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Tengo el estómago revuelto. Desde que me enseñó el refugio, Víctor ha intentado apartarme de los juicios todo lo posible, porque sabe lo mucho que me cuesta aguantar el tipo, pero a veces es inevitable que acabe vigilando uno. Y hoy ha sido una de esas veces. El detenido era un hombre de unos cincuenta y tantos, pero estaba tan delgado y con un aspecto tan frágil que creo que ha vivido fuera toda su vida. Desde luego, por el refugio no creo haberle visto nunca. Aún así, no conocerle no implica que me dé igual ver cómo se lo cargan a hostias mientras la gente vitorea. Noto cómo me sube la bilis de nuevo, amarga y desagradable, pero hago un esfuerzo por mantenerla en su lugar mientras con el dorso de la mano me seco las lágrimas que amenazan con caer. En cuanto ha terminado el juicio, he subido a la azotea para despejarme, sin importarme que fuera tarde e hiciera frío. Ahora, hecha un ovillo sobre el techo de la Residencia, me dejo golpear por el viento para que sea él quien me ahogue y no la presión que siento en el pecho. Ignoro tres llamadas de Marta, que se suceden en cuestión de dos minutos, pero al ver que mi teléfono vuelve a sonar una vez más decido contestar.

-Nataliuca, por fin-dice al otro lado de la línea en cuanto descuelgo-, ¿se puede saber dónde te metes?
-Por ahí-respondo-, me apetecía estar sola un rato.
-Cariño, pero una cosa es un rato y otra dos horas. Que nos tenías preocupadas.
-Pregúntale dónde está-escucho, más lejana, la voz de Alba.
-Pero si ya le he preguntado eso-responde Marta.
-Otra vez.
-Tu novia quiere saber dónde estás.
-Claro, que soy la única.
-Bueno, no, no eres la única.
-¡Natinat!-¿esa es Elena?-Trae, dame esto-el ruido provocado por un pequeño forcejeo me hace sonreír levemente-¿Natalia?
-Hola, Elena.
-¡Buah, qué pasada! ¡Que te escucho!
-Y yo a ti-me río.
-¿Pero y puedo escucharte estés donde estés?
-Sí.
-Quiero uno de estos.
-¡Elena, pero céntrate!-otro forcejeo, quejas de Elena, y de Marta, y luego la voz con tono de urgencia de mi rubia-¿Nat? Nat, mi vida, soy Alba.

Sonrío otra vez, no estoy acostumbrada a escucharla llamarme así pero creo que podría hacerlo.

-Hola, Albi.
-¿Pero cómo que "hola, Albi"? ¿Dónde estás? ¿Estás bien?
-Sí, estoy bien. Solo me apetecía estar un rato sola.
-¿Pero dónde estás? Se te escucha fatal.
-Debe ser el viento-le explico-. Estoy en la azotea.
-¿En la azotea con el frío que hace? ¡Que vas a pillar algo! Y ya tuvimos suficiente con lo mío, para que ahora que estoy bien caigas tú-me riñe-. Venga, ven al refugio y cenamos algo.

Al otro lado de la línea se vuelve a escuchar un forcejeo, quejas por parte de las tres, y no puedo evitar reírme. Las estoy imaginando a las tres echadas sobre el móvil, peleando por cogerlo, intentando hablar mientras las otras dos se le echan encima.

-Si me traes algo rico de camino te amaré por siempre-dice Elena, de lejos.
-Los espárragos a la plancha están ricos-esa es Alba.
-Te esperamos aquí, Nat.
-¡Con una pizza de esas de la otra vez!

Un pitido, indicando el final de la llamada, y una sonrisa en mi cara. Realmente tengo que querer a estas tres personas si han conseguido hacerme reír justo en este momento. En realidad, sí que me apetece verlas. Me levanto y, cerrando la chaqueta con ganas sobre mi pecho, emprendo mi camino hacia el refugio. Eso sí, no sin antes pasarme por la cafetería de Vicky y comprarle a Elena un donut relleno de crema pastelera. Probablemente preferiría uno de chocolate, pero oye, ya está bien con la discriminación a la crema pastelera. ¿Que igual le doy algunos demasiados caprichos? Pues mira, puede ser. Pero no voy a negar que me encante ver su cara de ilusión al probar cosas nuevas, y más aún delicias como una buena pizza o un dulce. El contraste de temperatura entre el interior de la residencia y el jardín me hace tiritar, y suspirar de alivio cuando vuelvo a estar protegida del aire frío. Nada más entrar en el refugio, me las encuentro a las tres de frente, sentadas en el suelo al otro lado del hall. Elena es la primera en levantarse, y viene corriendo para darme un abrazo.

Sempiterno || AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora