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-¿Cómo es posible que no haya comprado nunca en esa cafetería?-dice Alba, tapándose la boca con una mano mientras mastica el cruasán que se pidió.
-Te dije que es mi favorita, hacen unas cosas deliciosas.

Yo me terminé el mío hace un rato ya, pero por lo visto Alba come bastante despacio.

-Natalia-dice tras un rato de silencio, con timidez.
-Dime.
-¿Tú has salido mucho de la residencia?
-Podría decirse que sí, sí.
-¿Y qué te parece aquello?-pregunta, levantando su mano ligeramente hacia los edificios desdibujados a lo lejos.
-¿Que qué me parece?-repito, intentando buscar las palabras adecuadas- Es triste. Todo está como abandonado, como muerto. Es que eso es literalmente lo que pasó, la gente huyó de sus casas, de sus trabajos, de los colegios...
-Y, sin embargo, huir no les sirvió de nada-Alba termina en voz alta lo que yo estaba pensando.
-Me parece increíble que hubiese gente que sobreviviera a todo aquello-susurro, como intimidada por la gravedad del asunto.
-A mí me parece imposible-sentencia ella.
-Pero ocurrió.
-Eso parece. Si no, no estaríamos aquí.
-Exactamente, no estaríamos aquí-nos quedamos en silencio, los dos pares de ojos posados en las siluetas borrosas que se dibujan en el horizonte frente a nosotras-. Lo que a mí me parece increíble es que los salvajes sean capaces de vivir ahí fuera.

Alba no responde, simplemente deja su brazo caer con lentitud hacia el suelo. Siento el movimiento de su piel al otro lado de la tela de mi camiseta, siendo consciente realmente de lo cerca que estamos. Y de que me gusta esta cercanía.

-No creo que sean salvajes-dice por fin, tras un largo rato en el que ambas nos hemos dedicado únicamente a sentir la proximidad de la otra en medio del silencio.
-A mí tampoco me lo parecen-susurro, la imagen de los dos niños cuyo padre les arrebatamos repitiéndose en mi cabeza.

La conversación tiene cierto tono de secretismo, propio de dos personas que saben que no deberían estar diciendo lo que están diciendo, pero que necesitan confesarse y que saben que pueden hacerlo en ese momento exacto, con esa persona exacta. Algo me dice que Alba no me va a juzgar por esto, que con ella puedo ser sincera, y realmente la libertad de decir esto en voz alta por primera vez en mi vida hace que me sienta genial, en cierto modo. Sin apartar la vista de la ruinas desérticas, su brazo izquierdo vuelve a moverse, esta vez en busca del mío. Me doy cuenta de ello cuando siento su mano posarse sobre la mía con suavidad, cautelosa. Lejos de estremecerme ante el contacto, me transmite la mayor calma que he sentido nunca. Ahora soy yo quien, muy despacio, mueve la mano. Pero no busco retirarla, simplemente le doy la vuelta para quedar palma con palma. Durante unos segundos, nuestras yemas juegan a explorar la mano de la otra, con movimientos lentos y cautelosos, como si ambas tuviéramos presente el miedo a asustar a la otra si nos sobrepasamos. De pronto, sin mediar palabra alguna pero sin necesitarlo, tanto Alba como yo cerramos nuestras manos, una sobre otra. Dejo escapar un pequeño suspiro que espero que haya quedado oculto bajo el ruido del viento, aunque algo me dice que no lo ha hecho porque en ese momento, como a modo de respuesta, Alba empieza a recorrer el dorsal de mi mano con suaves movimientos de su dedo pulgar. No sé muy bien qué significa esto, ni la paz interior que siento ahora mismo, ni la tranquilidad que veo en los ojos de Alba cuando me giro y la descubro sonriendo hacia el horizonte; pero sí tengo muy claro que podría quedarme así el resto de mi vida y no me importaría.

-Gracias-susurra de pronto, dedicándome una mirada fugaz antes de dejar caer la cabeza sobre mi hombro.
-¿Gracias por qué?
-Por esto. Es especial.

Sus palabras me hacen pensar si con "esto" se refiere a estar aquí en la azotea, observándolo todo desde lo más alto; o si habla de lo que está sucediendo entre nosotras. A mí, desde luego, me parece mucho más especial que mil azoteas juntas, pero quizás para ella sea un gesto cariñoso más y no la revuelve por dentro de la forma en que lo hace conmigo.

Sempiterno || AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora