Lunes | 16:15

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18.05.20

[Lunes | 16:15]

Alba se dirigía a casa de Natalia. Quería disculparse por el arrebato de celos que le había dado el sábado en la fiesta. Sobre todo por haberse marchado sin darle explicación alguna y rechazándola de la manera en la queblo hizo. Ni si quiera le había contestado a los mensajes que la morena le había enviado el domingo. Y por la mañana en clase no la vio porque tenía tal migraña que ir a clase iba a ser contraproducente.

Se había pasado el domingo reflexionando con la ayuda de Sabela, que pasó media tarde hablando con ella a pesar de que ambas tenían que estudiar, sobre por qué se había sentido así. Y gracias a su amiga vio las cosas mucho más claras y logró identificar el porqué.

Por otro lado, Natalia se había pasado el domingo comiéndose la cabeza pensando en que ella había hecho algo malo para que la rubia se marchase enfadada y rechazándola el sábado. Y que no le contestase a los mensajes le hacía pensar que definitivamente la rubia estaba enfadada con ella.

Llegó por fin a la casa de la morena y allí la recibió la madre de Natalia.

—¡Hola, Alba, bonita! —la recibió con un abrazo, transmitiéndole un poco de la calma que necesitaba Alba en ese momento—. Pasa, Natalia está en su habitación.

—Gracias, María.

—Antes de irte espérate para hablar unos minutos contigo, ¿vale?

—Sí, claro.

Le dedicó una sonrisa y se dirigió con el paso inseguro hacia la habitación de Natalia. Tenía miedo de verla enfadada por su comportamiento. Tocó la puerta con sus nudillos y abrió la puerta sin saber qué se iba a encontrar al otro lado.

—¡Alba! —la morena abandonó su guitarra para lanzarse a abrazar a la rubia—. Me tenías preocupada.

Natalia acogió sus hombros y Alba se aferró a la cintura de la más alta y entrró la cara en su pecho, decidida a disfrutar de aquel abrazo.

—¿No estás enfadada? —la miró desde abajobcon inseguridad—.

—No. Es que no entiendo qué ha pasado, ¿cómo voy a estar enfadada? Lo que estoy es preocupada, no me has contestado ni un mensaje. Pensaba que tú estabas enfadada conmigo por algo.

—Perdón... —le respondió arrepentida—. Necesitaba pensar.

—Pues la próxima avísame con un mensajito y te dejo todo el tiempo del mundo. Que si no me desespero.

—¿Podemos hablar?

—Claro —cerró la puerta y arrastró a la rubia hasta su cama agarrándola de las manos—.

—A ver... Sobre el sábado. Lo siento. Se me fue la olla. Se te acercaba todo el rato gente para ligar contigo y me molesté.

—Ya, Alba. A mí también me molesta que se me acerque la gente. Pero ya te lo dije al principio de la noche, solo tengo ojos para ti. Y a todo el que se me acercaba con esas intenciones lo rechazaba. No hacía falta que tú gruñeses por mí.

—Ya... De eso me di cuenta más tarde. No debería haberme puesto de pesada toda la noche. Parecía un perrito marcando territorio. Pero es que después... Con Alicia...

—Alicia es solo una amiga para mí. Nos hemos caído muy bien desde el minuto uno.

—Ya, pero yo que sé —chistó con la lengua—. Es un pivonazo, es mayor, baila que te cagas... Y parecías tan ilusionada con ella que me sentí pequeñita a su lado. Complejo de inferioridad, me ha dicho Sabela.

—Pero a mí me da igual que Alicia sea guapa, mayor y baile bien. Yo con quien quiero estar es con este piojillo rubio que baila torpemente y que tiene poca tolerancia al alcohol pero que es una artistaza —Alba rio por sus comentarios y Natalia la miró seria de frente—. Alba, yo contigo me siento diferente, ya te lo he dicho. Para estar con una persona necesito tener una conexión especial con ella, y tú eres la única persona con la que he tenido esa conexión. Osea, que da igual lo guapa que sea la persona que se me ponga delante. No te voy a "cambiar" por nadie. Y si hace falta, te lo recuerdo cada día.

—Gracias, Nat... Pero no me lo tienes que recordar. Es cosa mía controlar la mierda de celos que me dieron.

—Vale. Pero que no está de más que te recuerde que eres preciosa, que me vuelves loca y que te quiero.

—Yo también te quiero.

Alba le acarició las mejillas para darle un beso que borrase todas sus inseguridades. Se separó tras unos segundos para volver a hablar.

—Perdón por tratarte así el sábado. Bebí un poquito de más y me estaba muriendo de la vergüenza de sentirme así, no podía ni mirarte a la cara del espectáculo que estaba montando.

—Si es que ya te he dicho que tu cuerpecito no está acostumbrada al alcohol. No te preocupes. Todos hacemos estupideces.

—Vale —sonrió aliviada al ver que de verdas no estaba molesta—.

—También he hablado con Alicia y dice que lo siente si te has sentido mal en algún momento.

—Disculpas aceptadas. Y no tienes por qué contenerte. Si alguna vez te apetece invitar otra vez a Alicia cuando salgamos todos, está bien.

—Hecho.

—Y con esta charla tampoco te estoy pidiendo fidelidad para toda la vida ni nada por el estilo. Si algún día te cansas de mí. Es inevitable fijarse en otras personas.

—¿Cómo me voy a cansar de ti? Eso debería pensarlo yo, no sé cómo me aguantas. Vamos a centrarnos en disfrutar lo que tenemos ahora y ya el tiempo dirá, ¿no?

—¿Lo hacemos y ya vemos? —rio Alba de nuevo por la referencia—.

—Dios mío qué peliculón. Tenemos que verla juntas.

—Hecho. ¿Todo bien entonces?

—Todo bien.

—Bien —le plantó otro beso en los labios para sellar aquella respuesta—. Nat, otra cosa. ¿Has hablado ya con tu madre sobre lo de Mikel? Es que antes me ha dicho que quiere hablar conmigo.

—Sí... Ayer me animé a decírselo. No quise atrasarlo más.

—¿Cómo se lo tomó?

—Más o menos. Obviamente le molestó que no se lo hubiese contado antes. Pero se alegra que por lo menos se lo haya contado y que tu madre vaya a echarnos un cable. Que, por cierto, va a llamarla para hablarlo con ella.

—¿Y Mikel? ¿Ha vuelto a decirte algo?

—Le di todo el dinero y le dije que ya no iba a aceptar más. Y parece que ha aceptado. Espero que así sea.

—Menos mal. Cualquier cosa ya sabes que se lo dices a mi madre y ella se encarga de todo.

—Sí, prometo no volver a callarme. Aunque si tú me callas a besos no me voy a quejar —levantó una ceja sugerente—.

—Zalamera... —la rubia se acercó poco a poco a ella para arrasar con sus labios—. Ven aquí —se echó encima de ella sobre el colchón dispuesta a darle una sesión de besos de reconciliación—.

—¡Albi! Los muelles... de la cama... —hablaba como podía entre beso y beso—. Que se van... a pensar que estamos... haciendo otra cosa.

—Me da igual, tengo que darte todo lo que no te he dado el finde.



SKAM AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora