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Ha llegado ese momento de la tarde en el que la luz que se cuela por la ventana es completamente anaranjada, aunque solo me doy cuenta cuando levanto la vista de mi bloc de dibujo y veo que el ambiente del salón está todo teñido de ese color. Cometo el error de mirar hacia la ventana, esperando ver los tonos del atardecer en un cielo colorido y precioso, sin acordarme de que precisamente a esta hora y desde la ventana del salón el sol está justo enfrente, así que me encuentro mirándolo directamente y quedándome ciega durante unos segundos. Parpadeo con fuerza para recuperar mi visión, devolviendo la mirada a los dibujos de mi cuaderno que hice hace ya cerca de dos semanas con Natalia, la segunda vez que fuimos a la playa. Sonrío acordándome de ese día y de lo nerviosa que estaba por ir con ella sola a algún sitio y de lo libre que me sentí, a pesar de lo cohibida que estaba por no querer tensar la cuerda con ella demasiado, pero pudiendo estar con ella en público sin tener miedo de lo que pudieran pensar al vernos. Desde el casi beso del sábado pasado, yo creía que iban a empeorar las cosas, que entraría en pánico y se alejaría, pero la verdad es que ha sido todo lo contrario. No hemos vuelto a acercarnos tanto, eso sí, pero nos hemos visto casi todos los días aunque sea un ratito pequeño. Con el tema de la memoria intento mantener los pies en la tierra, más que nada por no ilusionarme en vano, pero está mejorando poquito a poco. El otro día, creyendo que hablaba de un sitio al que habíamos ido estando aquí en Barcelona, describió el comedor del Refugio. Y ayer me preguntó por los problemas con el sueño de Lucas, a pesar de que no se lo había contado nadie. Quizás, poco a poco, consiga recuperar a la Natalia que nos robaron.

Con un suspiro largo, busco de nuevo la página del bloc en la que estaba dibujando, aunque solo eran bocetos sin mucho sentido, y continúo con mi tarea. Concentrarme en los trazos me ayuda a distraerme de lo demás, y si algo necesito ahora mismo es precisamente distracción. Cuantas más vueltas le doy a la memoria de Nat más me agobio, porque por muchos detalles que esté empezando a recordar, no sé si llegará a acordarse de todo en algún momento. Sonia nos ha dicho que es algo que no se puede confirmar con total seguridad, así que prefiero no emocionarme demasiado con el tema. Pero por otro lado lo necesito, necesito que vuelva a ser ella aunque solo sea durante un rato y que nos tumbemos en la cama sin hablar; necesito sentir que todo va a estar bien.

-Huy, hemos entrado en trance artístico-dice María nada más llegar y verme aquí sentada.
-No estaba en trance.
-Y soy rubia de verdad, Alba, que ya casi no se ve y no te habías dado ni cuenta. El día que te quedes ciega me dirás que no estabas en trance-le da al interruptor.
-Suenas a madre.
-A ver, un poquito lo soy-sonríe mientras se sienta a mi lado y se tapa con la manta que yo estaba usando-. ¿Qué te pasa?
-Nada, estaba pensando.
-Hostias, pues eso es nuevo. ¿En qué?
-Qué graciosa eres, mira, me meo contigo.
-Perdón, perdón-se ríe-, es que me lo pones a huevo. ¿En qué pensabas?
-En cosas. ¿Y tú qué tal con el Amores?-cambio de tema.
-Pues genial, como siempre.
-Qué envidia te tengo.
-Perdona, ¿envidia tú a mí de qué?
-Pues que lleváis como tropecientos años juntos y os seguís queriendo igual.
-Tropecientos-se ríe de mi exageración-. No seas boba que Natalia y tú vais por el mismo camino.
-Huy sí, el mismo mismito, por eso hace más de un mes que ni siquiera se acuerda de que estamos juntas.
-Gilipollas, no se acuerda de eso por otra cosa. Además, con más motivo. No se acuerda de que estáis juntas y sigue babeando al verte, eso tiene que significar algo.
-Sí, significa que tú eres una exagerada.
-Perdona, no soy ninguna exagerada. Si es que se le nota en los ojos, por favor, no me creo que precisamente tú que la miras tanto no te hayas dado cuenta.
-No la miro tanto.
-Mi coño moreno que no la miras tanto-se ríe-. El caso, que te dejes de envidias porque lo que os queréis vosotras yo creo que nos supera al pelado y a mí pero con creces.
-Mari, ¿eres consciente de lo difícil que es superar a un casi matrimonio?
-Oye, que lo digo en serio. Si es que se nota en el aire cuando estáis juntas, tío.
-No sé-suspiro, jugando con el lápiz entre mis manos-, yo es que la quiero mucho, ¿sabes? Y odio decir esto porque suena a cliché que te cagas pero es que me hace ser mejor persona.
-Tú solita ya eres una tía de diez, Alba.
-Pero no me refiero a eso, no sé, es más bien como yo me siento. Me siento mejor con ella, incluso ahora que no se acuerda de nada.
-Estás hasta las trancas-sonríe con ternura.
-Creo que un poco. ¿Es muy grave, doctora?
-¿Grave? Es precioso, imbécil-me da un golpe en el brazo-. Vamos a dejarnos ya de las tonterías esas de que enamorarse es malo. Si además, ella está igual.
-Bueno, eso no hace falta decirlo tan alto-miro hacia abajo, hasta que me doy cuenta de que no me ha contado nada de cómo ha ido con Pablo-. ¡Oye, pedazo de cerda!
-¡Ay!-se queja del golpe que le doy en la pierna-¿Qué coño te pasa?
-Que yo te había preguntado por Pablo y tú has conseguido que acabe hablándote de Natalia sin darme cuenta-me quejo, y suelta una carcajada.
-Se me da genial lo de sacar información-sonríe con suficiencia, y luego se pone más seria-. Pero quiero contarte una cosa.
-¿Estás embarazada? No me jodas que voy a ser tía, ¿voy a ser tita, Mari?
-¡No! No, coño, Alba, déjate de bebés ahora mismo, por dios.
-Tía, es que te has puesto tan seria, yo qué sé. A ver, cuenta.
-¿Te acuerdas de lo que estuvimos hablando el otro día?
-Mi vida, vivimos juntas, hablamos tantas cosas todos los días que si no especificas un poquito no voy a saber de qué me hablas.
-Pues precisamente sobre lo de vivir juntas, ¿te acuerdas?
-Ah, sí-recuerdo la conversación y ya me imagino por dónde van los tiros.
-Pues nada, que he hablado con Pablo y resulta que a los dos nos apetece dar el paso de convivir, pero de verdad.
-Ay, que vuela del nido-digo con fingida emoción y me llevo un golpe por parte de mi amiga-. ¡Ay!
-No te burles, perra.
-¡Que lo decía en serio, coño! Ven aquí-tiro de ella para darle un abrazo bien fuerte-. Me alegro mucho por vosotros, que lo sepas.
-¿De verdad?
-Claro que de verdad, boba. Si es que ya era hora.
-¿Pero no te da pena?
-¿Que te vayas?-me responde asintiendo sin soltarme.
-A mí es que me da mucha pena.
-Ay, Mari, pero si te mueres de ganas de vivir con Pablo. Y es normal, coño, que ya tocaba.
-Ya, pero es que llevo muchos muchísimos años viviendo contigo y siento que te estoy abandonando-puedo escuchar el puchero en su voz, y no puedo evitar reírme con ternura. María puede parecer una persona pasota y despegada, pero en realidad es todo lo contrario. En el fondo es tan madre que, ahí donde la ves soltando palabrotas según se le pasan por la cabeza, le cuesta muchísimo decir adiós.
-Cariño, ¿cómo que abandonando? Que te vas dos puertas más pa' allá, pienso ir a desayunar con vosotros cada dos por tres. Bueno, cuando me avises de que puedo, que no quiero plantarme allí de pronto e interrumpir ningún polvo mañanero.
-Bruta-se ríe un poco, y yo le aplasto la mejilla a besos-. ¿Me prometes que vamos a seguir viéndonos todos todos los días?
-Claro que te lo prometo, tonta, ¿a quién si no voy a darle el tostón con los avances o no avances con Natalia?
-A nadie, eso sigue siendo para mí, ¿eh?-se separa y me señala con el dedo índice-. Como me entere yo de que me cambias por otra para contarle todos tus dramas, vengo aquí y te arranco las orejas yo misma, ¿estamos?
-Estamos-me río-. Mis dramas seguirán siendo todo tuyos.
-Más te vale-me vuelve a abrazar, y yo me muerdo el labio por dentro para evitar emocionarme yo también.
-Ay, que lo próximo es el sobri-suspiro, llevándome un golpe en la barriga que me hace soltar una carcajada.





Sempiterno || AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora