Viernes | 14:26

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17.04.20

[Viernes | 14:26]

Natalia volvía a casa después de una dura semana de clases. Dura no solo por los exámenes y trabajos que se acumulaban y la presión de los profesores hablando sobre el camino que tomaría para su futuro, sino también por llevar varios días sin hablar con Alba. Se había acostumbrado tanto a mandarle mensajes todos los días y verla después de la academia, que se sentía un poco vacía.

Las palabras de sus amigas, después de que se le pasase el enfado, le hicieron reflexionar y ver las cosas con más perspectiva. Se dio cuenta de que igual se había enfadado de más y que quizás no era tan malo que la familia de la rubia quisiese echarle una mano a la suya.

—Ya estoy —anunció al entrar en casa—.

—Hola, hija. ¿Qué tal las clases?

—Aburridas como siempre —al entrar al salón, vio a su madre pegada al ordenador, con sus gafas de ver de cerca, buscando ofertas de trabajo, una estampa que ya se había vuelto habitual en su casa— ¿Sigues mirando ofertas?

—Claro. Es para lo poco que uso este cacharro. Pero poca cosa encuentro. La vecina me ha recomendado una página de "fasebuc" de esas, a ver si hay suerte.

Natalia suspiró al darse cuenta de que aquella situación iba a ir para largo, mucho más de lo que se esperaba y tomó una decisión. Fue a su mochila y empezó a rebuscar dentro de sus bolsillos.

—Mamá tengo algo para ti —le ofreció el papel que Alba le había dado días atrás—.

—¿Qué es esto? —lo miró extrañada sin entender qué quería su hija—.

—Me lo ha dado Alba. Su madre ha dicho que puedes llamar a ese número para buscar trabajo. Es de una empresa que está en el mismo edificio que la suya.

—¿De verdad han hecho eso por nosotros? —su madre abrió la boca de par en par, impresionada por aquel gesto—.

—Sí... Pero es un enchufe, mamá. Vosotros siempre habéis criticado los enchufes. ¿Vas a llamar?

—Natalia, nosotros los criticamos siempre que sean injustos. Cuando despiden a alguien para enchufar al hijo mimado del jefe, por ejemplo. Cuando no es injusto, no los criticamos. Es un fastidio, pero las cosas funcionan así ahora. Además, imagino que estos señores me harán una entrevista antes, dudo mucho que me vayan a poner una medallita nada más llegar.

—Joder... —murmuró frustrada al ver la facilidad con la que su madre había aceptado la ayuda y el pollo que montó ella por el dichoso numerito. Si hubiese hablado con su madre días antes se habría ahorrado una semana de mierda—.

—¿Qué pasa? ¿No te alegras? Esto es una buena noticia, puede sacarnos del apuro.

—Sí que me alegro pero... Es que me he enfadado con Alba.

—¿Por qué?

—Por el número precisamente. Porque es como un enchufe, y me fastidia.

—Ay, niña, que las hormonas te tienen "apollardá", como dice la del quinto. ¿Cómo te enfadas por eso? Si es una ayuda.

—Ya, pero yo que sé. No me gustan esas cosas. Además, es como si de pronto llegase ella con todo su dinero a salvar el mundo.

—Pues yo creo que piensas muy mal. De lo poco que conozco a Alba, dudo mucho que lo haga para presumir de su dinero ni nada por el estilo. Te ha ayudado de corazón porque le importas, no solo tú, sino tu familia también, y eso es una cualidad que no encuentras en todo el mundo. Esto no es algo que hagas por cualquier persona.

—Empiezo a sentirme mal por enfadarme.

—Es que deberías sentirte mal. Pero todo el mundo comete errores. Y ahora te toca enfrentarte a ellos.

—¿A qué te refieres?

—A que te toca disculparte con Alba.

—Ya, pero ella está enfadada conmigo porque yo me he enfadado con ella. Un lío. No creo que quiera ni verme, no me ha hablado en tres días.

—Hombre, pues claro. Porque en esta ocasión te toca hablar a ti. Estará esperando a que le hables tú.

—Ya...

—Las parejas funcionan así. De vez en cuando hay pequeñas discusiones. Algunas veces te tocará a ti disculparte a ti y otras a ella. Pero lo importante es que habléis, os digais bien claro lo que os molesta y lo aclaréis todo llegando a un acuerdo. Anda que no hemos discutido tu padre y yo... Y míranos, 20 años juntitos queriéndonos como el primer día.

—Qué difícil todo —bufó agotada dejándose caer sobre el sofá—.

—Anda, anda. No te agobies. Vete preparando los platos para comer. Pídele disculpas a Alba y dame el número de su madre, que imagino que la idea habrá salido de ella.

—¿Vas a hablar con su madre? —abrió los ojos de par en par. No sabía que esperarse de una conversación entre aquellas dos mujeres—.

—Hombre, claro. Habrá que agradecerle el gesto. ¿Tienes miedo de que hable con tu pseudo-suegra?

—Un poco...

—¡Anda ya! Prometo no avergonzarte mucho.


SKAM AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora