Sábado | 12:14

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25.04.20

[Sábado | 12:14]

Alba se despertó prácticamente aplastada por Natalia, que en mitad de la noche se había girado un poco sobre su espalda. Lo cual también había provocado que hubiese empezado a roncar e, incluso, llegó a vislumbrar cómo se le caía un hilito de baba por la comisura de la boca. Le parecía tan cómico ver a aquella chica tan grande roncando y aplastando su cuerpecito que no pudo evitar echarse a reir, despertando por fin a Natalia.

—¿Mmmhhh? —despegó los ojos como pudo, cegada por la luz que ya entraba por la persiana—.

—Buenos días, grandullona.

—¡Hostia, Albi! Te estoy aplastando —cambió de postura de un salto para dejar de aplastarla y se apartó la baba de la cara—. Joder, soy un cuadro.

—Bueno, al menos eres un cuadro bonito.

—¿Cómo tienes tan buen despertar? No tienes ni una ojera, ni una legaña, ni el pelo despeinado... ¿Eres un extraterrestre y no me he enterado?

—Oye que te recuerdo que cuando me quedé a dormir en tu casa yo sí que fui un cuadro con la resaca. ¿Has dormido bien?

—Hombre, después de lo de anoche, ¿tú qué crees? —se acercó para darle un beso de buenos días—.

—Todavía te sabe la boca a multifrutas —habló con los labios todavía pegados a los de la morena—. ¿Quieres repetirlo ahora por la mañana? —acarició el costado de Natalia con sugerencia—.

—¡Tórtolas! —gritó Marina desde el otro lado de la puerta—. Dejad de hacer guarradas que vamos a desayunar para salir.

—Esta noche no te me escapas —le advirtió Alba agarrándo su camisets en un puño antes de levantarse de la cama—. Vamos.

Ambas salieron en pijama de la habitación y se dirigieron al salón donde ya estaba Marina con una tostada en la boca. Cuando las vio llegar, abrió los ojos sorprendida.

—¡Hala! Que lo decía en broma, pero ya veo que sí —dijo Marina retirando la tostada de su boca—.

—¿A qué te refieres? —se extrañó Alba, que no estaba entendiendo nada de lo que decía su hermana—.

—Mírate el hombro. Natalia, ¿te quedaste con hambre anoche? —la vaciló—. Podrías haber repetido pasta y no haberte comido a mi hermana.

Alba se miró en el reflejo de la pantalla del móvil el tenue chupetón que tenía sobre el hombro, que quedaba a la vista con la camiseta de tiros que llevaba puesta.

—Lo siento, Albi —se llevó manos a la boca arrepentida y ruborizada ahora que se lo había visto. Ella tampoco se había dado cuenta de que estaba ahí—.

—Voy a por otra camiseta antes de que lo vea mamá.

—¿Antes de que vea el qué? —apareció Rafi por la puerta con una bandeja y vasos de leche y galletas antes de que Alba pudiese ir a cambiarse de camiseta—. ¿Qué secretitos escon...? —se paró en seco al descifrar lo que intentaban ocultar—. Oh, vale. Ya lo pillo. No te esmeres en esconderlo.

—Mamá... —intentó excusarse de alguna manera por si aquello le molestaba, pero su madre la frenó—.

—No me tienes que explicar nada, Alba. Yo también he tenido tu edad. Y tú Marina deja de picar a tu hermana que tú no te quedas atrás, lo que pasa es que no me quieres contar nada.

—Ayyy, ya te contaré otro día —le respondió con fastidio por tocarle aquel tema precisamente, del que su madre aún no conocía mucho—.

—Venga, niñas. A desayunar rápido para salir. Qué ganas de oler la naturaleza tengo.



SKAM AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora