-¡Natalia! ¿Se puede saber qué te pasa? Llevas rarísima desde anoche.
Marta sacude una mano delante de mi cara, como intentando llamar mi atención.
-Perdón, perdón. ¿Me habías dicho algo?
-¿No me vas a contar qué te pasa?
-Marta, ayer fue un día duro. Dame un poco de tregua.
-Ya, y por eso estás así, ¿no?
-Sí, por eso estoy así. Algunas no tuvimos tanta suerte como tú y estuvimos delante cuando Héctor disparó a esa niña. Y a las otras cinco personas a las que disparó.
-Y si es eso, ¿por qué ha venido Alba a preguntarme por ti esta mañana?Siento mi estómago estrujarse dentro de mí como si estuviera atrapado por unas manos gigantes que tratan de asfixiarlo, pero tengo que mantener la calma y disimular lo mejor que pueda, porque el verdadero motivo por el que estoy así no puedo explicárselo ni lo voy a poder hacer nunca.
-Pues no lo sé.
-Ya. ¿Habéis discutido?
-No.Marta es la única persona al corriente de lo que me pasa con Alba, desde aquella primera conversación que tuvimos en la azotea sobre lo que sentíamos. Me dedica una mirada desconfiada, coronada por un ceño fruncido, ante la cual yo me giro sobre mí misma y me tapo la cabeza con la almohada.
-¿Se puede saber por qué me mientes?
-No me apetece hablar de ello-este no es el verdadero motivo por el que no le digo nada, pero tampoco es que sea una mentira.
-Eres cabezona como tú sola, Natalia-hace una pausa-. Mira, no sé qué ha pasado, pero deberías hablar con ella. Estaba preocupada, y bastante afectada. No creo que sea necesario dejar que siga así durante más tiempo.
-No me apetece hablar con ella.
-Natalia, por favor-suspira Marta-, ¿pero por qué no me explicas lo que ha pasado para que no te apetezca ni hablar con ella? Si sois como siamesas todo el día juntas.
-No ha sido nada.
-Illo, eres imposible, que lo sepas. Bendita sea la paciencia de esa muchacha porque la va a necesitar.Decido no contestarle, hasta que escucho que se levanta de su cama y me relajo un poco. Por lo menos, parece que se ha terminado el interrogatorio.
-No creo que haya hecho algo tan malo que no merezca ni que le dediques dos minutos.
Sigo sin responderle hasta que escucho que se marcha de la habitación, y es entonces cuando dejo de retener las lágrimas que estaban amenazando con caer. Me duele saber que Alba está mal, anoche fui muy dura con ella y ni siquiera reparé en que ya estaba bastante afectada antes de que le dijera yo nada; pero no por eso tengo yo que ignorar el daño que me ha hecho. Sabía perfectamente que ella para mí era como mi refugio, era el lugar en el que ser sincera, era seguro, y estaba bien. Se lo había dicho más de una y de dos veces, y ella había tenido la hipocresía de decirme que yo también lo era para ella, cuando lo último que era conmigo es ser sincera. Me siento engañada y traicionada de una forma que no había sentido nunca antes, y el no poder hablarlo con nadie lo hace aún peor. Unos nudillos tímidos golpean la puerta de mi habitación, interrumpiendome en plena llorera. Maldita Marta, ¿tan difícil era coger las llaves antes de salir? Me seco las mejillas con dos movimientos rápidos del dorso de la mano, malhumorada, y me levanto para abrirle la puerta. Estoy a punto de ponerme a regañarle por no haber cogido sus llaves cuando me encuentro a medio metro de mí a una Alba con expresión triste.
-Nat-susurra.
La observo durante unos segundos, mordiéndome el interior de la mejilla mientras sus ojos me piden que le escuche, tan acostumbrados a hablarme como están. Sin mediar palabra, vuelvo a arrastrar la puerta hasta el marco, pero un pie se pone de por medio para impedirlo.
-Por favor, solo dos minutos-su voz suena ahogada tras la madera.
Con un suspiro, y tras varios segundos de silencio, suelto la puerta y camino hacia mi cama, sin cerrarla a mis espaldas. Escucho cómo entra y cómo avanza con timidez por la habitación, hasta que giro sobre mí misma y me la encuentro a dos pasos escasos de mí. Me quedo de pie porque así me siento más dura, menos accesible, y no voy a parecer frágil.
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Sempiterno || Albalia
Fanfiction"-Nat, ¿tú crees en el destino?-Alba gira su cabeza, apoyada en mis piernas, hacia mí. -¿Y esa pregunta? -No sé. ¿No la contestas? -No sé si en el destino como tal-respondo, arrastrando la manta que cubre su cuerpo hasta su hombro-. Creo que eso es...