Capítulo 104: Gyo, la última línea de defensa

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Al momento de nacer, algunos Hoone nacían con una particular característica que los hacía incluso más únicos, más allá de su rara afinidad en un mundo inundado por la magia.

Lo común era que el 50% o 60% de los huesos estuvieran expuestos al nacer, pero esto podía cambiar debido a una condición extrema, en la cual esta cifra era superior al 90%. Un problema que, de no ser tratado, podría incluso causarles la muerte por agotamiento mágico, u otras tantas posibilidades, apenas habiendo nacido.

Esta condición era un crecimiento anormal de huesos que provocaba que el sistema óseo por completo en las primeras etapas, incluso en el cráneo si no se trataba a tiempo, provocando que el cerebro se comprimiera hasta causar la muerte. Transformaba incluso la piel en las etapas más avanzadas. Es por ello que desarrollaron una forma de detener este crecimiento y salvar a estos niños.

Remover por completo los huesos afectados del cuerpo del recién nacido.

Era un método doloroso y brutal, pero permitía a estos pequeños crecer con una normalidad que de otra forma no hubieran alcanzado. Así, al remover todos los huesos con crecimiento excesivo y más densos, junto con la causa de esta enfermedad, se lograba que la regeneración de huesos volviera a la normalidad.

Pronto descubrieron que la causa de esta condición se debía a un pequeño fragmento adicional al extremo de la columna, como una pequeña cola. Esta sola extensión poseía dicha característica, que no desaparecía incluso después de separarla del resto del cuerpo. Simplemente se detenía. Se comprobó que, al volver a entrar en contacto con los huesos "activos", la reacción en cadena volvía a comenzar.

Un fragmento de "hueso" que más bien era magia condensada en extremo, casi como un núcleo de inconmensurable capacidad.

Gyo era parte de estos niños.

...

- ¿Q-qué es eso... ? - Se preguntaba el jefe de las fuerzas de Alware. - ¡C-carguen otra roca! - Mientras su voz flaqueaba, dejando entrever su nerviosismo. No por miedo al monstruo que veía, sino por miedo al emperador si fallaba - ¡Cárguenlas hasta que acabemos con esa cosa!

Los huesos de Gyo crecían a tal velocidad que no era capaz de controlarlos por completo. Apenas podía avanzar con pasos lentos, pero firmes.

- ¡Todos, ahora! ¡Corran, corran, corran! - Gritó Siget, el líder de los aventureros, a los ciudadanos. Los sonidos de pasos eran lo único que se escuchaba de la ciudad. Cientos de miles de ellos con solo algunos murmullos mezclados en el proceso.

- ¡Maten a ese monstruo! ¡Todos, acabenlo! - Se escuchó desde el otro lado.

Cada mago Alwariano comenzó a atacar con todo su poder.

Pero Gyo ni se inmutaba.

No había absolutamente nada que lograra destruir su cuerpo más rápido de lo que se creaba. Como si fuera el portador de una fuente de energía de cientos de miles de puntos. O incluso millones.

Una nueva carga de energía fue disparada y el joven Hoone la recibió de frente. Ya no había forma de detenerlo.

Con cada paso que daba, a su espalda creaba un extenso muro y dejaba una estela de huesos que fortalecía aún más su firmeza.

Una tras otra fueron posicionadas las rocas mágicas del cañón, creando un ataque constante frente al imparable avance de Gyo. Miles de magos lo atacaban a la vez, pero no había ni uno solo de ellos que lograra dañarlo efectivamente. Ni siquiera las furiosas caídas de los luchadores aéreos del imperio, todos guerreros de élite, lograban nada más que rasguños contra él.

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