31

1.2K 78 0
                                    

Cuanto más lo pienso, menos entiendo por qué han organizado una redada de dos patrullas a estas horas. Lo normal sería hacerlo en caso de estar ante algún tipo de emergencia, como cuando creían haber descubierto todo un refugio de salvajes. 'Si ellos supieran', pienso ahora que sé que existe uno y mucho mayor que el que atacamos aquella noche. Sin embargo, aquí estamos, buscando por la ciudad a cinco sospechosos en una de las noches más oscuras del mes. Tenemos linternas, pero aún así la visibilidad es mínima y cuesta mucho movernos entre los edificios vacíos y los escombros. Aprovechando la dispersión del grupo, he informado a Marta y a Javi de nuestro siguiente movimiento: la puerta del refugio está hacia el este, así que primero tenemos que hacer todo lo posible por alejarnos de ese punto. Si nosotros nos movemos hacia ese lado, nuestros sospechosos irán hacia el contrario, y me facilitarán la tarea para guiarles de camino al refugio.

-Vale, voy a buscarles-les informo entre susurros, cuando considero que las patrullas están lo suficientemente distraídas-. Tened cuidado, ¿vale?
-Tú también-Marta busca mi mano para darle un apretón antes de volver a salir corriendo en la dirección opuesta, gritando un "¡por allí he oído algo!".

Estoy casi segura de que tengo vía libre de aquí a la entrada del refugio, pero aún así me muevo con cautela, escondiéndome entre las paredes e intentando hacer el mínimo ruido posible con mis pasos. La tarea de ahora es difícil, sobre todo porque no sé si encontraré a alguien o si no daré con ninguno de los sospechosos. Quién sabe dónde pueden estar. Empiezo a barrer los edificios todo lo rápido que puedo, subiendo y bajando escaleras a una velocidad vertiginosa, hasta que por fin doy con algo: diviso una pierna esconderse tras un muro de ladrillos. Bien, ya tengo uno. Me acerco al muro despacio, tratando de resultar lo menos violenta posible, y me asomo con cuidado tras él. Allí descubro cuatro rostros que me miran horrorizados, tapándose la boca y tan abrazados entre sí que no sé cómo ocupan tan poco espacio.

-Está bien-susurro, intentando mostrarles toda la calma que me es posible-Está bien, chicos.

Son tres chicos y una chica, con edades bastante variadas, creo. Aunque es difícil distinguirlo porque trato de no apuntarles directamente a sus rostros con la linterna.

-Soy del refugio, estáis a salvo.

Pero no conocen el refugio, sus caras me lo dicen. Apenas puedo verlas pero el pánico no las abandona en ningún momento, así que sé que no conocen el refugio.

-Está bien-hago una pausa, necesito encontrar las palabras adecuadas con las que convencerles para que me acompañen-. Soy agente, sí, pero no voy a arrestaros. Mis compañeros, sin embargo, sí que planean hacerlo así que deberíamos actuar rápido. Os puedo llevar a un sitio en el que estaréis a salvo pero tenéis que confiar en mí, ¿vale? Pero tenemos que movernos ya.

Intento bañar mi voz de dulzura cuando hablo, para así parecerles más accesible, más sincera. Sé que en este tipo de situaciones, mi físico juega en mi contra, porque me lo han dicho más de una y de dos veces. El pelo oscuro, la mirada oscura, la altura y la mandíbula marcada son el mix perfecto para dar una primera impresión bastante alejada de la cercanía y la simpatía.

-Por favor, confiad en mí-susurro antes de darme la vuelta y dirigirme, con pasos lentos, a la puerta más cercana.

Escucho un cuchicheo de pavor a mis espaldas pero, pocos segundos después, varios pares de pasos se unen a los míos, y sonrío con satisfacción. Me vuelvo a girar hacia ellos para dedicarles una sonrisa e informarles de cuál será nuestro próximo movimiento, y al hacerlo descubro que siguen sin confiar del todo en mí porque se mantienen a por lo menos un par de metros de mi espalda. Es normal, yo tampoco confiaría a la primera de cambio.

Sempiterno || AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora