Lunes | 16:51

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16.03.20

[Lunes | 16:51]

Natalia fue a casa de Alba para devolverle por fin la pulsera que le había quitado. Ahora sí que sí estaba nerviosa. No paraban de sudarle las manos, temblarle las piernas y darle vueltas a la cabeza sobre cómo se lo tomaría Alba. Trató de mentalizarse de que se lo iba a tomar mal, prefirió ponerse en la peor de las situaciones antes que llevarse un golpe. Pero muy en el fondo esperaba que no se lo tomase a mal y que la perdonase.

Subió por las escaleras y se encontró la puerta abierta. Se dirigió directamente a su cuarto y se encontró a Alba nerviosa, con el cuarto patas arriba, rebuscando en todos sus cajones.

—Hola, Alba. ¿Estás ocupada? Si quieres vengo en otro momento  —saludó tímida desde la puerta—.

—No, no te preocupes, quédate —le dio un pico en los labios como saludo, que necesitaba Alba más que nada para tranquilizarse—. Es que no encuentro la pulsera de mi abuela por ningún lado. Era mi recuerdo de ella. Juraría que no la he sacado del joyero, pero no sé si Marina la ha cogido o si se me ha caído.

Natalia sintió cómo toda la sangre se desvaneció de su cara, pies y manos y se concentró en su corazón, que empezó a bombear a mil por hora.

Encima es la pulsera de su abuela, esto va a salir mal.


—Nat, te has quedado blanca. ¿Estás bien? Túmbate en mi cama, voy a por algo con azúcar —la ayudó a sentarse—.

—La pulsera... —susurró con la voz entrecortada—.

—¿Qué pasa?

—Que la tengo yo.

—¿Cómo que la tienes tú? —se extrañó—.

—Que te la cogí el otro día. Toma —se la sacó del bolsillo de su pantalón y se la ofreció—. Pensaba devolvértela de verdad, a eso he venido hoy.

—Que... —Alba cogió la pulsera pero estaba confusa—. ¿Cómo que me la has cogido y pensabas devolvérmela? No estoy entendiendo nada.

—La cogí mientras no estabas el otro día. Pero de verdad que pensaba devolvértela —se justificó como pudo poniendo su mayor cara de arrepentimiento—.

Alba parpadeó varias veces para tratar de comprender lo que Natalia le estaba contando, y cuando finalmente lo hizo, en su rostro se dibujo una mezcla de rabia y decepción.

—Natalia, me has cogido una pulsera a escondidas, eso es robar. ¿Por qué coño has hecho eso?

—No lo sé, fue un impulso —apretó los ojos con fuerza, no podía soportar ver la expresión de su cara—.

—¿Un impulso? —alzó la voz nerviosa—. ¿En un impulso abres un joyero y te llevas una pulsera? ¿Me estás vacilando, Natalia?

—No, de verdad que no. No sé en qué estaba pensando. Lo siento —intentó coger su mano, pero Alba la apartó—.

—¿Tienes idea del agobio que me ha entrado cuando no la he visto? Natalia, te dejo mi casa para pasar la tarde, estar juntas, contarnos nuestros secretos y miedos y lo que haces es... ¿robar? —susurró esa última palabra—. ¿Cómo esperas que confíe en ti ahora?

—Lo sé, estoy muy arrepentida y la he cagado. No sé en qué coño estaba pensando. Lo siento. No sé qué puedo hacer para que me perdones —sonaba muy nerviosa y empezaron a aguársele los ojos—.

—Mira, mejor vete, Natalia —le señaló la puerta—. Necesito pensar.

—Alba, de verdad que lo siento mucho.

Pero Alba no contestó nada más, solamente evitó su mirada y la invitó a salir de su casa. Natalia se fue desconsolada, llorando. Sabía que no se lo iba a tomar bien, pero ver la decepción en su cara en vivo, la destrozó por dentro.

Soy un puto desastre... ¿Qué hago ahora? No quiero perderla.




SKAM AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora