Miércoles | 20:06

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06.05.20

[Miércoles | 20:06]

Alba se había pasado la tarde en casa practicando sus técnicas de dibujo. Quería estudiar el año que viene en una escuela de arte privada, pero para ello antes tenía que pasar las pruebas de acceso que estaban cada vez más cerca. Se jugaba su futuro, así que practicaba todo lo que podía. Además, había tenido la casa tranquila para ella sola: su madre había ido a unas "clases de cocina" y Marina se había ido a pasar la tarde a casa de su novio.

Había perdido la noción del tiempo con la casa tan silenciosa, y se dio cuenta de que dieron las ocho de la noche cuando sintió la llegada de su hermana a casa.

—Hola, hermanita —Marina asomó la cabeza por la puerta del cuarto de Alba, más sonriente de lo habitual—.

—Hola... —la miró con sospecha—. ¿Y esa cara que me traes hoy?

—Bueno... Puede que tenga buenas noticias —se mordió el labio pícara—.

—¿"Buenas noticias"? —alzó una ceja al ver la expresión de su hermana—. Explícame bien eso, a ver.

—¿Sabes lo del problemilla ahí abajo con mi novio?

—Sí... ¿Mamá ha encontrado una solución ya? —preguntó sorprendida por si había conseguido resolver el problema con tanta rapidez—.

—No —negó con la cabeza—, ha estado muy encima de mí pasándome información esta semana. Alguna muy específica —hizo una mueca de repelús—. Pero mamá no ha sido la que ha encontrado la solución.

—¿Entonces? ¿Él ha hablado con sus padres?

—No, todavía no se atreve. Peeeeero... —sonrió contenta—. Hemos encontrado una solución hasta que les pida ayuda.

—¿Cuál? Si me la quieres contar. Pero te advierto de que si no me das todos los detalles te odiaré de por vida —bromeó Alba—.

—Te cuento pero ni se te ocurra decirle a mamá porque se va a poner histérica.

—Soy una tumba.

—Se ha tomado una pastilla que pone aquello más rígido que el mástil de un barco y hoy por fin lo hemos hecho.

—¿Qué? ¿En serio? —reaccionó Alba extrañada con demasiadas dudas en la cabeza—. ¿Pero de dónde la ha sacado? ¿Se la ha cogido a su padre o cómo?

—No, me ha dicho que un amigo se la ha vendido.

—Espera, espera... ¿Cómo que un amigo le ha vendido una pastilla? —Alba empezó a preocuparse por la situación, no quería se metiese en ningún problema—. ¿Qué amigo?

—No sé. Un tal Santi. Yo no lo conozco pero es de nuestro mismo instituto.

Alba abrió los ojos a todo lo quedaban al escuchar aquel nombre. Santi, igual que el hermano de Natalia. No quería pensar que se tratase de él, pero ya sería mucha casualidad que hubiese otro Santi en el mismo instituto y que tuviesen una edad cercana. Obvió por el momento ese dato para centrarse ahora en su hermana.

—Marina... ¿Os falta un tornillo o qué os pasa? —cambió su semblante de preocupada a seria—.

—¿Por qué? —preguntó Marina confundida, que no entendía por qué su hermana se estaba enfadando en lugar de alegrarse por ella—.

—Porque vete tú a saber qué mierda tenía esa pastilla —le explicó enfadada—. ¿Y si la cosa llega a ir mal y le pasa algo?

—Bueno, pero no ha pasado nada malo —trató de defenderse Marina, que empezaban a flaquearle las piernas al ver el cabreo de su hermana—.

—Pero podría haber pasado. Además, ¿cómo se le ocurre comprar una pastilla de esa manera? Ese niño está trapicheando, eso es ilegal —trató Alba de no gritar por si algún vecino las escuchaba—.

—Oye, que te recuerdo que tú has fumado porros —trató de defenderse de nuevo atacando a su hermana—.

—Marina, no me salgas ahora con eso. No me compares dar un par de caladas a un porro con meterte una pastilla que te pone como un toro. ¿Sabes que le podría hacer dado un paro cardiaco? —trató de hacerle ver la gravedad del asunto—.

—¿Tanto...? —Marina flaqueó de repente, pensando en que podría haber puesto en peligro la vida de su novio por cometer aquella impridencia que ellos solo vieron como un experimento—.

—Sí. Para tomarse esas pastillas antea hay que hacer estudios médicos y esas cosas. No teníais ni idea de cómo podría haberle afectado —continuaba explicándole en un tono duro, observando cómo a su hermana empezaban a aguarsele los ojos al darse cuenta de lo que podría haber ocurrido—. Por favor, prométeme que no vais a volver a hacer eso.

—Joder... Prométeme que no se lo vas a decir a mamá.

—Debería, pero no lo voy a hacer. Escúchame —continuó esta vez en un tono más calmado—. Lo de usar una ayuda no tiene nada de malo siempre y cuando un médico le receta la pastilla. Pero comprarla por ahí en la calle, no. No sabes la mierda que tiene eso dentro y los efectos secundarios que tiene.

—Ya... Ya... Lo entiendo —se limpió alguna lágrima furtiva que quería caer ante la bronca de su hermana—. Nosotros solo queríamos probar...

—Ven, anda —la sentó junto a ella en su cama para abrazarla, tranquilizarla. Decidió cambiar un poco el rumbo de la conversación—. ¿Quieres contarme cómo fue?

—Bien. Muy bien. Ya te he dicho que David puro algodón de azúcar. Se pasó todo el rato preguntándome si estaba bien —rio divertida al recordarlo—. Pero ahora me siento mal. Tienes razón. La verdad es que incluso después de acabar, aquello no bajaba.

—Lo ves... Yo sé que es un asunto complicado, pero tenéis que tener paciencia. Intenta convencerle para que hable con sus padres.

—Lo haré, gracias —le dio un beso a su hermana agradecida por su consuelo—. ¿Y mamá? ¿No ha llegado aún?

—Está en una de sus "clases de cocina" de Meetic. Pero aún no ha llegado, así que imagino que la clase habrá ido bien y ha conocido a alguien.

—Como se eche un ligue me pienso pasar el día entero picándola como ella hace con nosotras —advirtió Marina—.

—Cuenta conmigo, ni lo dudes.



SKAM AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora