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La luz se cuela entre las rendijas de la persiana cuando suena el despertador, haciendo que uno de mis ojos se abra. Me quejo en forma de gruñido, aún medio dormida, pero mi ceño se relaja cuando voy tomando consciencia de los brazos que me rodean según el aroma a Alba se cuela por mis fosas nasales. Me responde con otro gruñido ronco, y más dormida que despierta se revuelve para dejar caer medio cuerpo sobre el mío. Con una sonrisa, acaricio su espalda desnuda desde el nacimiento de su cabello hasta sus caderas. En uno de esos lentos sube y baja de mi brazo, lo alargo un poco más para llegar hasta la zona en la que su muslo y su nalga se unen. La risita que suelta me acaricia el cuello, erizando mi piel. Así no me importa madrugar.

-Buenos días-gruñe, levantando la cabeza de mi hombro lo suficiente para acercar sus labios a los míos.
-Hola, marmotilla.
-No soy eso-se queja, abriendo por primera vez los ojos y descubriendome el color verdoso que tienen bajo esta luz tenue.
-Sí que lo eres.
-Pero no es justo que me acuses de ser algo que soy por tu culpa.
-Ah-me río-, ¿que es mi culpa?
-Claro.
-¿Y eso por qué?

Alba alza la cabeza para mirarme con una ceja en alto, acusadora.

-¿De verdad tengo que contestar a eso?
-Claro-imito su respuesta de antes, apartándole el pelo de la cara con cuidado.
-Pues porque no me dejas dormir-a traición, mueve su muslo hacia arriba, que si antes reposaba sobre mi pierna ahora me acaricia de forma peligrosa durante unos segundos, antes de retirarlo por completo.

-Cabrona-me quejo.
-Eso mismo me dice María cada vez que le pido que duerma en el refugio-suelto una carcajada.
-Nos va a odiar-me lamento, tapándome la cara con una mano-. La próxima vez se lo pido a Marta.
-¿Y si hacemos un intercambio de habitación?-propone, dibujando trazos sin sentido sobre mi abdomen-. Cámbiate por la Mari y que ella duerma con Marta. Y solucionado, no tiene que dormir ninguna en el Refugio.
-Claro, cariño, porque no tenemos ya ningún foco encima como para además mudarnos de habitación y ponernos a dormir juntas.

Desde que Guille me preguntó qué había entre nosotras aquella primera vez, hace ya dos meses, a ambas nos han insinuado la posibilidad de que hubiese algo más de una vez. A ella una compañera del estudio, que me veía entrar y salir mucho de allí sin tatuajes nuevos (bueno, uno nuevo sí que tengo); y un cliente que nos había visto alguna vez en la cafetería. A mí, el mismo Guille me volvió a insistir poco tiempo después, y más tarde Héctor, posiblemente habiéndose dejado convencer por el puñetero resentido de su amigo que seguía metiendo las narices donde no le llamaban. A estas alturas ya teníamos nuestra propia coraza: "es mi amiga; mi hermana; mi brazo izquierdo; mi amiga, amiga, amiga; es como mi hija". A mí me seguía rechinando decir todo eso en alto, pero si tenía que protegernos lo haría costase lo que costase. Aunque sintiera que se me salían los ojos de las órbitas cuando mentía, yo lo iba a intentar. Por nosotras.

-Pf-resopla ella-, pero eso es porque son imbéciles.
-Lo son.
-¿Qué más les da lo que hagamos? Con lo guay que sería, imagínate, despertarnos así todos los días-su voz toma un tono tierno, un tanto apesadumbrado. Parece que tiene diez años.
-Sería lo más guay del mundo-digo, utilizando el mismo adjetivo que ha usado ella-. Pero no se puede, pequeñaja.
-Oye que soy mayor que tú-se queja ante mi apodo, aunque yo sé que no le disgusta en realidad.
-Perdona, ¿pero tú te has visto?
-Qué-espeta, parando los besos que estaba dejando sobre la línea de mi mandíbula.
-Que un poquito así sí que eres-contesto, dejando el dedo índice y pulgar de mi mano izquierda a muy poca distancia y achinando los ojos para enfatizar.
-Que te den-me da un manotazo en la barriga y se deshace del enredo de brazos y piernas con facilidad, al pillarme desprevenida.
-Mírate, diminuta-sigo picando, disfrutando las vistas cuando se pone en pie totalmente desnuda. Es preciosa.
-Mírate, retrasada-me imita ella, desapareciendo por la puerta del baño.

Sempiterno || AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora