vuelta para que me siga, y no tardo en escuchar que lo hace.
-¡Eh!-grita a nuestra espalda su compañero-¡Diez minutos, que empezamos el turno!
-¡Tranquilo, Héctor! En diez minutos nos vemos en la entrada.Recorremos en silencio un camino que ambos conocemos bien: al salir del edificio, girar a la izquierda y andar hasta el primer árbol, donde giramos hacia la derecha, adentrándonos por un camino de tierra. Para cualquiera podría parecer laberíntico, pero nosotros estamos acostumbrados a recorrer este camino. A los pocos metros hay una roca lo suficientemente grande y plana como para sentarnos perfectamente, y estamos bien escondidos para tener intimidad.
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Sempiterno || Albalia
Fanfiction"-Nat, ¿tú crees en el destino?-Alba gira su cabeza, apoyada en mis piernas, hacia mí. -¿Y esa pregunta? -No sé. ¿No la contestas? -No sé si en el destino como tal-respondo, arrastrando la manta que cubre su cuerpo hasta su hombro-. Creo que eso es...