Sábado | 19:30

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14.03.20

[Sábado | 19:30]

Natalia fue a casa de Alba, como habían quedado, para pasar la tarde juntas. Llevaban una hora a solas sentadas en la alfombra de su habitación compartiendo música, viendo vídeos absurdos en YouTube y hablando de banalidades. Si fuese por ambas, ya se habrían desgastado los labios la una a la otra en una sesión de besos. Pero con su madre andando por casa, Alba no se atrevía a pasar de besos en la mejilla y leves caricias.

—¿Te puedo preguntar algo? —dijo Alba mientras no cesaba de acariciar la cara interna del brazo a la morena con la yema de sus dedos—.

—Claro dime —respondió con una voz relajada. Aquel movimiento repetitivo le estaba pareciendo lo más placentero del mundo—.

—¿Cómo te diste cuenta de que te gustaban las chicas?

—Que cotilla tú, ¿no?

—Dejémoslo en curiosa, mejor —rió—.

—Pues la primera vez que me di cuenta de que me gustaba una chica tenía 14 años. Fue casi sin quererlo. Me la presentaron mis amigos y al principio pensé "bueno, una amiga más". Y poco a poco, hablando con ella pensaba "qué ganas de abrazarla", "qué ganas de volver a verla el viernes", "que ganas de... besarla". Y PUM, tuve una revelación, a mí esta chica me gusta, amiga date cuenta.

—Que bonito —carcajeó—.

—No creo que haya sido la primera chica que me llamó la atención, pero sí la primera que me di cuenta de que me gustaba.

—¿Y tuviste algo con ella?

—Nos liamos una vez, pero nada más, después empezó a salir con otra chica. ¿Tú cuándo lo supiste?

—Yo creo que lo sé desde pequeña. Siempre noté que me llamaban la atención las chicas, y cuando cumplí 12 años me dije "pues sí, oye, yo creo que soy bisexual".

—Lo tenías clarísimo, entonces.

—Sí. No me supuso ningún choque. ¿A ti sí?

—Yo no diría choque. No sé. Antes de que me gustase ella, nunca me imaginé con una chica. Pero lo acepté sin más.

—¿Y cómo saliste del armario?

—Con mis amigas fue al poco tiempo de que me gustase esa chica. Mi amiga María preguntó "¿quién del grupo no es hetero?". Levanté la mano y tachán. Fuera del armario.

—Directa —carcajeó—. ¿Cómo se lo tomaron?

—Casi me montan una fiesta. No paraban de decir "bienvenida al club","ya lo sabíamos solo hacía falta que lo confirmases", "a mí me pitó el gaydar desde el primer día que te vi".

—Me encantan tus amigos. ¿Y con tus padres cómo fue? ¿Lo saben ya?

—Con mis padres fue más tarde, el año pasado. Me daba un poco de vergüenza contárselo, pero al final fue muy fácil. Me encoñé un poco de una chica y no paraba de hablar de ella. Hasta que mi madre un día me soltó "¿seguro que es solo una amiga?", y entonces lo conté.

—¿Y cómo te sentiste después?

—Una de las mejores sensaciones del mundo. Sientes cómo sueltas un lastre, que no tienes que fingir ni ocultar nada. Y ver que tus padres se lo toman bien te llena de seguridad.

—Que bien... —sonrió apenada, alegre porque a Natalia le fuese tan bien, pero triste porque sentía que ella nunca iba a poder compartir esa información con su madre—.

—Vamos, seguro que tu madre no se lo toma tan a mal cuando se lo digas.

—No sé yo —resopló—. Suelta comentarios del tipo "a una madre le cuesta mucho aceptar eso", "que hagan lo que quieran en sus casas pero no me gusta verlo", y sus variantes.

SKAM AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora