CAPÍTULO 17

450 49 9
                                    

La sombra de cada árbol cubrían el Mercedes que Bruce conducía; generando así, un ambiente fresco y agradable para él y la joven.

Una amplia sonrisa se formaba en el rostro de Lyudmila al aprecia la naturaleza que los abrazaba en ese cálido día y ver cómo algunas hojas que caían, se adherían en su platinado cabello.

—No te emociones —interrumpió una voz gruesa—, solo iremos a comprar unas cosas.

—Si ya sé—, respondió con desgano desviando la mirada hacia la carretera.

El trayecto transcurrió cómodamente hasta llegar a un centro comercial, que se encontraba en el eje de la ciudad. Antes de salir del auto, Bruce le entregó una gorra y unos lentes de sol para que la muchacha se los pusiera.

— ¿Y esto?

—Es por precaución—, explicó el mayor.

Rodando los ojos, Mila agarró las cosas y se las colocó para así bajar del carro. Sin esperar a su responsable, comenzó a caminar con fastidio, entrando al centro comercial. Mirando a su alrededor; divisó una joven pareja tomados de la mano, haciendo que tuviera un vago recuerdo de sus padres realizando esa misma acción; una mueca en sus labios se formó por inercia y siguió caminando.

—No vuelvas a separarte—, se escuchó la voz de Bruce detrás de ella.

—No eres mi papá para decirme que hacer y yo tampoco soy tu hija para hacer lo que tú me digas.

Un silencio incómodo se formó entre ambos; Bruce le dedicó una mirada cargada de pesar a la menor y prosiguió a caminar atrás de ella, manteniendo una distancia de un metro y medio.

—Lo siento—, dijo rápidamente al ver el error que había cometido en lo que se rascaba con sutileza el cuello.

—Está bien —contestó Bruce con indiferencia.

La joven Romanov se detuvo para esperar al señor Wayne y continuaron su camino, uno al lado del otro.

— ¿A dónde te gustaría ir? —, cuestionó el pelinegro.

Mila miró a todos lados, tratando de escoger una tienda que le llamara la atención y señaló la que más le resultó llamativa.

Ambos comenzaron a encaminarse al lugar sin dirigirse ni una sola palabra hasta que el llanto de una niña llamó su atención. Al parecer la pequeña se había caído, por lo que su padre la cargaba en brazos hacia una heladería y así, borrar su rostro de tristeza.

Bruce y Lyudmila voltearon a verse por breves segundos y desviaron la mirada con inquietud para seguir caminando a su lugar de destino.

—Mila, ¿te gustan los helados?

La aludida lo miró y a pesar de sus gafas de sol, se pudo divisar en sus facciones un destello de sorpresa. Como si de una pequeña niña se tratase, asintió repetidas veces sin parar.

—Bien, primero iremos a comprarte ropa, después iremos por un helado.

—Sí, sí, sí, sí—, silenció mientras aceleraba el paso a la boutique.

Negando un par de veces, el señor Wayne la siguió sin perderla de vista y rió internamente ante la actitud infantil de la platinada.

Estando adentro, Lyudmila se dedicó a ver detenidamente el local, para acto seguido agarrar una prenda y contemplar cada detalle de esta.

Acercándose a ella, Bruce vio la impaciencia de la joven por querer tallarse cada ropa que tomaba pero que por alguna razón, volvía a dejar en el estante.

—Disculpe—, llamó una voz femenina.

— ¿Si? —, respondió Mila al ver a una de las encargadas de la tienda a la para suya.

SorrowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora