Sábado | 18:03

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18.04.20

[Sábado | 18:03]

Natalia se encontraba en su lugar secreto, en el banco del parque donde Alba y ella se besaron por primera vez después del botellón. Le había mandado un mensaje por la mañana para quedar con ella para hablar. Aunque, por supuesto, la rubia no se lo quiso poner tan fácil y la dejó en visto una hora entera, que para Natalia se convirtió en una eternidad. Llevaba media tarde pensando en qué decirle para disculparse, pero ahora que la rubia estaba apunto de llegar, se había quedado un poco en blanco.

Natalia estaba tan concentrada fumándose un cigarro observando el sube y baja de su pierna, a punto de perforar el suelo, que no se dio cuenta cuando Alba se sentó a su lado y posó la mano sobre su rodilla.

—¡Joder, Alba, que susto! —se llevó una mano al pecho para que su corazón no saliese disparado— ¡Avisa antes de llegar!

—¡Pero si he dicho "hola"! Estás más sorda que una tapia.

—Tendré que pasarme luego por GAES —dijo haciendo reir a la rubia por un segundo, volviéndo a ponerse seria al mometo, pero  lo suficiente para destensar un poco a Natalia con su risa. Carraspeó un poco antes de hablar—. Alba... —se rascó la nuca en busca de las palabras que usar—.

—¿Sí? —levantó las cejas a la espera que la disculpa de la morena. Pero se había quedado en pausa—. Si no hablas tú, ya hablo yo primero. Siento si te molestó lo del número para tu madre, solo queríamos ayudar. Si tanto te molesta, no volveré a ayudarte de esa manera. Aunque ya te digo yo que deberías dejarte ayudar, no tiene nada de malo.

—No, no te disculpes. Si soy yo la gilipollas. Ya me lo ha dejado claro mis amigas y mi madre.

—Un poquito.

—Me molestó en ese momento porque eso de los enchufes siempre me ha cabreado y no pensé en nada más —hablaba cabizbaja—. No tendría que haberme puesto así. Me pasé dos días enteros cabreada por mi tontería. Lo siento mucho —levantó la cabeza para decirselo mirándola a los ojos y mostrarle su arrepentimiento verdadero—. En lugar de agradecértelo voy yo con todo mi coño y me enfado. Además soy un poco hipócrita, Álvaro también me dio el contacto para hablar con el bar dónde él va a tocar y lo acepté sin rechistar. Aunque a mí no me ha salido muy bien, no me han llamado, imagino que habrán pasado de mí.

—Pues ellos se lo pierden —la consoló acariciándole el brazo—. Tendrás más oportunidades.

—Entiendo si ahora estás enfadada conmigo y no me quieres ver la jeta —la miró fijamente a los ojos con la mayor cara de pena que tenía en su repertorio esperando una respuesta—.

—No sé cómo lo haces, pero cuando te veo con esa cara de angustia se me pasa el enfado —Natalia sonrió aliviada—. Además, mi madre dice que las parejas son así, de vez en cuando tienen roces.

—Mi madre ha dicho exactamente lo mismo —sonrió tímida—.

—De hecho, he traído algo para ti. Para que veas que te quiero ayudar de todas las manera y no solo ayudarte con mi "familia bien" ni ser una hermanita de la caridad.

—Perdón, me pasé un huevo diciéndote eso. No lo pienso de verdad.

—Lo sé. Dice mi madre que cuando nos enfadamos decimos cómo nos sentimos, no lo que pensamos. Ha sido idea de mi madre también que buscase otra forma de ayudarte y esto es lo que he encontrado —rebuscó en el bolsillo de su vaquero y le entregó un papel impreso—. Van a hacer un casting para grabar el videoclip de no se quién y están buscando bailarinas, por si te quieres apuntar.

—¿EN SERIO? —leyó aquel papel con la boca abierta de par en par—. Joder, me estás haciendo sentir peor aún. ¿La cago yo y encima me das esto?

—Bueeeeno... Yo también me sentí un poquito mal por no haber pensado en como te ibas a sentir. Ya me dijo mi madre que igual podía sentarte mal si me entrometía demasiado. Así que esta es mi forma de decir "lo siento" por ello.

—Si es que no te merezco. Yo solo había traído pipas para sentarnos a ver el atardecer —sacó la bolsa de su riñonera—.

—No se me ocurre mejor plan —Alba se lanzó a su cuello para darle un abrazo—. Y no me idealices tanto. Como si yo no la fuera a cagar mil veces.

—¿Todo bien, entonces? —preguntó en un hilito de voz sin soltar el agarre. Quería que el abrazo durase dos horas. Había estado demasiados días sin tocarla—.

—Todo bien si no te vuelves a cabrear por una tontería. Y yo prometo lo mismo.

—Prometido. La próxima vez diré lo que me molesta sin convertirme en un ogro. Además, sí que le he dado el número a mi madre. El lunes tiene la entrevista. Así que muchas gracias. Aunque no le den el trabajo, ya es un paso para ella. Le subió un montón el ánimo, tenías que haber visto su cara de felicidad. Se ha pasado la tarde viendo vídeos de "como pasar una entrevista de trabajo" en YouTube —rieron ambas—.

—¿En serio? ¡Pero eso es genial! Espero que tenga suerte.

—Yo también. Si lo consigue, os debemos una muy gorda.

—No nos debes nada porque tu madre se lo va a ganar esa solita. No lo hemos hecho para conseguir nada a cambio —Natalia la miró absorta, pensando que no se merecía aquel ser de luz con lo mala que podía llegar a ser ella a veces—. ¿Y tú te vas a presentar al casting entonces?

—Sí, me apetece mucho, aunque solo sea por probar.

—Bailas de muerte. Si no te cogen es que están ciegos. Por cierto... ¿sigue en pie lo de enseñarme a bailar?

—La duda ofende, la próxima que vaya a tu casa te enseño —le dio un fuerte beso en la mejilla—. Oye, ¿me das un beso? —le puso un pucherito para dar pena—. Estoy con el mono, creo que me he vuelto adicta a ti —Alba rio—.

—Mira que eres tonta. ¿Qué soy? ¿Tu nueva droga? Ven aquí —la agarró de los mofletes y juntó sus labios y lenguas, recordándose en el acto lo que sienten la una por la otra pase lo que pase. Perdieron la cuenta de cuántos minutos llevaban intercambiando saliva cuando Natalia rompió sobresaltada el beso al recordar algo—.

—¡Por cierto! Mi madre quiere el número de la tuya para darle las gracias.

—¿VAN A HABLARSE? —exclamó Alba algo asustada por la noticia—.

—Mi reacción fue la misma —rió Natalia al ver su cara con los ojos al borde de salirse de sus cuencas—.

—Miedo me da de lo que se puedan contar...

—Espero que no se intercambien nuestros oscuros secretos.

—¿Tienes secretos oscuro? —la miró Alba con el ceño fruncido—.

—Hombre claro, ¿tú no?

—¡No! —respondió con obviedad—.

—Si claro, no te lo crees ni tú. Algo tendrás por ahí.

—A ver, cuéntame uno tuyo.

—Si son SECRETOS por algo será, Alba. No te lo voy a decir.

—Ya te lo sonsacaré cuando estés borracha.

—¡Ni se te ocurra! ¡Que me da vergüenza!

—Me lo vas a contar y lo sabes —sentenció Alba—. Trae esas pipas que tengo hambre.







SKAM AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora