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-Ay, me hace muchísima ilusión que vengas por fin.
-Y a mí ir-respondo, devolviéndole la sonrisa, aunque dudo que la mía consiga iluminar la sala tanto como la suya.
-Es que vas a flipar, de verdad.

Alba me sonríe tanto que se le achinan los ojitos, felices, y no puedo evitar imitarla. Qué bonita es.

-A ver, par de dos, ¿tiramos o nos vamos a quedar aquí toda la noche mirándonos como lerdas?

María apaga su ordenador en un rápido movimiento y se levanta ágilmente, y aunque intente aparentar mala leche, una pequeña sonrisa asoma a su boca. Estoy segura de que también es por ver a Alba tan feliz. Estamos solas en el estudio, que en realidad cerró hace ya unas tres horas, esperando a que María hackee las cámaras de seguridad de la planta baja. Es la primera vez que las acompaño en esta parte preparatoria de las reuniones, y la verdad es que siento una especie de adrenalina fluyendo por mi cuerpo. Hoy voy a acompañarlas a una por primera vez desde que empezaron a ir, y aunque he dejado a un lado mi uniforme de agente, estoy algo nerviosa por si no me aceptan allí, o por lo que me pueda encontrar.

-Cascarrabias-responde Alba, sacándole la lengua-. ¿Eso ya está?
-Sí, todo en orden.
-Genial-se vuelve a girar hacia mí-. Pues lo que te decía, vas a flipar. La gente está dejando de considerar salvajes a los de fuera, es que realmente parece que se les ha ido un poco del lavado de cerebro que tienen. Se me ponen los pelos de punta al escucharles defenderles, cuando son gente que siempre les ha odiado.
-Eso es genial-coincido, rodeándola rápidamente por los hombros antes de salir del estudio.

Ella aprovecha la oscuridad y lo vacía que está la planta para girarse a dejar un beso rápido sobre mis labios, y suelta una carcajada feliz mientras se separa. El sonido envolvente de su risa, y el gesto previo a ella, hacen que mi estómago se sienta durante un segundo como si estuviera precipitándose al vacío desde el edificio más alto jamás construido. Pero sin el miedo que eso conllevaría, como si su presencia me garantizara que nada malo puede pasar.

-¿Es físicamente posible que os quiera tanto que os odie?
-¿Es físicamente posible que tengas algún comentario bonito alguna vez, Mari?
-¡Oye, que yo tengo muchos!-se defiende la más mayor-. Pero es que lo digo en serio, os quiero tanto y me alegra tanto veros tan felices que me dan ganas de daros cuatro hostias a cada una. Es como que me generáis asco, ¿sabes?
-Eres un puto encanto, María-me río, inclinándome sobre ella para darle un abrazo.

Hacemos el resto del camino hasta la planta baja en silencio, porque es tarde y queremos evitar que nos vean, pero eso solo sirve para que mis nervios aumenten. No son unos nervios malos, en realidad, pero es lógico sentirlos, ¿no? No es fácil acostumbrarse a actuar contra el gobierno, y por muchos meses que lleve haciéndolo, siempre me invade este cosquilleo nervioso en el estómago por saber que estoy haciendo algo ilegal. Por eso y por la incertidumbre de no saber cómo va a salir,  qué me voy a encontrar.

-¿Estás lista?-susurra Alba a mi lado, con la respiración entrecortada tras haber bajado varias plantas por las escaleras.

Asiento con la cabeza y le dedico una mirada sonriente antes de salir al hall, estoy más que lista. En realidad, tengo muchas ganas. Antes de ir a la cocina, que es donde será la reunión de hoy, nos acercamos a saludar a Gonzalo y a Ana,  que hoy son los encargados de esperar de espaldas a que todo el mundo llegue. Luego atravesamos el comedor, con mi corazón a punto de salírseme del pecho, y después, finalmente, llegamos a la cocina. Tengo que reprimir las ganas de darle la mano a Alba para calmar mis nervios, así que pruebo a intentarlo respirando hondo mientras camino junto a las dos rubias. Cuando atravesamos las puertas, unas veinte personas que ya ocupan la estancia se giran hacia nosotras, primero sonrientes y luego más serias, cuando reparan en mí.

Sempiterno || AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora