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Me encojo en el sofá, con el olor del café recién hecho subiendo por mis fosas nasales y calentándome las manos con la propia taza, mientras espero a que María traiga sus tostadas y se acople a mi lado. Estos desayunos juntas también los voy a echar de menos cuando empiece a trabajar, no voy a mentir. Mientras comemos, me explica cosas de su trabajo, aunque me pierdo en cuanto se pone un poco más técnica porque por más que lo intente no entiendo nada de programación ni de informática; y luego yo le cuento las conversaciones e interacciones que tuve anoche con Natalia. Intento reprimir la sonrisa tonta, pero no soy muy capaz de hacerlo cuando le cuento lo del grupo de apoyo ni lo de que me pidió que fuera con ella a la playa hoy.

-Es que veo que se está esforzando, ¿sabes?-suspiro-. Yo creo que si me levantase un día sin acordarme del último año de mi vida entraría en pánico y odiaría a todo el mundo que viene pretendiendo conocerme.
-A mí se me iría la cabeza, la verdad. Tiene que agobiar que flipas que te cuenten cosas y ver que eres incapaz de recordarlas.
-Exacto. Y ella, sin embargo, quiere que le contemos todo lo posible por si le sirve para acordarse.
-Es persistente la chavala, ¿eh?
-Me gustaría poder decirle que estoy orgullosa-le doy un sorbo a mi café-, decírselo de verdad.
-¿Puedo serte sincera?
-¿Como solo tú sabes serlo?-me río un poco.
-Exacto-sonríe-. Sigo pensando que lo que ella sentía antes sigue estando ahí, solo que no sabe gestionarlo.
-No sé, Mari, yo no creo que sea tan así.
-Pero si te lo dijo ella misma-exclama.
-Ya, pero no tanto, ¿sabes?
-A lo mejor no tanto, pero Alba, te ha pedido una cita.
-No es una cita. Me ha pedido que la lleve a la playa porque ella no se atreve a ir sola aún.
-Ya, y como ni Marta ni Javi tienen ni idea de dónde queda el mar eres la única opción que le queda así que va a tener que hacer ese sacrificio.
-Eres bobísima-le doy un golpe suave.
-Te lo digo en serio. O sea, puedo entender que no se acuerde de nosotras, que no recuerde ni habernos conocido ni nada, pero coño, ¿tú anoche la viste incómoda?-niego con la cabeza-. Porque yo la vi de puta madre, y no estás tan cómoda con cinco desconocidos.
-A lo mejor es lo que hablaba con ella el otro día, y no le vienen los recuerdos de golpe sino que es más así, más gradual e interior, no sé.
-Puede ser, ¿lo has hablado con Sonia?
-Sí, le pregunté ayer, pero me dijo que cada caso es un mundo y que, al ser algo de aquí-me doy un par de toques en la sien-, no puede decirme exactamente cómo ocurre.
-Pues yo la veo mejor que hace dos semanas, y que hace una-suspira-. ¿Me das permiso para hablar hoy con Marta?
-¿Permiso? ¿Para hablar de qué?
-De si va a llover esta noche, Alba-pone los ojos en blanco-. ¡Pues de si Natalia le ha comentado algo!
-¿Algo de?
-De ti, mi vida, que te quiero mucho pero hay que dártelo todo masticado.
-No creo que le haya dicho nada. Pero no sé, si lo hubiera hecho, no sé si me parece bien que lo vayáis hablando a su espalda.
-Tía, eres moralista hasta para esto, qué sopor.
-No es por ser moralista, idiota, es que en el supuesto caso de que estuviese sintiendo algo por mí, en su cabeza está haciendo algo ilegal, enfermizo y asqueroso. Y demasiado rayada tiene que estar con toda la movida de la amnesia como para encima tener que preocuparse por eso y que, si se lo confía a su amiga, ella vaya contándolo por ahí.
-¡No es contarlo por ahí! Es informarnos a nosotras, solo un poco. No me dirás que tú no te mueres también por saber si le ha dicho algo.
-Pues claro que me muero por saberlo, pero no quiero que esto acabe agobiándola más y que sea contraproducente para su recuperación.
-Eres demasiado buena persona, Alba. No sabe la suerte que tiene contigo.
-Y tú demasiado cotilla, Mari.
-Ñiñiñi-se burla, arrugando la nariz con fingido desagrado.
-Me adoras-me estiro para darle un beso sonoro en la mejilla, y aprovecho y me quedo apoyada en su pecho mirando al frente-. Oye.
-Dime.
-¿Tú sabes que puedo vivir aquí sola perfectamente, verdad?-le pregunto, en un intento de empezar la conversación correctamente.
-¿Perdona? ¿Me estás echando de casa? ¿No deberías mandarme a dormir al sofá primero o algo así?
-Gilipollas, no es eso-me río-. Es que anoche lo estuve pensando y... No sé, a lo mejor prefieres estar con Pablo ahora que puedes, pero no me lo dices porque crees que me haces falta aquí o algo así. Y quiero que sepas que por mí no hay ningún problema, de verdad.
-Eres un poco boba, Albi.
-No, te lo digo en serio. Lleváis ya cuatro años y sois los papis del grupo, igual ya va siendo hora de vivir juntos.
-¿Tú crees?
-Mari, en la Residencia no te mudas con tu pareja hasta que te casas, pero es que ya no estamos ahí-me incorporo para mirarla-. Además, vosotros ya sois un matrimonio.
-No sé-se muerde el labio-. La verdad es que me apetecería.
-Normal, María Villar, normal.
-Igual hablo con él-dice pensativa-. Ay, pero me daría mucha pena.
-¿Por?
-Jo, pues por independizarme de ti-me río de la expresión, pero vuelvo a abrazarla-. ¡No te rías! Que son muchos años.
-Anda, calla, ni que fuéramos a dejar de vernos.






Sempiterno || AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora