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Me despierto en una habitación blanca, como la mía, pero no es la mía. Los párpados me pesan más que nunca, como si hubiese algún tipo de imán entre mis pestañas y les costase mantenerse abiertos. Los cierro con fuerza y los vuelvo a abrir, pero la sensación permanece ahí. El ruido de una puerta abriéndose a mi derecha hace que gire la cabeza, buscando esa puerta para comprobar que existe y que mi cabeza no se ha imaginado lo que acabo de oír, pero cuando lo hago un pinchazo agudo se extiende desde mi hombro, bajando hasta la mano y subiendo por mi cuello sin ninguna compasión.

-¡Ay!-me quejo.
-¡Anda, Natalia! Estás despierta.

Una voz risueña se acerca hasta mí hasta que entra en mi ángulo de visión la cara de una mujer muy morena, sonriente.

-¿Qué tal? ¿Cómo te sientes?
-¿Qué ha pasado?-ignoro su pregunta intentando hacer memoria de lo que ocurrió, pero me siento como si tuviera la mente aún dormida.

-Llegaste anoche con una herida de bala en el hombro. Según parece, los salvajes os arrebataron las armas en algún momento. Es un milagro que no haya ocurrido nada peor-se lamenta.

Mi mente se despierta un poco al escuchar sus palabras: la invade el recuerdo de la gente corriendo delante mía, saliendo de aquella casa que bien podría caerse a pedazos en cualquier momento. Y entonces, la imagen de un agente completamente uniformado sosteniendo su arma bien en alto, lista para disparar. Fue un agente, fue un compañero, ¿cómo que los salvajes nos arrebataron las armas?

-No te preocupes, es normal que no lo recuerdes-dice ella, malinterpretando mi gesto de confusión-Hay gente aquí fuera esperando a que te despiertes, llevan todo el día sin moverse. ¿Te parece si les digo que pasen?

Muevo la cabeza con cuidado, temerosa de que el movimiento vuelva a causar un pinchazo como el de antes, para aceptar la propuesta de la enfermera. En apenas un par de minutos, Javi, Víctor y Lucía entran a la habitación, que ahora parece ser incluso más pequeña.

-¡Nat!-el primero en llegar a mí es Javi, que no duda en coger mi mano con cuidado y darle un apretón suave-¿Cómo estás?
-¿Cómo está Marta?-si estar en una cama de hospital me da derecho a ignorar las preguntas que me hacen, pienso hacerlo.

Puedo ver cómo se cruzan sus miradas en el silencio, como si intentaran pasarse el muerto de contestar a la pregunta, como si la noticia fuese tan mala que no deberían contármelo.

-Javi-insisto, con un nudo en la boca del estómago.
-Se desplomó una pared a su lado-comienza a decir, con calma. Eso lo recuerdo, la pared derruida al lado del cuerpo de mi amiga-. Algún escombro debió de golpearle en la cabeza y perdió la consciencia. Los médicos no saben cuánto va a tardar en despertar.

-¿Cómo que no...-empiezo a preguntar, sintiendo que se me cae el mundo encima-Pero va a despertarse, ¿verdad?
-No han querido descartar ninguna posibilidad por ahora, Nat.

No. Si los médicos no la descartan, la descarto yo. Me niego a aceptar que sea posible que mi mejor amiga no se vuelva a despertar. Y todo por una maldita pared vieja.

-No te preocupes, Natalia-dice Víctor, interviniendo por primera vez-. Marta es una chica fuerte, lo ha demostrado antes. Ya verás que sale de esta.

Posa su mano enorme sobre mi hombro bueno, en un gesto tranquilizador, aunque no me sirve de mucho.

-Claro, lo importante ahora es que tú te recuperes-dice Lucía-, ¿cómo está tu hombro?

-Duele-me quejo-, sobre todo al moverme.

Noto el peso de mis párpados amenazar con cerrarlos, e intento luchar contra ello porque no quiero volver a dormirme. Apenas entra luz de fuera,y eso debe significar que ya llevo aquí cerca de un día entero.

Sempiterno || AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora