Martes | 18:26

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24.03.20

[Martes | 18:26]

Natalia fue a casa de Alba nada más salir de la academia. Como había dicho su madre ayer, a pesar de estar castigada, le había dejado quedar por la tarde con ella.

—Sigo sin creerme que tu madre te haga medio levantado el castigo —comentó Alba abriendo la puerta de casa—.

—Con esta carita de pena que tengo ¿cómo no me iba a perdonar? Nadie se me resiste.

—Lo confirmo. Ponte cómoda que voy a por algo de picar —fue a por una bolsa de patatas fritas y al volver a la habitación se encontró a Natalia tumbada en su cama con los ojos cerrados—. ¡Oye, no te vayas a quedar dormida!

—Es que estoy super cansada de bailar —dijo estirándose todo lo que podía en la cama—.

—No te he visto nunca bailar. Énseñame cómo bailas.

—Me apetece más estar aquí tumbadita. Te puedes tumbar aquí conmigo y darnos mimitos —puso carita de pena para que cediera—.

—¿Te das cuenta de que eso que dices es de super novias? —se echó sobre ella para abrazarla y mirarla de cerca—.

—Bueeeeeeno... ¿Igual somos un poco novias?

—¿Igual UN POCO? Igual un mucho —le dio un largo beso en la mejilla—.

—Pues somos novias —se encogió de hombros—. Pero la etiqueta da igual —realmente a Natalia le daba igual la etiqueta que tuviesen mientras pudiese estar con ella—.

—Yaaaa, lo sé, pero me hace ilusión. "Novia" es más especial que "rollete".

—Para mí tú eres especial.

—Para mí también lo eres —empezó a dejar leves caricias en la cara mientras Natalia acariciaba la espalda—.

—Justifica tu respuesta.

—Eres especial porque me haces sentir más segura de mí misma, me haces atreverme a hacer cosas nuevas, y me encanta hablar contigo, subirte el ánimo cuando no estás bien... Y, no sé, hay una fuerza mayor que me hace tener ganas de abrazarte a todas horas. Y porque eres muy blandita —la abrazó con fuerza—.

—De blandita nada, mira la tableta que tengo de tanto bailar —levantó su camiseta para que le viera los abdominales—.

—A ver, déjame tocar... —deslizó sus dedos dibujando suavemente cada uno de los abdominales de la morena, mientras nó dejaba de mirarla fíjamente para observar las sensaciones que provocaba en ella—. Pues sí que esta dura, sí.

—Bueno, ya. Que me la vas a desgastar —bromeó para quitar un poco la tensión del momento. Las caricias de Alba sobre su abdomen le estaban provocando muchas sensaciones que no sabía si quería sacar a relucir hoy—.

—Ojalá poder probarla... —suspiró—.

—Oye, tengo una pregunta —cambió de tema—. Tu amiga Sabela, ¿tiene novio o le gusta alguien? —fue directa, obviando la petición de su amigo de ser discreta—.

—No. Ni novio, ni rollo y creo que no le gusta nadie. Por lo menos no nos lo ha contado a nosotras, ¿por?

—No, por nada —se hizo la loca—.

—¡Venga ya! ¡Cuéntame!

—Vale, pero no digas nada. ¿Te acuerdas de Álvaro? —Alba asintió—. Pues me ha dicho que le gusta Sabela.

—Pues tu amigo Álvaro va a tener que currárselo mucho. Sabela es una soltera exigente. Hablaré con ella a ver si le sonsaco algo.

—Se lo diré. Si te enteras de algo, dímelo. Hacemos de celestinas.

—Hecho. Bueno ¿qué? ¿Me bailas o no?

—Va, pon música.

Alba puso Blanco de J Balvin y Natalia empezó a mover su cuerpo con agilidad y sensualidad al ritmo de la música, bajo la atenta mirada de Alba, que observaba cada movimiento con detenimiento. No pudo evitar morderse el labio cuando se dio la vuelta y meneó sus caderas casi delante de su cara.

—¿Tú no bailas? —la animó Natalia, que quería que bailase con ella—.

—Yo no sé. A tu lado voy a hacer el ridículo.

—Yo te enseño, ven.

Se levantó y se quedó estática esperando a que Natalia le indicase qué tenía que hacer. Natalia le rodeó sus caderas desde atrás, le puso una mano en el vientre para que imitase el movimiento de sus caderas y se pegó todo lo que pudo a ella. Las dos sintieron un calambrazo que empezó en la entrepierna y salía disparado al pecho.

—Déjate llevar por el ritmo —le susurró al oído tan cerca que Alba pudo sentir el aire chocando en su oreja—.

Alba, con algo de torpeza, continuaba imitando los movimientos de Natalia, cada vez con más soltura, pegándose a ella todo lo que podía. Natalia le dió la vuelta y la puso frente a ella y la incitó a que imitase el movimiento que hacía con su pecho. Alba no pudo resistir mucho más. Intentó moverse lo más sensual que podía para acercarse a ella y se puso de puntillas para atrapar los labios de la morena. Agarro su cuello para mantener el equilibrio, y Natalia la incitó a que diera un saltito para cogerla en brazos. Alba rodeó su cuerpo con las piernas y Natalia la agarró del culo para que no cayese, lo que hizo que Alba soltase un pequeño jadeo.

Continuaron la batalla de besos, cada vez más escendidas, dejaban chocar sus lenguas, se mordían, tiraban de sus labios a su antojo. Como cada vez que empezaban, se dieron cuenta de que iba para largo, así que se pusieron cómodas. Natalia se sentó en la cama con Alba encima y la rubia, deseosa por explorar más allá de sus labios, se lanzó al cuello de la morena, dejando besos húmedos hasta que se atrevió a dejar un mordisco en la base del cuello. La morena respondió apretándo con fuerza sus nalgas y la rubia expulsó un gemido contenido que las sorprendió a las dos. Se miraron a los ojos, ambas llenas de deseo y con las mejillas rojas por el momento y porque sabían a dónde querían llegar. Desvió Alba un segundo la mirada hacia el cuello de Natalia y se tapó la boca para evitar reirse demasiado.

—¿De qué te ríes?

—Cuando te mires el cuello me matas.

—¡No jodas, Alba! ¿Me has dejado un chupetón?

—¡Perdón, de verdad! No pensé que había mordido tan fuerte.

—Déjame el espejo a ver. Eres una salvaje. Te lo voy a devolver —se abalanzó a su cuello, pero Alba hizo fuerza para evitarlo—.

—¡NO! ¡PARA, PARA! A ver cómo le explico yo eso a mi madre.

—¿Y yo qué? Que voy a tener que ir una semana con jersey de cuello alto.

—Lo sientoooo. Deja que te lo maquille.

—Nooo, no te levantes de aquí. Me estaba gustando mucho lo que estábamos haciendo —chocó con suavidad nariz con nariz—.

—A mí también... pero si seguimos así vamos a acabar haciendo lo que tú sabes. Y ni estamos solas en casa ni sé si tú quieres hoy llegar a ese punto...

—Tienes razón... —puso cara de inocencia—.

—JAJAJAJAJA. Qué carita de bebé.

—¡Oye! No te rías de mí —escondió la cara en el pecho de Alba—.

—Vale, ya paro. Voy a por el maquillaje.

Alba estaba deseosa de continuar con aquello que habían empezado, notaba cómo cada vez ambas tenían ganas de más, se atrevían a explorar más. Natalia por su parte, aunque tenía ganas de llegar más lejos con Alba, le surgían las inseguridades de probar algo tan nuevo, tan íntimo y tan personal.

SKAM AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora