Todo lo ausente que me he permitido estar durante el trayecto desaparece en el momento en que empezamos a bajarnos del camión, porque sé lo que toca ahora. Toca ver a Elena, y explicarle lo que ha pasado, y contarle que no sé si va a volver a ver a Natalia por mi culpa, y necesita que esté entera cuando se lo diga. No me puede ver tan rota, así que hago como si el último rato de mi vida no hubiera existido, me seco las mejillas con las mangas y me bajo con determinación.
-No tenemos mucho tiempo para presentaciones formales, así que voy a darme prisa. Soy Pedro, quizá me habéis reconocido si visteis el vídeo que nuestros compañeros pusieron hace unas semanas-explica Pedro alzando la voz todo lo que puede-. Bien, aún hay que caminar diez minutos para llegar al refugio. El camión no se acerca más por pura seguridad y prudencia. También por ello vamos a dividirnos en varios grupos, ¿está bien? A estas alturas es posible que ya hayan salido hacia la ciudad a buscaros y cuanta más gente seamos, más fácil será encontrarnos.
Nos organizamos rápidamente, quizás animados por el simple deseo de llegar al fin al calor de un refugio, y enseguida emprendemos la marcha en grupos de cinco o seis personas. Avanzamos casi a la vez, pero separados, colándonos entre pequeñas casas con muros derruidos. María ha ido con Marta en otro grupo, pero Julia viene conmigo y no se separa ni un milímetro de mí.
-Me cago en mi vida el frío que hace hoy-se queja-, ¿no podríais haber decidido para fugaros una bonita noche de verano?
-Claro, porque lo teníamos totalmente planeado-le responde un chico que viene con nosotros.
-Tía, ¿ahí dentro no entienden la ironía?-me susurra mi amiga al oído, y casi hace que me ría.Entorno los ojos y veo al grupo que llevamos delante unos metros más allá, avanzando despacio entre los muros.
-Es allí-dice Julia, señalando una pequeña casa al fondo de la calle.
-¿La del muro de piedra?
-Sí-sonríe ella-. Ya casi estamos.Intento que se me contagie la sonrisa, pero no puedo, y ella parece notarlo porque me da la mano con firmeza. Estamos a punto de salir de nuestro escondite para recorrer los últimos metros cuando un zumbido cada vez más fuerte proveniente de arriba hace que volvamos a agacharnos todos. Miro el cielo y veo algo acercarse poco a poco, como un helicóptero pero más grande. Mierda. Mierda, mierda, mierda. Por treinta metros de mierda. Intentar correr ahora hasta el Refugio sería inútil, porque aunque nos diese tiempo, desde donde están pueden vernos perfectamente y lo único que estaríamos haciendo sería decirles a gritos dónde tienen que buscar.
-Joder-gruño con enfado.
-Me cago en todo, Alba, eso es un puto camión volador.Cuánto más baja, mayor es el ruido, el tamaño y también el viento que levantan sus aspas. El aparato es como una nave casi cuadrada, y está tan cerca que siento que voy a salir volando en cualquier momento. Intento agacharme más para esconderme, pero veo que el grupo de Pedro, el que iba a la cabeza, se ha quedado en medio de la calle y no tienen donde esconderse. Se agachan con las manos cubriendo sus cabezas casi instintivamente, y tengo que apretar con fuerza la mano de Julia, para evitar soltar un grito de enfado. La nave, o el helicóptero, o lo que sea esto, se acerca cada vez más, y por un momento me da la sensación de que no va a caber en el ancho de la carretera y va a tener que aplastar varios muros para poder aterrizar donde parece que pretende hacerlo. Pero lo consigue, se posa sobre el asfalto destrozado con demasiada delicadeza para el armatoste que es, y a medida que va silenciándose el zumbido de las aspas, también va disminuyendo el viento que generan. Levanto un poco la cabeza para observarlo, y veo que en los laterales blancos no hay ni rastro de nuestro escudo, ni de nuestra bandera por ningún lado. Ni siquiera encuentro el "vehículo de las fuerzas de seguridad del estado" que hay grabado en todos los furgones que he visto desde que era una cría. Solo veo un dibujo, como un escudo, y lo que creo que son unas siglas que no me da tiempo a leer antes de volver a agacharme, porque empiezo a ver la puerta abrirse.
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Sempiterno || Albalia
Hayran Kurgu"-Nat, ¿tú crees en el destino?-Alba gira su cabeza, apoyada en mis piernas, hacia mí. -¿Y esa pregunta? -No sé. ¿No la contestas? -No sé si en el destino como tal-respondo, arrastrando la manta que cubre su cuerpo hasta su hombro-. Creo que eso es...