Domingo | 12:48

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12.04.20

[Domingo | 12:48]

Natalia se despertó con el peso de un cuerpecito de cabellera rubia abrazando el suyo. Abrió los ojos y allí la vio durmiendo plácidamente, como si no tuviese ninguna otra preocupación en el mundo. Tenía el pelo despeinado y maquillaje hecho un poco desastre, porque recordemos el estado en el que llegó anoche, no tenía equilibrio ni para lavarse la cara. Y aún así, le pareció adorable.

Miró la hora. Las doce y pico. No quería despertarla, pero ya era un poco tarde, así que intentó despertarla de la manera más delicada que encontró: a base de caricias. Empezó recorfortando toda su espalda para luego dejar cosquillitas por todo su rostro con sus dedos. Le costó un poquito, estaba en el quinto sueño, pero cuando arrugó la nariz supo que por fin empezaba a volver al mundo de los despiertos.

—Mmmmhhh... Mi cabeza... —dijo como pudo con la boca pegajosa de la noche anterior—.

—Por fin te despiertas, bella durmiente

—Baja la voz... —se agarró la cabeza, como si eso fuese a aliviarla—.

—¿Mucha resaquita?

—Me quiero morir —engruñó los ojos, casi no era capaz de abrirlos—. No me dejes salir, no quiero que tus padres me vean así. Adiós a mi reputación de niña buena —lloriqueó frustrada—.

—Anda, espera aquí que voy a por una aspirina.

Fue hasta la cocina a por un vaso de agua, pastillas y algo de desayunar para las dos.

—Toma. La pastillita mágica y algo de desayuno, porque los demás ya están despiertos y frescos como lechugas.

—Qué vergüenza... —ocultó su rostro detrás de sus manos antes de tragarse la aspirina—.

—Ya están acostumbrados a verme a mí y a mis amigas así, no es nada nuevo para ellos —rió mientras ella también tomaba una pastilla—.

—Jo, pero aún así...

—Estas anécdotas se las contaremos a nuestros nietos. Son las mejores. Toma, un colacao —le ofreció el vaso con aquel manjar de dioses—.

—¿Nuestros nietos? ¿Nos vamos a hacer viejitas juntas?

—Hombre, después de lo que me dijiste anoche —casi se atragantó con el colacao al escucharla, pensando en todas las burradas que podría haberle dicho en estado de embriaguez—.

—¿Qué te dije anoche?

—¿No te acuerdas de nada? —se rió, recordando que anoche pensó que probablemente no se iba a cordar de nada—. Te quedarás con la duda entonces.

—Venga ya, Naaaaaat.

—No haber llegado tan borracha a mi casa.

—No me hagas esoooo. ¿Te hice alguna proposición indecente?

—Querías follar borracha. Pero no es solo eso.

—Ay, madre... —volvió a taparse la cara avergonzada—. ¿Qué fue lo otro?

—A ver cómo era... "Naaaaaat, te quiero. Quiero que nos salgan arrugas juntas y acabar haciendo ganchillo mientras vemos el Sálvame del futuro" —dijo imitando su vocalización cuando estaba borracha, que era nula— o algo así.

—Mátame ya... —se hizo un ovillito en la cama escondiendo su cara en sus rodillas muerta de la vergüenza—.

—Si fue muy romántico, de verdad. Y como tú no te acuerdas, ya te lo digo yo ahora. Yo también te quiero.

—Ay, jo... —puso su mayor cara de ternura—.

—Ven aquí y dame un morreo.

Y resacosas perdidas desayunaron y volvieron a ser personas mientras recordaban las anécdotas más divertidas de la noche.


SKAM AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora