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Un mes antes

-Nat, ¿tú crees en el destino?-Alba gira su cabeza, apoyada en mis piernas, hacia mí.
-¿Y esa pregunta?
-No sé. ¿No la contestas?
-No sé si en el destino como tal-respondo, arrastrando la manta que cubre su cuerpo hasta su hombro, en un intento de protegerla del viento-. Creo que eso es un concepto muy antiguo. ¿Tú crees?
-Yo creo que todo pasa por algo-dice, convencida, devolviendo la mirada al horizonte-. No creo que fuera casualidad que estuvieras tú en el bosque aquel día.
-¿Y si no hubiera estado?
-Habrías estado cuando Héctor me pilló en los pasillos de los despachos. O en las escaleras robándome mi sitio.
-Perdona, pero te lo robé para darte otro mucho mejor-extiendo la mano hacia el horizonte, riéndome.
-Lo que tú digas.
-¿Aún no me vas a contar lo que hacías en los despachos?-intento darle a la conversación el rumbo que me interesa, porque por más que lo haya pensado, desde entonces no se me ha ocurrido una explicación para que Alba estuviera allí aquel día.
-Ya te dije que solo estaba dando una vuelta.
-Ya.
-No me crees-afirma.
-No mucho.
-Pues tú sabrás lo que haces.
-Pues lo mismo digo.
-¿Te vas a picar?-se ríe, incorporándose. Yo sonrío, feliz de haberla hecho reír, porque el sonido de su risa es mi sonido favorito. Creo que es mejor que la música.
-¿Ti vis i piquir?-la imito, provocando una carcajada mayor en ella.
-A veces no sé cómo me he podido pillar de una niñata de cinco años.

Lo suelta con naturalidad, como si fuera lo más normal del mundo. Para mí, sin embargo, no lo es, y sus palabras retumban en mi cabeza como si se tratara del eco de una cueva, una y otra vez; una y otra vez.

-No tengo cinco años-contesto, tratando de desviar el tema. Nunca he sabido bien cómo encajar ese tipo de comentarios, pero el hecho de que los haga ella parece complicarlo todo mucho más.
-¿Estás segura?
-Mucho.
-Entonces, como eres una mujer adulta, si te hago cosquillas no te va a importar lo más mínimo.
-Exacto-digo con la risa floja, sabiendo desde ya que no voy a ser capaz de mantener la compostura.
-Pues solo me dejas una opción, Natalia. Voy a tener que comprobarlo.
-Adelante.

En cuanto sus manos rozan mis costados, estallo en una sonora carcajada acompañada de un fuerte pataleo.

-¡Vale, vale!-me río-¡Ya está, por favor!

Lejos de hacerme caso, Alba se ríe más aún, disfrutando de la situación, y se incorpora para poder sentarse sobre mi estómago cuando me retuerzo tanto que acabo tumbada sobre el cemento. Intento zarandearla para quitármela de encima pero se resiste y acabo gritando que por favor pare. Se agacha sobre mí para poder agarrar mis muñecas y así inmovilizarme aún más, y siento su risa acariciar mi cuello de tal forma que se me eriza el vello de todo el cuerpo, aunque creo que ella no se da cuenta de que dejo de respirar por unos instantes.

-Estás atrapada-se ríe, agazapada a escasos centímetros de mí.
-No es justo-me quejo, con la voz entrecortada por la falta de respiración.

Se remueve sobre mi cintura de manera inocente, pero el movimiento está a muy poco de volverme loca. De forma inconsciente, me muerdo el labio inferior en un intento de distraerme de todo lo que está pasando ahora mismo por mi mente.

-¿Qué pasa?-pregunta con inocencia, como si no fuera consciente de que su torso está estirado sobre el mío, sus piernas rodeando mi cintura y su respiración rozando mi cara a demasiados pocos centímetros.
-Que eres una tramposa-me quejo, la acusación de ponerme en esta situación disfrazada de una simple acusación por un juego.
-Y tú una niña pequeña. Lo siento pero tus gritos y pataleos lo han demostrado.

Con un movimiento rápido, deja un beso en mi mandíbula antes de levantarse,  recreándose en acariciar mis brazos a medida que se aleja de mí, hasta que por fin se levanta de mi cintura para sentarse a mi lado. Yo tardo unos segundos en incorporarme, con el labio inferior aún aprisionado entre mis dientes, y dejo que su hombro choque con el mío. Mi cabeza no para de dar vueltas a pesar de que intento vaciarla observando los edificios destruidos del horizonte. Venir a la azotea se ha convertido en una de nuestras actividades favoritas para hacer juntas, porque aquí podemos ser sinceras sin pensar en nadie más que pueda ser testigo de cómo lo somos. 

Sempiterno || AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora