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Han pasado ya tres días desde que llegamos aquí, tres días que se me han hecho larguísimos. Cada vez me cuesta más dormir y distraerme, porque la preocupación va ocupando un espacio mayor y mayor en mi pecho a medida que va pasando el tiempo. Hace un rato mi padre me informó de que van a retrasar un día más la intervención, y me ha costado una discusión con él, incluso aunque sé que no es su culpa. Cierro los ojos, refugiada bajo mi bufanda, y me alejo mentalmente de las carcajadas y los gritos de Bruno y Lucas, que están jugando al pilla pilla con mi madre y Elena, a pesar de lo difícil que es correr por aquí. En un intento por distraernos, nos han traído a la playa porque nunca habíamos estado en una, y la verdad es que el sitio es alucinante. No hace exactamente un buen día, pues está tan nublado que el cielo tiene un color gris que, si estuviera de otro humor, me pararía a admirar más. Va como por manchas, y la forma en que se funden los distintos tonos de gris entre las texturas de las nubes me podría parecer preciosa cualquier otro día, pero hoy no. El mar tiene un color azul bastante oscuro, un poco verdoso, y no deja de moverse por culpa del viento que hace, generando espuma con el romper de las olas cada pocos segundos. Y a lo lejos, no hay nada. Literalmente nada. Es flipante, ni siquiera en la azotea de la Residencia había sentido ante mí tal inmensidad.

-Hola, petarda-María se sienta a mi lado y se sacude la arena de las manos-. ¿Cómo estás?
-¿Siguiente pregunta?-hago una mueca con el rostro contraído.
-¿Cómo te sientes?
-Esa es la misma pregunta.
-No lo es, una tiene dos palabras y la otra tres.
-A veces me dan ganas de matarte.
-Es normal, demasiado tiempo aguantándome-me abraza de costado-. Pero en serio, llevas dos días sin contestarme a esa pregunta. Y hoy no has comido nada.
-Es que no tenía hambre-me justifico.
-¿Eso significa que estás mal?
-Significa que estoy perdiendo la paciencia, Mari. Porque me dicen que tengo que esperar un día porque tienen que organizar no sé qué, luego que otro, y después otro. Y ni siquiera quieren dejarme ir. Y me estoy empezando a desesperar. No saber cómo está y no poder ni siquiera, no sé, hablar con ella o algo, me está matando.
-Ya lo sé. Todos estamos preocupados.
-Es que no entiendo por qué no paran de atrasarlo todo, yo me conformo con que me metan a mí en un avión de esos y poder ir a por ella, aunque sea sola.
-Eso es un suicidio, Albi.
-¡Es que Natalia está metida en ese suicidio desde hace días!-alzo la voz, desesperada-. Perdón. No tengo que pagarlo contigo, es solo que... No sé, siento que nadie me escucha, o que no me hacen ni puto caso, y yo solo quiero que vuelva Natalia ya porque me dan ganas de vomitar cada vez que la visualizo en un juicio.
-Sí que te escuchan, pero no es tan sencillo.
-Pero me prometieron que podrían llevarme de vuelta a la Residencia en cuanto quisiera. Mamen nos lo prometió.
-Pero eso fue antes de que encontraras a tus padres, cariño.
-¿Qué tienen que ver ellos?
-Pues que no quieren perderte otra vez, Alba, es lógico.
-También es lógico que yo no quiera perder a Nat.
-Claro que lo es, ninguno queremos perderla.
-No es lo mismo-reprocho.
-Ya lo sé, ya sé que no es lo mismo. Lo que te quiero decir es que todos la queremos mucho y queremos tanto como tú que vuelva. No es una lucha solo tuya.
-Me da miedo llegar demasiado tarde-me retiro con rabia una lágrima de la mejilla.
-No. Eso no va a pasar, y no se te puede pasar por la cabeza, ¿vale?
-Como si fuera la primera vez, joder, tú también viste el juicio de Clara.
-Aquel era distinto-ahora es ella quien seca mis mejillas-. Nos lo dijo Víctor, y Manu. Van a querer información, la necesitan.
-El problema es cómo van a buscar la información.
-Bueno, no tenemos ni idea de lo que está pasando allí, así que no podemos ponernos en lo peor, ¿vale?
-Como si fuera tan fácil.
-No lo es. Es jodidamente difícil, para ti y para todos. Y entiendo que para ti sea especialmente difícil, pero si centramos toda nuestra energía en sentirnos mal y no en buscar una solución, ¿cómo vamos a ayudarla?
-No sé-admito, mirando la arena que se acumula alrededor de mis pies.
-Vamos a hacer una cosa-me dice-, en cuanto volvamos, buscamos a Víctor y a Manu. Ellos están ayudando con el plan porque conocen cómo funcionan los agentes allí dentro, así que vamos a ponernos a trabajar con ellos y ayudar en todo lo que podamos. Y si no nos quieren dejar, vamos a hacer que nos dejen, ¿vale?
-No es tan fácil, eso ya lo he intentado.
-Confía en mí, ¿vale? Mañana por la noche vamos a tener a Natalia en casa. 
-Gracias-me dejo caer encima de su pecho y cierro los ojos cuando me abraza.
-Creo que alguien viene a reclamar tu atención-me dice, tras unos minutos sin movernos. Antes de que pueda darme cuenta, tengo a Bruno y a Lucas saltando sobre nuestras espaldas, gritando y riéndose. Ojalá pudiese ser ellos durante un rato y sacarme de encima todas estas preocupaciones.




Sempiterno || AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora