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Muevo mis brazos sobre la cama, aún en ese punto intermedio entre estar dormida y despierta, y busco el cuerpo de Alba a mi lado, pero no lo encuentro. Frunzo el ceño y arrugo la nariz con desagrado cuando compruebo que no está aquí, que estoy sola. Es en ese momento cuando abro los ojos y me descubro en la habitación de Alba, efectivamente sola, y con más luz de la que debería entrando por la ventana. ¿Qué hora es? Me froto los ojos adormilada y, con un bostezo, compruebo mi reloj. Mierda. Las once y media. Se suponía que había quedado con Alba para desayunar juntas a las nueve, antes de que entrara a trabajar. Me levanto de un salto en busca de mi ropa, pero lo primero que encuentro es un papel doblado, encima de la mesita de noche. La palabra "Nat" está escrita a rotulador en el centro, y casi puedo escuchar la voz de Alba al leerla.

"Buenos días, marmota. Me he ido a trabajar, estabas durmiendo tan plácidamente que no he querido molestarte. Encima de mi mesa te dejo tu ropa, un café y un cruasán de la cafetería de Vicky, por si el comedor está cerrado cuando te despiertes. Y luego pásate por el estudio, ¿vale? ¡Nos vemos!"

Tiene la letra más bonita del mundo. Y es la persona más adorable del mundo, también. Levanto la vista hacia el escritorio y, efectivamente, ahí está mi ropa junto a una pequeña bolsa de papel marrón. Me echo sobre ella en busca de mi adorada cafeína y, por qué no decirlo, de mi adorado cruasán. Nunca me cansaré de darle las gracias a Vicky por vender los mejores dulces de la Residencia. Me visto y salgo de la habitación, intentando que no me vea nadie, para dirigirme a la mía y poder ducharme y vestirme en condiciones, con unos pantalones a rayas blancas y negras, y una camiseta negra un par de tallas por encima de la mía. Luego cojo rumbo al estudio, donde María me recibe con una sonrisa pícara y un movimiento rápido de cejas, de arriba a abajo una y otra vez.

-¿Qué? Anoche bien, ¿no?
-De puta madre, tía.
-¡Pero bueno! ¡Mira la tímida! ¿No me vas a dar detalles?

Miro a mi alrededor, para comprobar que nadie puede escucharnos, y doy un paso hacia ella, que me mira con diversión y expectación por partes iguales.

-A ver, tú sabes que a mí no me gusta dar detalles de esto, pero lo de anoche lo merece. La mejor parte fue cuando-hago una pausa dramática-, cuando Lucas se quedó dormido después de leer su libro favorito tres veces.
-¡Hostia, Natalia!-suelto una carcajada, a juzgar por su cara no se esperaba el giro de acontecimientos de mi relato- ¿En serio pasasteis así la noche?
-Y tan en serio-me río.
-Pero eso tiene que cortar el rollo que flipas, ¿no?
-Tampoco estuvo tan mal-me encojo de hombros, y señalo hacia la puerta de Alba-. ¿Está sola?
-Acaba de irse su último cliente.

Con esa información, doy un par de toques suaves justo encima del sol que decora la madera, antes de abrir para colarme en el estudio.

-¡Nat!-exclama, como si no esperase verme a pesar de que ella misma me pidió que viniera esta mañana.
-Hola-cierro la puerta a mi espalda y estiro los brazos, lista para recibirla entre ellos en cuanto dé los tres pasos que nos separan.
-Menuda dormilona estás hecha, ¿eh?-comprueba su reloj al tiempo que se abraza a mi torso.
-¿Pero por qué no me has despertado?-pregunto con tono quejoso-. Podríamos haber desayunado juntas.
-Pues porque-me da un pico-ayer estabas reventada-otro pico-, estabas dormidisísima cuando me fui-otro más-, y como hoy trabajas de tarde, preferí dejarte dormir.
-Eres adorable.
-¿Verdad? Me lo suelen decir.

Le doy un golpe suave en el costado, riéndome, y apoyo mi frente en la suya.

-Oye, hablando de que libras esta mañana...-Alba carraspea, como si se hubiese puesto tan nerviosa de pronto que no le saliese la voz.
-¿Sí?
-A ver-da un paso hacia atrás, ignorando mi nariz arrugada ante la toma de distancia, y se rasca la nuca. Está monísima cuando se pone nerviosa-. Verás, es que no sé si se te ha olvidado ya. Porque yo ahora tengo un par de horas libres, ¿sabes? O sea, tengo un hueco aquí, y había pensado proponerte una cosa. Madre mía, mira que había pensado mil veces cómo decírtelo y acabo soltando un montón de tonterías sin sentido porque así soy yo me pongo nerviosa y se me olvida hasta hablar.
-Albi-la corto, riéndome. Doy el paso que ella ha deshecho entre nosotras y rodeo su cintura, doblando las rodillas para quedar a la altura de su cara-. Pero dilo tranquila, ni que me fueras a pedir matrimonio-me río pero veo cómo su risa se queda atascada en la garganta y termina convirtiéndose en una mueca que hace que me ponga seria de pronto-. No me lo vas a pedir, ¿no?
-¡No!-se espanta-No, Natalia, por favor, ¿por quién me tomas? Danos un tiempo, ¿no? ¿Qué pasa que tú quieres? ¿Pero no es demasiado pronto, Natalia? Si ni siquiera somos novias. O sea, no oficialmente, no sé qué somos. ¿Qué somos?
-Albi, Albi, por favor-suelto otra carcajada, volviendo a mi altura para sostener su cara entre mis manos, y darle un beso suave-. Pero tranquilízate. No sé qué somos, somos Alba y Natalia, gustándose y dejándose sentir y llevar. No hay que ponerle nombre a eso, ¿no?
-Albalia-dice, y yo la miro con el ceño fruncido.
-¿Qué?
-Pues Alba y Natalia así fusionados, pues Albalia. Somos Alba y Natalia juntas, Albalia. Madre mía, perdón, los nervios me hacen decir muchas tonterías.

Sempiterno || AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora