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-Muchas gracias por el material para el catálogo-me dice Valeria, mi jefa, agitando la cámara que le he traído hoy de vuelta.
-A ti por dejarme la cámara-sonrío-, la verdad es que aproveché y le di un uso un poco más personal. Pero ya guardé las fotos en mi móvil y las borré de la cámara, las que no eran de tatuajes, quiero decir.
-No te preocupes, Alba. ¿Qué te parece si mañana le damos caña a algún diseño para el catálogo?
-¿Con la máquina?
-Claro, uno de verdad.
-Me parece que me muero de ganas de que sea mañana.
-Anda, pues ve a descansar y nos vemos mañana-se ríe un poco de mi entusiasmo.
-¡Hasta mañana, Valeria!-sacudo la mano con energía mientras salgo del estudio y me dirijo a la parada del autobús.

El autobús es como un coche grande que todavía me sigue acojonando porque funciona solo. O sea, que va sin que lo conduzca nadie, y yo no sé cómo se fían tanto de estos bichos. Ayer vine y volví a casa dando un paseo, porque caminando no se llega a tardar ni media hora, y así evitaba la posibilidad de acabar muerta por culpa de un fallo de esta máquina que nos estrellara contra una pared o algo, pero hoy tengo que comer y cambiarme antes de las cinco, que es cuando he quedado con Natalia, así que voy a tener que priorizar el tiempo. Me siento en el primer asiento que veo libre, y dedico el trayecto a intentar adivinar cuál será el plan de Natalia. Me dijo que cenar, pero luego hemos quedado a las cinco, y supongo que eso solo significa dos cosas: o lo dijo para despistarme o realmente tiene planeado pasar todo ese tiempo juntas, y me pongo nerviosa solo de pensarlo. He decidido hacer caso a lo que me dijo María anoche, y aprovechar ahora la oportunidad que no tuvimos en la Residencia de ir a tomar algo, dar una vuelta juntas y poder darle la mano, si surge, o cualquier cosa que no implique estar a un metro de distancia porque estar más cerca era casi insoportable. Dejo escapar un suspiro que oscila entre la frustración de no poder tratar a mi novia como lo que es y las ganas de revivir el principio de nuestra relación pero, esta vez, con libertad; y precisamente por culpa de ir pensando en esto y con la cabeza en las nubes, cuando vuelvo a fijarme en el camino me doy cuenta de que me acabo de saltar mi parada. Genial, Alba, genial.




-Te vas a ahogar-se ríe María desde el sofá, observando divertida cómo devoro mi plato de espaguetis.
-Coño, es que no me va a dar tiempo-me quejo.
-Tía, pues yo qué sé, hazte de rogar, que te espere un poquito.
-Odio con toda mi alma ir tarde a los sitios-engullo otro tenedor mientras compruebo que ya son las cuatro.
-A ver, pero si no vas mal. ¿Cómo es que has llegado tan tarde, no te venías en el bicho ese hoy?
-Y eso he hecho, pero deja de ser eficaz cuando me salto mi parada, la siguiente está a veinte minutos de aquí y ni siquiera sé venir porque no sabía cómo hacer que funcione el gps ese del demonio.
-Eres un cuadro-se ríe ella.
-A tres personas he tenido que preguntar, Mari, ¡a tres! Y encima un gilipollas mirándome mal cuando le he dicho que buscaba estos pisos, coño, que vengo de una Residencia pero no voy a infectarle ni nada-me bebo casi de un sorbo el vaso de agua, por intentar que baje toda la pasta que he engullido en cinco minutos.
-Vaya imbécil-resopla ella-. Pero hazme un favor y relájate un poco, que a este ritmo si no te ahogas con la comida te vas a resbalar en la ducha y yo contigo quiero irme de boda, no de funeral.
-Dejo esto aquí y lo friego luego, te lo juro-suelto el plato en el fregadero y le lanzo un beso mientras voy a mi habitación, quitándome el jersey por el camino.

Me ducho todo lo rápido que puedo para poder vestirme y tener el tiempo suficiente para intentar hacerme el eyeliner, así que en cuestión de unos diez minutos estoy ya fuera, con una toalla enredada en el pelo y otra en el cuerpo, y mirando mi armario. En momentos como este echo de menos la ropa que tenía en la Residencia, porque sé que me pondría mi pantalón gris de tiro alto con algún jersey blanco pegado y no tendría que comerme más la cabeza, pero claro, ahora tengo que acostumbrarme a elegir conjuntos con la nueva ropa. Suspiro, observando mis posibilidades, y acabo decantándome por una camisa blanca con un estampado de flores de líneas finas y negras, y unos vaqueros negros.

Sempiterno || AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora