Capítulo 18

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—¿Por cierto... ¿Mi padre sabe que estoy aquí?

—No, de hecho, estaba a punto de enviarle una carta. —Dijo Keneth sacando la carta que tiene guardada—. Para que sepa dónde estás.

—¡No le digas!, me escapé ayer en la noche.

—¡¿Qué?! —Preguntó Keneth asustado—. ¿Por qué lo hiciste?

Con solo recordarlo mis ojos se pusieron llorosos.

—No quiero hablar de eso, no ahora. —Respondí. —¿Puedes ayudarme a encontrar algún lugar para quedarme?

Keneth se miraba preocupado por mí.

—No puedo dejarte en cualquier lugar, quédate en mi casa, así te estaré cuidando, cuando te sientas mejor te llevaré con tu padre.

—¡No me lleves de regreso! —Abracé mis rodillas—. Si voy, moriré lentamente, te lo ruego, sálvame. —Lo miré mientras lloraba.

Keneth es un caballero, siempre sigue sus principios, me llevará para agradar a mi padre, pero su me ve de esta manera, su corazón no le permitirá entregarme, sé muy bien que está sintiendo lástima, perdón Keneth, me veo en la necesidad de utilizarte un momento.

No preguntó qué fue lo que pasó por ahora. El joven no se imagina que tan mal haya sido la pelea, pero no permitiría que ella sufra, la cuidará un tiempo, luego la llevará a su padre para que lo resuelva. Eso pensó.

Keneth me sonrió y pasó sus dedos por mis ojos para secar mis lágrimas.

—Está bien. —Dijo Keneth—. Vamos a mi casa.

—Um. Bien... Ayúdame a levantarme.

Cuidadosamente Keneth me ayudó a ponerme de pie, intenté dar un paso, pero me caí, ayer me fui en medio de la cena entonces no comí bien, la caída del caballo y las emociones negativas me tienen débil.

—¡Elise! ¿Te encuentras bien? Espera aquí, traeré tu ropa para que te cambies aquí.

Keneth salió corriendo, luego volvió con mi vestido doblado y mi par de zapatos, ya que me costaba moverme, él me ayudó a cambiarme la ropa, sentía un poco de vergüenza, pero él ya me había visto antes, mientras me quitaba la ropa, me agradó que él no se volteara y que me mirara con normalidad porque me daba más confianza al saber que no tenía algún pensamiento obsceno, sólo me vigilaba para asegurarse que n me pasara algo malo.

Cuando terminé de vestirme, se acercó y extendió sus brazos para cargarme.

—¿Eh? —Me sorprendí—. ¿Qué haces?

—No puedes caminar, aférrate a mi cuello, te llevaré a mi casa.

—Gracias por ser tan bueno conmigo y perdón por molestarte...

—Tonta, no eres ninguna molestia... Bueno, sólo eres molesta cuando lloras o haces muecas, así que como te cuidaré, lo único que tienes que hacer es sonreír.

—¿Así? —Sonreí.

—Se ve muy falso, inténtalo de nuevo, así. —Sonrió.

La cacería de la bruja [¡Terminada!]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora