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-A ver, chicas, antes de nada quiero que tengáis claro que una vez empecemos esto, el proceso va a ser largo-nos explica Mamen mientras se coloca las gafas, con ese acento suyo que se me hace tan extraño-. Y tampoco sabemos qué vamos a conseguir, si es que conseguimos algo.
-No importa-responde Natalia, rodeando con ambas manos la taza de té que nos ha servido al llegar.
-Bueno, a mí sí me importa, porque si no conseguimos nada así, yo misma me voy a patas a la Residencia y les machaco-interviene Marta con el ceño fruncido.
-Mejor nos dejamos de violencia, ¿sí?-Mamen sonríe con cierta ternura, entendiendo el enfado de Marta.
-¿Y cómo... cómo se empieza esto?-le pregunta Natalia.
-A ver, normalmente para poner una demanda deberías acudir a la policía, pero como estamos hablando de denunciar a las fuerzas de poder del territorio dictatorial, creo que lo mejor es hacerlo a través de nuestra asociación.

Yo asiento al escucharla, a mí también me parece lo más lógico. La asociación de la que habla es la que nos sacó de allí, la que nos ha cedido alojamiento hasta que podamos permitirnos uno, y la que estuvo años buscándome cuando mis padres llegaron aquí. Creo que si hay algo que hagan allí es intentar ayudar en todo lo posible, así que me tranquiliza que sean ellos quiénes gestionen la denuncia. Al fin y al cabo, una asociación así seguramente tenga más voz que una mera refugiada, porque eso es lo que somos aquí y eso es lo que Natalia es.

-Entonces... No estaría denunciando yo, sino la asociación, que utilizaría mi caso como prueba, ¿no?
-Exacto. Pero para usar tu caso como prueba necesitamos tu testimonio. Y seguramente tendrás que repetirlo más de una y de dos veces, por muchas grabaciones que tengamos de cuando te rescataron, al fin y al cabo las imágenes solo muestran que estabas atada a una silla.
-Ya-murmura ella, y yo estiro una mano hasta su rodilla-, no importa, he estado preparándome con Cris y podemos seguir trabajándolo.
-Estás segura, ¿no?-le pregunto, porque no quiero que se fuerce a hacer algo que no está lista para hacer.
-Sí, estoy segura, Alba-me mira, y luego se gira para confirmárselo a Mamen-. Estoy segura.
-Está bien-asiente la más mayor, con una sonrisa. La verdad es que viéndola así, no me extraña que mi madre confiara tanto en ella cuando llegaron a Barcelona, transmite mucha cercanía-. Es la primera vez que damos el paso a hacer algo así, ¿sabes? Cuando llega gente y vemos cómo llegáis, sabemos que el nivel de aislamiento al que os someten allí no puede ser bueno, pero más allá de eso no teníamos ninguna prueba de hasta qué punto ejercían la violencia, y que nos lo imagináramos no bastaba para denunciar nada.
-¿Nadie ha hablado nunca de lo que pasa allí?-pregunta Marta.
-Han hablado, pero es su palabra contra la de un gobierno.
-Una dictadura-corrijo yo.
-Ya lo sé, Alba, pero no es tan fácil.

Me limito a resoplar porque sé que precisamente ella es la última persona que debe pagar mi cabreo con todo esto, y dejo caer la espalda sobre el respaldo del sofá. Sé que eso de la denuncia, y sobre todo el proceso de la misma, va a ser duro y un dolor de cabeza demasiado largo, pero de pronto se me cuelan en la cabeza las palabras de Leonor hace unas horas. Si el aleteo de una mariposa puede causar una ola gigante que arrasa con una ciudad entera, ¿la denuncia de una persona podría acabar con una dictadura de casi dos siglos? Tan solo pensarlo hace que me den ganas de reír, pero por otro lado, si no lo intentamos, seguro que no vamos a conseguir nada.

-¿Y no puede ser por la tarde?-mi mente vuelve a la conversación cuando Natalia contrae el gesto de su cara al hacer esa pregunta.
-Tiene que ser por la mañana-se lamenta Mamen, negando con la cabeza-. ¿Por qué, tienes algo que hacer?
-No, en realidad no. No importa, vamos mañana entonces.
-¿A dónde?-pregunto.
-A la asociación, a empezar por fin con esto.
-Pero mañana por la mañana trabajo-caigo de pronto-. ¿No puede ser por la tarde?
-Alba, te veo un poco lenta, ¿eh?-se burla Marta, seguramente porque acaba de contestar a esto mismo hace dos segundos.
-Este tipo de gestiones tienen que ser por la mañana.
-¿Y a qué hora?-esta vez soy yo la que arruga la nariz con desagrado. Quería estar con Natalia cuando empezara todo esto-. No sé, puedo hablar con mi jefa por si puedo salirme un rato.
-En eso hay más libertad, ¿os parece bien a las once?
-Sí-asiente Nat, y luego me mira-. Y no te preocupes si no puedes venir, Javi está trabajando por las tardes, puede venir él conmigo.
-Ya, pero es que yo quiero ir. Mañana hablaré con mi jefa por si me deja escaparme-sentencio, sin darle pie a más discusión.
-Chicas, hay una cosa más que quería comentaros.
-¿El qué?
-Veréis, supongo que con el tiempo que lleváis aquí ya sabréis algo de los medios de comunicación y las redes sociales, ¿no?
-¿Lo de las noticias en la televisión?-pregunta Marta.
-Sí, más o menos. A ver, cuando comenté esto a mis compañeros de la asociación, estuvimos hablando y creemos que viralizar lo que te hicieron puede jugar a nuestro favor.
-¿Vira qué?-frunce el ceño Natalia.
-Viralizar. Hacerlo famoso en las redes para que pueda llegar a todo el mundo.
-¿Famoso?-pregunto yo, sin terminar de entender qué sentido tiene eso.
-Si consiguiéramos convertirlo en un boom mediático, eso nos daría muchísimo más poder porque añadiría una presión enorme. Además, no solo estaríamos haciendo una denuncia formal, sino que además estaríamos llegando miles y miles de personas, informándoles de lo que pasa allí.
-Eso está bien, ¿no?-pregunta Nat-. Lo hacemos, claro. Cuanta más gente lo sepa mejor.
-Es que no es tan sencillo como parece, por eso te quería pedir permiso. Si damos a conocer el caso, y conseguimos darle todo el bombo que necesitamos, la prensa querrá hablar contigo, la gente podrá reconocerte por la calle, querrán más entrevistas y eso significa más declaraciones... Puede ser abrumador, Natalia, así que te lo tienes que pensar bien.






Sempiterno || AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora