Lunes | 20:32

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13.04.20

[Lunes | 20:32]


Otro lunes más que Alba se pasaba metida en su cuarto estudiando a full. Este lunes en concreto, más aún. Tenía que recuperar todo lo que no había estudiado ese fin de semana por haberse quedado en casa de Natalia. Era el precio que tenía que pagar. Estaba totalmente concentrada en sus apuntes cuando la voz de su madre desde la cocina la sacó del trance.

—¡Alba, ven aquí un momento!

—Dime, mamá —dijo según entró por la puerta—.

—Toma —le tendió un papelito doblado—. Esto es para la madre de Natalia.

—¿Es trabajo? —preguntó ilusionada—.

—Es el número del encargado de recursos humanos en una de las empresas de mi edificio. Es una empresa de comercio nacional. Me ha dicho que están abiertos a hacer entrevistas y ver si pueden añadir a alguien más al equipo. No es seguro, pero puede probar suerte aquí. Que diga que llama de parte de la Rafi para que sepa que la he mandado yo.

—MAMÁ, ERES LA MEJOR —exclamó lanzándose a su cuello a abrazarla y a llenarle la mejilla de besos en agradecimiento—.

—Yaaa, yaaa. No seas pelota. Ten cuidado, ¿eh? Lo del trabajo es un tema delicado y se lo puede tomar mal —le advirtió, que tenía ya experiencia en ello—.

—Su madre lleva un montón de tiempo buscando trabajo, no creo que se lo vaya a tomar a mal.

—Lo sé, lo sé. Pero hay gente muy susceptible. Hazle caso a tu madre abogada que ve casos así todos los días.

—Valeee, lo diré con delicadeza.

—¿Lo pasaste bien en su casa, entonces?

—Muy bien —sonrió casi automáticamente al recordar el sábado y el domingo que había pasado en su casa—. Sus hermanos son muy divertidos, nos pasamos el sábado haciendo tonterías con ellos. Y sus padres fueron muy simpáticos conmigo. Yo pensaba que se iban a enfadar conmigo por llegar medio borracha de noche y al final casi me felicitan por ello —se rió al recordar la mañana siguiente cuando se despertó con una resaca monumental—.

—¿Cómo que borracha? —frunció el ceño su madre que no tenía ni idea de aquello. Ella pensaba que solo había ido a dormir a casa de su novia. En ningún momento le nombró que iba a haber alcohol de por medio. Y el rictus en la cara de Alba que acababa de meter la pata hasta el fondo—.

MIERDA.

NO.

SOY GILIPOLLAS.

¿CÓMO SE ME OLVIDA ESE PEQUEÑO DETALLE?

—Alba, te estoy hablando —le dijo en tono rígido con el semblante serio esperando explicaciones—. ¿Cómo que llegaste borracha?

—Bueno... —carraspeó— Puede que hayamos salido un ratito por la noche...

—¿Otro botellón, Alba? —le reprochó—.

—Aaaayy, mamá, pero que no pasa nada. También estaban Sabela y Julia.

—Me dan igual los demás. Que sea la última vez que me mientes así. No te vas a volver a quedar en su casa.

—Vale, vale —contestó sin más. No quiso darle importancia, ya buscaría alguna excusa para volver a quedarse en su casa—.

—Y encima llegas borracha a su casa. Qué vergüenza. ¿No has pensado en la imagen que van a tener de ti?

—Pues sí que lo pensé. Y literalmente me dijeron que no pasaba nada, que todos éramos jóvenes alguna vez. ¿Por qué no aflojas un poco la cuerda conmigo mamá y eres un poquito como ellos?

—Porque cada casa es diferente y tiene sus normas. Y en mi casa el alcohol está prohibido. Y las mentiras mucho más.

—Técnicamente, no te he mentido. Solo he ocultado un poco de información.

—Alba, te recuerdo que soy abogada. Esa frase la escucho tres veces al día.

—No me dejas pasar ni una —chasqueó la lengua con fastidio—. Ya que se me ha escapado, te lo cuento. El homófobo del bar se nos ha acercado otra vez, en el botellón.

—¿Y no pensabas decírmelo? ¿En qué quedamos el otro día? —preguntó, ahora más enfadada porque le hubiese ocultado esa información cuando le había dejado claro que quería que le contase si tenía algún problema—.

—Vaaaale. Tienes razón. No volveré a ocultarte información.

—Ya te lo dije la última vez. Si Natalia y tú queréis, podéis denunciar.

—Es que tampoco quiero meterme en esos rollos por un gilipollas que nos suelta un insulto por la calle. Este no ha sido el primero, ni va a ser el último.

—Lo sé. Pero denunciar también es importante para que el resto de la ciudadanía se de cuenta de lo que pasa en su país. Si tú no lo denuncias, va a pasar desapercibido. Si lo denuncias va a contabilizar como un caso más en las estadísticas de discriminación por razón de orientación sexual. Y antes de que lo digas, sí, tu madre se ha puesto a estudiar sobre el asunto —oír aquello le sacó una sonrisa a Alba, verdaderamente su madre se estaba volcando con la causa, incluso de manera profesional—.

—Mamá, me encantas cuando te pones así de profesional. Eso no lo había pensado. Lo hablaré con Natalia.

—Está bien. Y que ese tipo de insultos no os reprima, que las dos valéis mucho.

—Ves, esa es la madre que yo quiero ver.

—No me seas pelota que estás castigada por lo del botellón. Ya pensaré en el castigo.



SKAM AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora