Esta mañana dejé a Natalia nerviosa perdida, repasando una y mil veces lo que se preparó anoche para la charla en el cole de mi padre. A mí me pone el corazón blandito verla tan ilusionada con algo, pudiendo alejarse por fin, aunque solo sea durante un rato, del recuerdo de aquellos días que pasó detenida. Fueron pocos, pero habría dado mi vida por que no hubiese sido ni siquiera uno. Siempre me han resultado curiosos los asuntos del corazón, difíciles de entender, pero a veces me paro a pensar en mi relación con Nat y me sorprende cómo puede funcionar el cuerpo humano.
Hace poco más de un año ni ella sabía quién era yo, ni yo sabía quién era ella. Bueno, mentiría si dijera que no me fijé en ella un día, viendo a su patrulla llegar de una redada hace, quizás, cerca de un par de años. Pero más allá de eso, no nos conocíamos. Y, sin embargo, ahora estaría dispuesta a dar mi vida si con eso consiguiera que no volviese a sufrir más. Qué cosas. Toda mi vida por una persona que hace tan solo quince meses no conocía ni mi existencia. Hace quince meses no conocía mi existencia, pero ahora me busca cuando se despierta por las noches, reviviendo en sus pesadillas el ardor en los pulmones de cuando trataban de chantajearla. Me busca a mí para aferrarse a mi cuerpo, como si no midiese ella casi el doble que yo, como si no la hubieran formado a ella para matar y a mí simplemente para dibujar sobre pieles. Como si fuese una especie de salvavidas, se engancha a mi cuerpo y busca mis caricias, busca mi corazón para refugiarse en sus latidos, y busca mi mano para dejar de temblar. Es una responsabilidad enorme para mí, en realidad, ser eso, porque significa que la confianza que tiene en mí es demasiada. Tanta que a veces me da vértigo no ser capaz de brindarle la protección que busca en mí.
Queen se levanta de un salto al escuchar que llaman a la puerta, pero en vez de ir hasta ella como suele hacer para recibir a las visitas, huye a mi habitación, y yo me río porque sé que eso solo puede significar una cosa. Me levanto a abrir y me encuentro, efectivamente, con Natalia pero también con mi padre, con Elena, y con Bruno y Lucas.
-¡Hola!-exclama el más pequeño mientras entra corriendo a buscar a la gata. Es una especie de juego que tienen, no tengo ni la menor idea de cómo surgió, la verdad, pero cada vez que viene el peque a casa la otra se esconde y, cuando la encuentra, ya pueden pasar horas jugando.
-¡Hola, Alba!-Bruno se para a darme un beso, con prisas, también deseando ir a buscar a la gata pero con más consciencia de que hay que saludar.
-Hola, cariño-sonrío al devolverle el beso, y susurro en su oído el resto-. Está en mi habitación.
-¿Sabes que hoy ha estado Nati en el colegio?-me dice Elena, con esa emoción tan suya, a modo de saludo.
-Algo me habían dicho-respondo, como si no hubiera pasado media noche ayudándola a prepararse lo que iba a contar-. ¿Se le ha dado bien?
-¡Super bien! Estaban todos atentísimos, ¡hasta los más gilipollas!
-La boca-le da un colleja la morena, y yo me río de la cara de ofendida de Elena.
-Es que lo son-justifica ella.
-He comprado un bizcocho, ¿merendamos y me contáis qué tal ha ido?-miro a Natalia, buscando ver en sus ojos como está ella, y asiente sonriente-. Hola, papá.Le saludo con un abrazo, sonriendo cuando me da un beso en la coronilla como solía hacer cuando era pequeña, y cuando se va a la cocina a ayudar a Elena a coger los vasos para la merienda, los brazos de Nat no tardan ni tres segundos en rodear mis hombros.
-¿Ha ido bien?-su mejilla me dice que sí, aplastada sobre mi coronilla, y yo sonrío-. Me alegro muchísimo, en serio.
-Ha sido súper guay, la verdad-tengo que parpadear, deslumbrada por la alegría que irradia el brillo de sus ojos cuando se separa unos centímetros para mirarme.
-¡Oye, dejad de besuquearos que no encontramos la leche!-escuchamos desde la cocina, y ambas soltamos una carcajada.En apenas cinco minutos estamos todos alrededor de la mesa del sofá. Los más pequeños en el suelo, jugando con Queen, mi padre y Nat en el sofá, y Elena y yo en sillas.
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Sempiterno || Albalia
Fanfiction"-Nat, ¿tú crees en el destino?-Alba gira su cabeza, apoyada en mis piernas, hacia mí. -¿Y esa pregunta? -No sé. ¿No la contestas? -No sé si en el destino como tal-respondo, arrastrando la manta que cubre su cuerpo hasta su hombro-. Creo que eso es...