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Me dieron el alta del hospital hace tres días, pero aún paso casi tanto tiempo ahí como si siguiera ingresada. Marta está cada vez mejor, aunque quieren mantenerla allí para controlar que todo siga bien. A veces hago turnos con Javi para quedarnos con ella, otras veces con su amiga Marilia, a quien conoce desde que eran pequeñas, e incluso alguna vez Sonia se ha vuelto a ofrecer si tenía un rato libre. Ahora, por ejemplo, ha sido la propia Marta quien me ha convencido de que vaya a cambiarme y a buscar a Alba, ya que llevo sin verla desde el día que vino a verme al hospital y, según mi amiga, "tengo que ir a aclarar la cabeza". Y la verdad es que razón no le falta. Así que eso he hecho, he pasado por mi habitación para darme una ducha y adecentarme un poco y ahora estoy de camino al estudio de tatuajes por probar suerte y ver si está allí. Como aún no me he reincorporado al trabajo, no llevo el uniforme sino que he tenido que elegir qué ropa ponerme, y eso me ha hecho perder más tiempo del que me gustaría. Al final me he decidido por una camiseta mostaza de cuello alto, con unos vaqueros y el pelo suelto. Gracias a mi buena memoria visual y mi sentido de la orientación hoy no me hace falta consultar ningún mapa para encontrar el estudio, así que voy directa a él. Una chica espera en las sillas de fuera, ojeando un catálogo, mientras que María teclea en el ordenador. Levanta la vista y sonríe cuando me ve, aunque no llego a acertar si me ha reconocido o no.

-Espera, que llamo a Alba-me dice, respondiendo a la pregunta que no he llegado a formular en voz alta, y se va directa a la puerta con el sol dibujado-. ¡Reche! ¡Te buscan!

Le dedico una sonrisa de agradecimiento cuando se gira para volver al mostrador, y los nervios atacan mi estómago sin piedad cuando escucho la puerta abrirse. Alba se asoma, con el pelo suelto y una cinta negra sujetando su flequillo hacia atrás. Lleva una camiseta negra ceñida y unos pantalones anchos, de rayas blancas y negras, que le quedan espectacularmente bien. No puedo evitar pensar que el dibujo que hay sobre su puerta no podría ser más acertado para ella, porque realmente cuando se asoma, parece iluminar la estancia más aún, como si fuera el mismísimo sol. Yo me debato por unos segundos entre la opción de que la luz proceda de ella misma y la de que venga del interior de su estudio, aunque enseguida descarto la segunda opción. Es ella, es su brillo.

-¡Natalia! ¿Qué haces por aquí? ¿Has cambiado de idea y quieres un tatuaje?-parece feliz de verme, y eso me hace sonreír por algún motivo.
-No, no va a ser tan fácil-me río-. Venía para ver si podía robarte un rato-le digo, rascándome la nuca con nerviosismo.
-Ay, es que justo llegué del descanso hace quince minutos.

Claro, si es que has tardado demasiado en decidir qué te ibas a poner y ahora, mira, no sirve de nada. Si es que eres tonta.

-Anda, sal un rato-interviene María-, que no tienes a nadie hasta dentro de...-hace una pequeña pausa, comprobando la pantalla-una hora y media. ¡Venga, vuela!
-Gracias, Mari-le dice la más baja de las rubias-¡Te debo una!
-Me debes muchas-contesta la otra, sonriendo-. Y tú, devuélvemela entera, haz el favor. Que luego tiene que tatuar.
-No te preocupes, en una hora y media la tienes aquí lista para clavar agujas a algún pobre inocente.

Alba coge un bolso de su pequeño cuartito y sale de nuevo, corriendo con pequeños pasos.

-No sabía que te habían dado ya el alta-me dice, cuando empezamos a caminar.
-Pues ya ves, ya soy libre. Aunque estoy pasando casi el mismo tiempo allí metida que como si no lo fuera.
-Es verdad, tu amiga sigue allí, ¿no? ¿Cómo va, hay novedades?
-¡Y tanto! Se despertó hace como cinco días.
-¿En serio?-Alba se para y me mira, sonriendo-¿Y está bien?
-Sorprendentemente, sí.
-¡Pero eso es genial!

Antes de que me pueda dar cuenta, sus brazos rodean mi cintura y me invade un olor fresco, como a limón y hierbabuena, que me transporta a un jardín que nunca he visitado, a una estampa veraniega. Al principio no sé muy bien cómo reaccionar, pero pronto me relajo y le devuelvo el abrazo. Con su cabeza justo bajo mi mejilla, pienso en lo acertada que es la fragancia que desprende, porque transmite justo lo mismo que ella: frescura, alegría, color. Es curioso cómo una persona puede transmitir "color", pero ella lo hace; Alba transmite la alegría de un color brillante. En cuestión de segundos noto como sus brazos relajan la presión a mi alrededor y sé que tengo que deshacerme del abrazo, con el corazón a mil por hora, tratando de aparentar que estoy tranquila.

Sempiterno || AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora