Durante los últimos cuatro días, el ambiente en el Refugio ha estado más tenso de lo normal. Además del miedo ante lo que pueda pasar, las decisiones tomadas han creado una serie de diferencia de opiniones. Al día siguiente de enterarnos de lo del cargamento, se reunió a todo el mundo en el comedor para informar de lo que había sucedido. Una gran mayoría estaba de acuerdo con lo de ampliar la cantidad de aliados de la Residencia, pero también hubo gente a la que no le hizo tanta gracia, pues creían que no puede ser buena idea lo de enseñarle esto a tanta gente únicamente por desesperación. Yo sé que soy nueva aquí y que mi opinión quizás no sirva tanto, o que pueda ser distinta de la de los que llevan toda su vida aquí, pero creo que nunca va a ser malo tener a más gente en nuestro bando.
-Víctor, ¿puedes hablar?-he decidido visitar su despacho para consultar con él las que, si por mí fuera, serían mis aportaciones al Refugio.
-Claro, Natalia, siéntate-obedezco, cerrando la puerta tras mi espalda, y me siento frente a él, al otro lado de la mesa-. Dime, ¿ocurre algo?
-No, nada. O sea, quería proponerte algo. Necesitáis a más aliados, ¿no?
-¿Estás pensando en alguien?
-Sí, y tú les conoces. Creo que podemos confiar en Marta y en Javi, Víctor. Llevo dándole vueltas desde el otro día, y estoy segurísima de que nunca serían capaces de delatar a tanta gente inocente una vez se lo hubiéramos explicado todo.
-¿Marta y Javi?-repite, con aire pensativo-¿Estás segura?
-Muchísimo. Puede que sigan engañados por el gobierno, pero sé que si les abrimos los ojos van a recapacitar. No odian a los salvajes, simplemente les tienen miedo. Y te prometo que si les explicamos la verdad y ven con sus propios ojos que no tienen nada que temer, lucharán con nosotros como si llevaran toda su vida en el Refugio.
-Natalia, esto no consiste en meter a tus mejores amigos porque te caen bien.
-Lo sé, y no es lo que estoy haciendo-respondo, un poco ofendida ante esa visión.
-Está bien-suspira-, pero primero debo observarles, debo juzgar por mí mismo si están capacitados o no, ¿de acuerdo?
-Claro.
-¿Algo más?
-Nada, era eso.
-Bien, pues ve a descansar. Mañana puede ser un día largo.Mañana es sábado, mañana llega el famoso cargamento, que aún no sabemos qué puede ser, así que estamos más alerta que nunca. Ni siquiera sabemos si finalmente ocurrirá algo o no, pero no debemos relajarnos. Salgo del despacho de mi jefe y tomo rumbo a los ascensores, camino del jardín. Poco a poco, Alba y yo estamos estableciendo la rutina de vernos en el exterior cada día, después de cenar, y charlar durante horas. Ya sea sobre algo tan banal como lo que hicimos en el día o sobre la utilidad de todo aquello que normalmente se nos presenta como inútil, un tema que a ella le encanta. Queen nos acompaña en la inmensidad de la noche, acurrucada junto a Alba, o sobre ella, y cada vez más acostumbrada a mi presencia. El primer día no parecí gustarle mucho pero creo que me la estoy ganando, porque ya incluso se acerca a olisquearme cuando cree que no la veo. A mí esos ratos en el bosque me dan la vida. Es la primera vez desde que tengo uso de razón que tengo una libertad así, y como me dijo Alba, tengo que aprovechar esos ratos y disfrutar de cuando puedo ser quien realmente soy. Y tanto que lo disfruto. Esos ratos son como cuando hace sol en invierno, y aunque estés a 0°C, sus rayos te bañan tímidamente en calor, reconfortándote. Son como los minutos que alargas en la cama antes de levantarte, o como cuando pruebas bocado de tu comida favorita después de mucho tiempo sin comerla. Para mí, esos ratos son felicidad. Y la felicidad, según lo veo yo, no es algo que dure para siempre, más bien es lo contrario: son sentimientos momentáneos de plenitud, en los que no cambiarías nada de lo que tienes a tu alrededor. La clave es disfrutar de estos momentos pequeños mientras duren, y no obsesionarse con que sean para siempre.
-¡Tss!-llevo un rato tan en mi mundo que no había notado que hubiese nadie cerca, así que cuando Alba me llama desde un banco del jardín, el susto que me llevo es pequeño.
-¡Coño!-me llevo una mano al pecho, que late desbordado-¡Qué susto!
-Perdón-se ríe ella-, es que no me veías.
-Ya, es que estás ahí escondida a oscuras. ¿Qué hacías aquí?
-Esperarte. ¿Has cenado ya?
-Debería, pero he ido a hablar con Víctor y no me ha dado tiempo. ¿Tú?
-Perfecto-responde con una sonrisa de oreja a oreja, sin contestar a mi pregunta.
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Sempiterno || Albalia
Fanfic"-Nat, ¿tú crees en el destino?-Alba gira su cabeza, apoyada en mis piernas, hacia mí. -¿Y esa pregunta? -No sé. ¿No la contestas? -No sé si en el destino como tal-respondo, arrastrando la manta que cubre su cuerpo hasta su hombro-. Creo que eso es...