Sábado | 20:36

2.2K 158 0
                                    

11.04.20

[Sábado | 20:36]

Alba había llegado a casa de Natalia unas cuantas horas antes del botellón para dejar sus cosas en su casa y que les diese tiempo a comer algo y hablar un poco con su familia. Alba, obviamente, omitió la parte en la que se iba de botellón cuando le dijo que se iba a dormir a casa de su novia solamente porque su familia la había invitado.

—¡Albaaaaaa! —gritó Natalia, que tenía a Alba apuntándola con un lapiz de ojos mientras la maquillaba—. Que me vas a meter el lápiz en el ojo. La raya va en el contorno, no en el iris, por favor.

—¡Pues no te muevas! Si no paras de reirte no te la puedo hacer. Pareces un caniche tembliqueando.

—Es culpa de Elena, me está haciendo reir desde la puerta —señaló a su hermana—.

—¿Yo? Yo no he hecho nada eh —levantó las manos con inocencia—.

—Ven, Elena —la llamó Alba—. ¿Te quieres maquillar tú también?

—¿Yo? Si yo no voy a salir.

—Da igual. Así nos divertimos un rato. Va venga, levántate, Nat.

—No dejes ciega a mi hermana también —bromeó mientras le cedía el sitio a su hermana—.

—Calla. Mira para arriba, Elena.

Alba puso toda su atención en hacerle la raya del ojo a Elena con su habitual cara de concentración, sacando la punta de la lengua.

—Alba, eres un perrito. La lengua —la picó Natalia que le hacía micha gracia el gesto—.

—¡Ya! Me sale solo, no lo controlo. Mira, ya está —se alejó de la cara de su hermana para observar su obra maestra—. Tu hermana pequeña se está más quieta que tú —volvió a picar a Natalia—. Y ahora, pintalabios color rojo pasión —pintó sus labios con precisión, como si estuviese haciendo uno de sus dibujos—. ¡Perfecta! Eres la más guapa de esta casa.

—¡Oye! A ver si me voy a tener que poner celosa de mi hermana —se quejó Natalia—.

—¿Qué hacéis? —apareció Santi por la puerta de la habitación, curioso por el escándalo que estaban montando, y se le quedó cara de póker al ver a su hermana maquillada por primera vez—. ¡Hostia, Elena!

—Estamos maquillándonos —contestó Elena entudiasmada—.

—¿Quieres tú también, Santi? —lo invitó Alba a él también—.

—¿Maquillarme yo? No, no, no, ni hablar. Yo soy muy macho.

—¿Qué es eso que huele? —Natalia olfateó el aire como si fuese un perro—. ¿Masculinidad frágil? —vaciló a su hermano—.

—¿No te atreves a pintarte la raya? ¿Te da miedo? —siguió el juego Alba—.

—Anda, trae —chasqueó la lengua y terminó por acceder ante los piques de aquellas dos chicas—. Hazme la raya esa.

Las tres chicas rieron y miraron con incredulidad a su hermano por haber aceptado mientras Alba dibujaba el contorno de sus ojos.

—¡Listo! Oye, pues no te queda nada mal.

—¡Ponle pintalabios ahora! —gritó Elena emocionada—.

—Oye, no, no. Fuera —Natalia echó a sus hermanos de su habitación—. Dejad de acaparar a mi novia. Vamos a cambiarnos de ropa. Haced bomba de humo.

—Mañana, te maquillo otra vez, Elena —le prometió Alba antes de cerrar la puerta, que vio que se había ilusionado con ello—.

—Te lo estás pasando teta.

—Me caen muy bien tus hermanos. Son muy divertidos.

—Pero te quiero un ratito para miiii —puso cara de perrito abandonado después de haber pasado toda la tarde con sus hermanos y su madre rondando alrededor, curiosos por conocer a Alba—.

—Ven aquí, acaparadora —tiró de ella para dejarle un cálido beso en sus labios y Natalia aprovechó para agarrar su culo—. ¿Me dejas ver qué tienes por tu armario?

—No hay mucha ropa, Alba. Probablemente la hayas visto toda ya.

—Pues déjame cotillear cómo la ordenas por lo menos —abrió el armario con curiosidad y al ver lo ordenado que estaba por dentro se quedó boquiabierta—. Dime que esto lo ordena tu madre.

—Todo eso es obra mía. ¿Qué pensabas, que era una desordenada?

—No, pero no me lo esperaba tan ordenado. Ahora me da vergüenza enseñarte mi armario.

—De tu cuarto lo que me interesa es tu cama, si quieres el armario no me lo enseñes.

—Descarada —le dio un golpe fuerte en el brazo—. Vamos a vestirnos ya.

Media hora más tarde salieron cambiadas de la habitación. Natalia con sus ya clásicas botas militarres, pantalones negros y camiseta básica debajo de su bomber negra. Alba optó por robarle una blusa roja estampada a Natalia, junto a sus pantalones celestes y una chaqueta porque aún refrescaba un poco por la noche. Fueron directas a la cocina para despedirse de su madre antes de irse.

—¿Ya estáis listas, chicas? —preguntó su madre al verlas aparecer por la puerta—. ¡Hala, que guapas!

—Obra de Alba todo. La cara de Santi y la de Elena, también.

—Natalia, ya sabes, no vuelvas muy tarde —le advirtió, como siempre, su madre—.

—Tranquila que vamos a volver temprano, a eso de las 5 de la mañana —bromeó Natalia—.

—Ándate con cuidado a ver si te voy a volver a poner el castigo —la amenazó como respuesta a aquella broma—.

—Yaaaa, era solo una broma.

—Y cuidadín con lo que bebes. Alba, seguro que tú eres mucho más responsable que ella. No te cortes, le pegas de mi parte si se pasa.

—JAJAJAJA. Creo que Natalia es bastante más responsable que yo para eso. Pero prometemos no volver muy tarde y no beber mucho —le prometió Alba con su mayor sonrisa—.

—Hay que ver qué niña más educada. ¿De dónde la has sacado, Natalia? A ver si se te pega algo.

—Sí, sí. Educada ahora. Seguro que con dos gotas de alcohol en sangre se le olvida la educación.

—¡Calla! —le asestó otro golpe en el brazo por decir aquello delante de su madre. Quería causar buena impresión—.

—¡Ves!

—Recuerda llamar antes de volver para quedarnos tranquilos —le recordó por última vez—.

—Sí, mamá. No te preocupes. Nos vamos yendo ya.

—¿Habéis comido algo?

—Comemos ahora algo por ahí de camino.

—¿Pero llevais dinero?

—Sí, invito yo —la paró Alba, al ver que se dirigía a su cartera. Quería devolver de alguna manera el favor de haberla dejado quedarse en su casa a dormir—.

Y así se marcharon de su casa. Alba estaba verdaderamente impresionada de la facilidad que tenía la madre de Natalia para dejarla salir por la noche. En su casa esa conversación tan calmada habría sido inviable. Su madre habría cortado por lo sano sin dejarla salir, haciendo caso omiso a cualquier tipo de plegaria que pudiese hacer. Pero la madre de Natalia era todo lo contrario. Y sus hermanos le parecieron muy hospitalarios. Se reía de los prejuicios que tuvo de ella antes de conocerla bien, pensando que tanto ella como su familia entera sería medio delincuente.



SKAM AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora