85

1K 70 2
                                    

-¡Mira, Nati!-grita Bruno desde lo alto del tobogán antes de tirarse de un salto. Durante un segundo me da un vuelco al corazón, cuando visualizo al niño dándose de bruces contra el suelo desde ahí arriba, pero vuelvo a respirar cuando su cuerpo cae en el tobogán y se desliza riéndose a carcajada limpia.
-¡Pero bueno!-exclama Nat-. ¡Si has volado!
-¡Mira yo!-grita Lucas, justo antes de imitar a su hermano. Y si con el mayor ya me he asustado, con él doy un paso hacia el parque con los brazos extendidos, como si así fuese a llegar a cogerlo en el caso de que se cayese.
-Dios-murmuro-. Casi se mata.
-Qué va, lo tiene controlado-se ríe Natalia, y luego se agacha para recibir al pequeño-. ¿Pero cómo has volado tú tan alto?
-¡Como Bruno!-exclama él.
-Más alto que Bruno, pero no se lo vayas a decir que le da envidia.

Lucas suelta una risita antes de salir corriendo de nuevo hasta la estructura de colores para ponerse a escalar torpemente, siguiendo los pasos de su hermano. Ayer quedé con Leo en vernos en el parque de detrás de nuestros pisos, así ella podía traer a su niño y nosotras pasar un rato con Bruno y Lucas, que con lo liadas que estamos últimamente apenas les vemos. A Natalia se le nota la falta que le hacía solo con mirarla, porque se le ha iluminado la cara desde que hemos recogido a los peques para bajarlos.

Esta mañana han lanzado la noticia de la demanda y su caso, en televisión y medios de comunicación, y como no estamos para nada metidas en nada de eso, no tenemos ni idea de la repercusión que puede estar teniendo. Aún así, ella lleva medio descompuesta desde que se levantó, y no me extraña; pero ahora parece haberse olvidado de todo eso y está pasándoselo como una cría más. 

-¡Alba!-escucho a mis espaldas la voz de Leo, y me giro para verla llegar con un carrito y un niño impaciente por bajarse de él.
-¡Hola!-sonrío, agitando la mano en su dirección-. ¿Te ha costado mucho encontrar esto?
-Qué va, hoy en día quien se pierde es porque quiere-levanta un poco el pie para enseñarme su tobillera, a veces se me olvida que se pueden usar esas cosas. Luego, señala con la barbilla a Natalia, que está casi tirada en el suelo mientras Lucas y Bruno se le echan encima sin piedad-. Esa supongo que es Natalia, ¿no?
-Sí, y los niños del refugio de los que te hablé, están un poco locos-me río-. ¡Nat!
-Ay, hola, perdona-dice ella al conseguir llegar hasta nosotras. Ha tenido que retar a los niños a una carrera para quitárselos de encima-. Tú debes ser Leo, ¿no?
-La misma-le saluda.
-Alba habla bastante de ti.
-Seguro que no más que lo que habla de ti-dice Leo, agachándose para bajar a Álvaro del carrito, que está empezando a quejarse-. Cariño, ten cuidado, ¿eh?

Se me hace raro verla interactuar con el pequeño, a pesar de que en la última semana me ha hablado bastante de él. Le observo con una sonrisa mientras se acerca con paso torpe a Lucas y Bruno, riéndose y moviendo los brazos sobre su cabeza. Natalia activa la barrera que cierra el parque para reducir el perímetro por el que se puede mover el más pequeño y así poder tenerlo más controlado. Todavía me resultan extrañas este tipo de cosas, lo de que aparezca una valla de la nada, pero la verdad es que es bastante útil esto de poder quitarla o ponerla a tu antojo.

-Entonces tú también tatúas, ¿no?-pregunta Nat mientras nos sentamos en uno de los bancos que ha quedado dentro del perímetro-. ¡Lucas, ten cuidado que es pequeñín!

Nos hemos sentado pero ninguna quita ojo a la interacción de los tres niños a apenas un par de metros de nosotras. Álvaro parece querer integrarse con los más mayores, aunque con movimientos mucho más torpes. Cuando le veo al lado de Lucas me quedo impactada de lo grande que me resulta él ahora, porque hace tan solo unos minutos lo veis pequeñísimo y ahora me parece gigante. Se llevan solo un par de años, pero dos años a esa edad hacen bastante diferencia.

-Sí-responde Leo a la pregunta de Natalia-. Pero no torturo con agujas, aquí utilizamos otros métodos que ya no duelen.
-¿No duelen?
-¿No te lo ha contado Alba?-me mira, y yo niego con la cabeza-. Lo que utilizaban para tatuar en vuestra Residencia hace muchísimos años que no se utiliza aquí, ahora usamos una técnica que casi ni te enteras de que te están tatuando.
-Oye, eso es una maravilla. Igual voy a tener que haceros una visita por el estudio, ¿eh?
-No te creas que es tan bueno, te digo yo que había gente a la que le gustaba que le doliera.
-¿Había gente que disfrutaba que les pincharan con agujas a diestro y siniestro?-pregunta espantada.
-Leo, no me seas exagerada que no era para tanto-me río-. Y sí, había gente a la que le gustaba.
-Esa gente tenía que estar enferma. Aunque creo que ahí dentro había bastante gente enferma-suspira, aunque luego parece darse cuenta de lo que ha dicho-. O sea, que no lo digo por vosotras, ¿eh? No quiero decir que todo el mundo de allí esté enfermo, pero es que he visto esta mañana en las noticias lo tuyo, y con eso y lo que me ha contado Alba... Tienen que estar enfermos para hacer algo así.
-¿Lo has visto?-le pregunto.
-Sí, en la tele. ¿Vosotras no lo habéis visto?
-No hemos querido, la verdad-responde Nat.
-Normal, también te digo. Demasiado estás teniendo que revivir ese infierno. Ya se lo dije a Alba el otro día, pero me parece muy valiente que estés haciendo esto.
-Gracias-le dedica una sonrisa un tanto triste-. Creo que es lo mejor que podía hacer, por poquito que sirva.
-En esta sociedad tenemos una manía bastante mala: ignoramos todos los problemas que no nos incumben directamente, hasta que alguien le da la suficiente voz para que se ponga de moda. Es frívolo, pero es cierto. Así que si conseguís que se haga eco de ese ruido, seguro que podéis conseguir mucho-sonríe-. Yo ya me he puesto a compartirlo como una loca, con estas cosas hay que dar la murga para que te escuchen.
-Gracias-repite Nat, y yo le sonrío para agradecerle también, porque si de algo me he dado cuenta en estas dos semanas que han pasado desde que le conté lo de Natalia es que se implica de verdad, y es agradable ver que lo hace a pesar de que, como ella ha dicho, no le incumbe directamente.
-¡Nati, Alba!-la voz aguda de Bruno interrumpe nuestra conversación, mientras se acerca corriendo a nosotras-. Alvo se ha caído de culo.
-¿Alvo?-frunzo el ceño, pero él se encoge de hombros.
-Ese es mi hijo, todavía le cuesta decir su propio nombre-se ríe Leo, comprobando que lo del niño ha sido solo una caída tonta y que ya está corriendo otra vez detrás de Lucas.
-Huy, a Lucas le costó también lo suyo-sonrío con nostalgia al recordar cuando era un moquillo de crío y hablaba como si tuviera una patata en la boca-. Estuvo un buen tiempo llamándose a sí mismo "tas". Y a su hermano "uno", y con eso le bastaba para comunicarse.
-Este posiblemente lo sepa decir pero no quiera, que es un cabroncete-se ríe Leo, señalando al pequeño-. Aquí donde lo veis descubrimos que había aprendido a andar cuando llevaba meses haciéndolo.
-¿En serio?-se ríe Natalia, observando al niño, que ha heredado el pelo anaranjado de su madre, correr y gritar detrás de los más mayores.
-Y tanto, en la guardería no paraba de correr y en casa no daba un paso, para que siguiéramos llevándolo en carrito o en brazos. Un añito y ya nos vacilaba, no quiero ni pensar lo que se nos viene encima.
-Te deseo suerte-me río-, por lo menos te ha salido inteligente. Yo hay días que pagaría por que me llevaran en carrito a todos lados.
-¿Y por que me dieran la comida hecha? Dios mío, yo le tengo envidia a mi propio hijo más veces de las que me gustaría admitir.

Sempiterno || AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora