Miércoles | 15:56

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20.05.20

[Miércoles | 15:56]

Natalia había decidido que esta vez no iba a intentar hacerse la fuerte y guardarse los problemas para ella. Y mucho menos si eso ponía en peligro a su hermano pequeño.

Le había prometido a la Rafi que si tenía algún problema con Mikel que se lo contaría a ella antes de hacer nada. Y así lo hizo. Estaba delante de la puerta de casa de Alba esperando a que le abriesen.

—Nat, pasa —la saludó Alba con un pico en los labios—. ¡Mamá! Ya está aquí Natalia.

—Hola, cariño —la saludó la Rafi con un abrazo nada más verla—. Vamos a la cocina —pasaron todas dentro tomando asiento y cerró la puerta—. Cuéntame qué ha pasado.

—Es Mikel. A mí me ha dejado tranquila. Pero ahora quiere obligar a mi hermano. Le ha amenazado con darle una paliza —la Rafi abrió los ojos de par en par sin creerse que ese chico al que no conocía pudiese ser tan mezquino—.

—¿Cuántos años tiene tu hermano?

—Quince, es más pequeño que yo.

—Encima menor... Ya podría darle vergüenza. Aprovechándose de un niño.

—Eso mismo he pensado yo.

—¿Se lo has contado ya a tus padres?

—A mi madre sí —asintió—. Mi madre no quiere decirle nada a mi padre por ahora. Está mal del corazón y como se entere le da un chungo —la Rafi asintió comprensiva—.

—Bueno, ya es un paso. Bien hecho, Natalia. ¿Sabes dónde vive el tal Mikel?

—Claro. Lo sabe casi todo el mundo.

—¿Y en el barrio saben que vende droga?

—Sí. Sobre todo la gente que se reúne en el descampado. Allí lo sabemos todos. Es un secreto a voces.

—Mejor aún. Escríbeme aquí la dirección —Rafi le tendió papel y lápiz que tenía en la cocina y se lo devolvió con la dirección escrita—. Perfecto. Voy a hacer una llamada, ahora vuelvo —salió de la cocina dejando solas a las dos jóvenes—.

Alba miró a Natalia, que se veía inquiera y preocupada, y agarró su mano sobre la mesa para acariciarla transmitirle la calma que necesitaba.

—¿Qué crees que va a hacer tu madre?

—Ni idea —se encogió de hombros—. Pero te aseguro que si lo hace es porque está segura de que va a salir bien. Es demasiado precavida.

—Eso espero... —suspiró relajando la tensión—.

—¿Estás bien?

—Sí... Bueno, no. Es que una cosa es que venga a por mí porque yo solita me metí en esta mierda. Pero con mi hermano... Que todavía es un crío.

—Es un cabrón.

—No sé en qué mierda estaba pensando cuando me metí en esto —se recostó contra el respaldo de la silla y regañó sus ojos—.

—No te martirices ahora por eso. Lo hiciste porque querías ayudar en casa y no se te ocurrió otra manera. Pero eso ya pasó. Ahora vamos a centrarnos en resolver el problema, ¿sí?

—Sí. Gracias, Alba. Es que no sé que haría sin ti y sin tu madre. Ahora estaría jodidísima.

—Tienes una flor en el culo —bromeó Alba para destensar el ambiente—.

—Yo diría que un jardín botánico entero —provocó la carcajada de la rubia—. Oye, ¿y tú? Que nada más hablamos de mí. ¿Ya has mirado escuelas de arte? No me has contado.

—Con los exámenes no he tenido tiempo. Pero creo que me voy a la pública.

—Di que sí, la pública con todos los macarras es la mejor.

—Idiota —rio—.

—Listo —dijo su madre nada más entrar de nuevo en la cocina—.

—¿Ya está? —preguntó confusa Natalia—. ¿Qué has hecho?

—He llamado a mi compañera. Ese cabrón mañana tiene en la puerta de su casa una patrulla de policía.

—¿Va en serio? —boqueó Natalia que no se creía que con una simple llamada resolviese todos sus broblemas—. ¿Pero para eso no hace falta testigos y esas cosas?

—No cuando tienes contactos —le guiñó un ojo—. No me hagas muchas preguntas porque a mí tampoco me cuentan. Ya buscarán testigos para el juicio.

—¿Y si se entera de que hemos sido nosotras? —le entró de pronto el miedo—.

—No se va a enterar. No hemos dado nombres en ningún momento. Así que esto que no salga de aquí.

—¿Y a él qué le va a pasar ahora? —preguntó esta vez Alba—.

—Como os dije el otro día, depende de con la cantidad de drogas que le encuentren. Pero os aseguro yo de que a este le caen unos añitos y se le va a caer el pelo.

—Entonces... ¿estamos seguros? —preguntó con inseguridad Natalia—.

—Segurísimos. Y si pasa algo, no te preocupes que me vas a tener de tu parte.

—Joder, gracias Rafi.

Se levantó como un resorte de la silla a abrazarla. No se podía creer la suerte que tenía. Su suegra la acababa de salvar de un calvario de vida. Si no hubiese hablado con Alba en clase tan solo un par de mesea atrás, ahora estaría metida en un buen lío.

—Esa boca... —la reprendió y le correspondió el abrazo—. Anda que tú también, si no te hubieses metido en esto.

—Ya... —contestó cabizbaja—.

—Que no te preocupes, cariño. Era una forma de hablar. Voy a llamar a tu madre para contarle y me voy que tengo otra clase de cocina.

—No te cansas, ¿eh, mamá? —la vaciló Alba—.

—Tú a callar que os voy a dejar la casa vacía para que hagáis vuestras cositas. Y tú Natalia no te vayas hasta que yo llegue. Te acerco en coche a casa luego.

La Rafi agarró su bolsó y salió de casa mientras le deseaban buena suerte en su clase de cocina en la que en realidad iba a conocer solteros de su edad.

—Casa sola... —Natalia abrazó a Alba por la espalda y le susurró al oído—.

—Para estudiar a gusto —dijo con sorna la rubia, haciéndose la que no entendía a qué se refería—.

—Ojalá haber escogido ciencias para usar la escusa de estudiar anatomía —volvió a susurrar la morena dejando sueves besos por su cuello—.

—Bueno... En dibujo también hay que estudiar anatomía. Y yo necesito un sujeto de estudio...

—No se hable más. Me ofrezco voluntaria —Natalia cogió a Alba por la cintura y, como pudo, se la cargó al hombro echando a andar por el pasillo camino a su habitación—. A estudiar se ha dicho.

—¡Nat! ¡Que me caigo! —se revolvía entre los brazos de Natalia pensando que se iba a caer—. Que tenemos que estudiar de verdad.

—Después de esto te aseguro que vas a estudiar mucho mejor.




SKAM AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora