Viernes | 11:03

1.9K 139 5
                                    

08.05.20

[Viernes | 11:03]

Natalia como cada día estaba fumando en el punto ciego del patio junto a Marta y María charlando de algo a lo que ella no estaba prestando especial atención. Estaba ida desde ayer cuando mintió a Alba para irse a vender al parque y, como había vaticinado, se sentía como una mierda.

—No, tía —negaba María expirando el humo de su cigarro—. Ni intentes animarme. Estoy segura de que he suspendido ese examen. Voy a ir a recuperación de cabeza. Además, el profe me odia. Desde el primer día me tiene entre ceja y ceja.

—Pues con mayor razón —trataba Marta de animarla—. Igual te aprueba con un cinco raspado para perderte de vista.

—Si es que a mí en realidad me da igual suspender una asignatura, ya ves tú. Pero no quiero extender esta tortura repitiendo.

—Mira, si te pone recuperación yo te ayudo a sacarla —se ofreció Marta—. Nos ponemos como dos empoyonas a estudiar.

—Uf, qué mareo solo de imaginarlo. Vamos a pensar en cosas bonitas. Cerveza, fiesta, reggetón del 2000... Lo que me recuerda. Pablo me ha avisado de una fiesta en un local de por aquí. Viene no sé qué DJ y permiten la entrada a partir de 17 años, así nos ahorramos el trago de los carnets falsos. ¿Vamos a ir juntitas a que sí? —preguntó María con ilusión por el plan—.

—Ni lo dudes.

—Yo no sé si tendré pasta para pagar la entrada —reaccionó por fin Natalia después de pasar un rato callada—.

—Amiga, vas a cobrar por grabar un videoclip, un poquito podrás sacar para una entrada.

—Todavía no me han dicho cuánto voy a cobrar. Igual son 50 euros roñosos, ya me ha avisado mi profesora de baile de que no me entusiasme mucho. Además tenía otros planes para ese dinero.

—¿Un plan mejor que pasar una noche alocada con tus amigas? Venga va, que invitamos también a la Reche y compañía.

—Bueno, ya lo pensaré —respondió con sequedad—.

—¿Te pasa algo?

—¿A mí?

—Natalia, hay que arrancarte las palabras a la fuerza. ¿Cuántas veces hay que decirte que nos cuentes tus movidas para desahogarte? —Natalia sopesó unos segundos si contárselo o no a las chicas. Pero no se lo podía callar más. Necesitaba compartir con alguien lo que le ocurría—.

—Vale —suspiró—. Tengo un problema. ¿Os acordáis de Mikel?

—¿El camello?

—El camello buenorro, ojo —apuntó María—.

—Ese. Pues me ha obligado a vender de nuevo.

—¿Qué? ¿Pero cómo que te ha obligado?

—Pues eso. Me pilló el otro día por la calle, me metió una bolsa llena de maría en la chaqueta y me amenazó con hacerle algo a mi hermano si no lo hacía.

—Qué hijo de puta —soltó María com rabia—.

—¿Pero has vendido ya?

—Sí. Ayer. Y me sentí como una puta mierda.

—¿Y cómo es que te ha amenazado con tu hermano?

—Me ha dicho que Santi está empezando a juntarse con "su gente". Vamos, trapicheros. Pero yo no le creo, dudo mucho que tenga nada que ver con ellos.

—Le voy a partir las piernas a ese cabrón. Mira, mi Pablo conoce a mucha de esa gente de por aquí. Luego le hablo para que les de un escarmiento.

—Mari, no sé si la mejor solución es cabrearlo.

—¿Cabrearlo? Es un toque de atención para que se le bajen los humos. ¿Por qué no se busca a otro para que venda?

—No lo sé. Pero no pienso hacerlo más. La próxima semana le daré todo el dinero para que me deje en paz. No pienso quedarme con un céntimo de eso.

—¿Se lo has contado a alguien más?

—No... Mi madre ya me dijo que la avisase si pasaba algo así. Pero sinceramente ahora no quiere llevarle problemas a casa. Está demasiado contenta con su nuevo trabajo como para explotarle la burbuja de felicidad después de la mala racha que ha pasado.

—Te está acosando, deberíamos decírselo.

—En realidad... Te está obligando. Podríamos incluso... Denunciarlo —sugirió Marta—.

—¿Eso no es ir muy lejo? —preguntó Natalia con miedo—.

—¿Y él? ¿Él no ha ido muy lejos? Se ha pasado cuatro pueblos.

—¿La madre de Alba no era abogada? Puede echarte una mano.

—¿Y hacerle creer a mi suegra que soy el chapo guzman? Me va a odiar.

—No te va a odiar porque estás en apuros. No te obligamos a nada, pero yo creo que no es mala solución preguntarle a ella.

—Lo pensaré... Por ahora intentaré resolverlo yo sola —No le apetecía pasar por ese mal trago. ¿Pero y si no le quedaba otra solución?—.


SKAM AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora