Capítulo 85: La gran red

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- Esas son... ¿c-cuchillas? - Preguntó Gyo abrumado frente al plano que le había dado. No solo contenía los esquemas del artefacto, incluía en detalle cada fragmento de inscripción y en los lugares específicos que debía ir además de los conectores internos para que estas funcionaran de manera correcta.
- Si, ya sabes cuánto le gustan... Y mientras pensaba en como ayudarla, simplemente fue inevitable recordar esto de las películas. - Respondí con honestidad.
- "Pe-licu-las"... ya veo, de tu vida anterior... Aún es extraño para mi.
- Jajaja lo sé... Pero ¿puedes hacerlo?
- Sabía que comenzarías con tus pedidos extravagantes pronto... Pero soy solo una persona y no puedo manejar todo de una vez. - Respondió algo agotado mientras miraba a su costado una serie de planos que le había dado previamente.
- Lo entiendo... De todos modos, esa es la idea principal. Hay varios cambios que aun quiero hacer y corregir... Esto es solo para que tengas una idea más general...
- A-ah... y-ya veo... - A sus ojos, la estructura ya era suficientemente compleja.
- Pero a cambio de tu ayuda con esto y con el equipamiento para las Arpías... los Kuai - Raza de Zers -, los Volkei - Raza de Hiver - y los Veelan - Raza de Xin -, todos accedieron a formar un equipo conjunto para apoyar tus creaciones.
- ¿¡L-los Kuai también!?
- S-si... ¿Por qué tanta sorpresa? - Realmente no lo entendía.
- ... No lo sabes... debí suponerlo. Si los elfos son expertos en las artesanías con madera y telas y los Enanos son expertos en las artes de herrería, los Kuai son lo que podrías decir como una raza de producción en masa... Su calidad no es la mejor, pero sus artefactos siguen teniendo una calidad excepcional y con la velocidad que pueden crearlos son la tercera fuerza de artesanos más hábiles.
- Ah... sí sabía.... - Claramente no lo sabía. - ¿Ves? Siempre te estoy consiguiendo lo mejor de lo mejor, deberías estar más agradecido jajaja - Mientras le daba unas fuertes palmadas en la espalda riendo estruendosamente.
- ... S-supongo. - Solo me miraba con los ojos entrecerrados viendo totalmente a través de que fue una completa casualidad - Entonces, ¿Para cuando quieres el encargo de Ein?
- Mmm entre hoy y mañana terminaré los cambios y luego te entregaré las inscripciones más detalladas listas, así que si pudieras tenerlos dentro de 4 días sería genial - Sonriendo de manera forzada, consciente de que mi petición era completamente irrazonable.
- ... Bien, pero debes tener listo el equipo que prometiste para entonces. - Respondió con una expresión seria pero aprovechando la situación.
-¿Eh?
- Dentro de 2 días, ¿entendido? - Sin perder más tiempo, simplemente sacó una enorme caja de uno de sus anillos y comenzó a buscar materiales. Luego de eso me ignoró por completo y respondió con monosílabos cualquiera de mis preguntas así que mejor lo dejé trabajar en paz. Siempre me generaba admiración su seriedad en el trabajo.

Al salir de su taller, era posible ver decenas de Hoones entrenando en las cercanías. Habían improvisado varios campos de entrenamiento cerca de la herrería de Gyo por la facilidad de pedirle consejos. Tal como me había comentado en un comienzo, la mayoría orientaba su estilo de combate a la ofensiva, buscando extender sus huesos a la mayor distancia posible, pero ahora podía verse a casi todos los más pequeños luchando puño contra puño mientras endurecían sus huesos hasta el límite de lo posible, reforzando en gran parte su ya poderosa defensa. Por un momento me alegró ver que no todo lo que había provocado mi llegada era malo.

Escenas similares se veían en cada una de las tribus que visité aquel día. Los viejos hábitos de entrenamiento se estaban perdiendo en los más jóvenes, mientras que los considerados expertos intentaban amoldar todo su conocimiento a la llegada de este nuevo paradigma de la magia, que hasta para ellos era claro lo diferente y mejorado que era.

En solo unos pocos meses, jóvenes de no más de 16 o 17 años sobrepasaron en habilidad a grandes guerreros de los suyos, aunque su fuerza aun necesitaba entrenamiento. Por supuesto, esto generaba roces, por lo que los líderes o ancianos jefes debían prestar atención a cada conflicto buscando lo mejor para la tribu.

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